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60 años por el desarrollo agroindustrial

Desde 1956, el INTA trabaja en líneas tecnológicas que promueven el desarrollo regional. Amadeo Nicora, presidente del instituto, analiza el presente institucional y los desafíos próximos.

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Por Amadeo
Nicora

Presidente del INTA (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria)

Desde 1956, el INTA trabaja en líneas tecnológicas que promueven el desarrollo regional. Amadeo Nicora, presidente del instituto, analiza el presente institucional y los desafíos próximos.

Recuerdo el momento que marcó mi interés profesional en el INTA. Fue en los 70, mientras estudiaba ciencias veterinarias en Corrientes, cuando un periodista que escribía editoriales en el diario La Mañana de Formosa me hizo llegar un trabajo sobre un campo de La Rioja. Ahí empecé a saber de la potencia del INTA en el territorio.

En 1990, al asumir como director provincial de Ganadería, integré el consejo local asesor de la Estación Experimental Agropecuaria El Colorado para trabajar junto con especialistas y técnicos locales. Esa experiencia selló mi ingreso al sistema intiano. Me permitió entender el significado de un instituto que motoriza dos misiones bien definidas y sumamente entrelazadas: investigación y extensión.

Después de participar en el consejo, ejercí como ministro de la Producción de mi provincia con la absoluta comprensión del rol que tiene el INTA en las comunidades. A través de esto, ocupé la representación en el consejo asesor del Centro Regional Chaco – Formosa, donde comprendí la importancia de construir una articulación estratégica entre la provincia y el INTA en pos de orientar el desarrollo de conocimiento alineado a la gestión territorial.

Sobre estas experiencias y desde el rol que me toca en el presente, estoy convencido de que, en estos 60 años de historia, hemos logrado darle continuidad al trabajo institucional. Supimos enfocarlo en la necesidad de ofrecer, a través del liderazgo en el conocimiento, las herramientas para transformar las economías regionales.

Tan vasto como distribuido en todos los rincones de la Argentina y con el apoyo constante del Ministerio de Agroindustria de la Nación, nuestro instituto se vincula con una diversidad de productores: desde establecimientos altamente competitivos hasta emprendedores familiares, arraigados al territorio y responsables de la seguridad alimentaria de los pueblos.

En esta línea, el convencimiento de que el INTA es un actor indiscutido en la construcción de los sistemas agropecuarios, nos coloca en el desafío de consolidar una institución que, hacia el futuro, tenga la inteligencia organizacional capaz de sintetizar en su accionar la excelencia en la generación del conocimiento y en la extensión.

Estamos viviendo momentos fascinantes en los cuales el conocimiento tiene un rol ineludible y, como INTA, tenemos que estar en la frontera de ese movimiento. Pero al mismo tiempo, por mandato institucional de origen, debemos estar en la gestión de ese conocimiento para transformarlo en el motor del desarrollo de nuestros territorios.

Para transitar este camino, debemos ser conscientes de que es indispensable trabajar conjuntamente con todo el sistema de Ciencia y Tecnología, del sector público y del sector privado, a escala nacional y a través de la cooperación internacional. Los desafíos son inmensos, así también las oportunidades.

Debemos estar allí donde contribuyamos a que el conocimiento llegue a la mayoría del sistema agropecuario, agroalimentario y agroindustrial. Tuvimos la fortaleza de hacerlo en estos 60 años, tengamos la sabiduría de hacerlo en los años por venir. Brindemos por lo logrado y redoblemos el compromiso por el que somos reconocidos en el mundo, como una institución de vanguardia en investigación, transferencia de conocimiento y desarrollo territorial.

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