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Valiente e innovadora: la joven productora que apuesta por los cultivos y forrajes en la Patagonia

A partir del último sábado, comenzó a publicarse una serie de podcasts denominado “Tierra de Historias”, con entrevistas a jóvenes del campo argentino. Magalí Gutiérrez, la primera protagonista.

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Por Infocampo

Magalí Gutiérrez nació en Bahía Blanca y siempre tuvo vínculo con la ruralidad: de niña, su abuelo la llevaba al campo y andaba a caballo con sus primos.

Eso fue una marca que quedó para toda su vida y la llevó a estudiar agronomía y a tener que trabajar en un campo familiar desde antes de recibirse.

En ese camino, fue creciendo y hoy es la gerente técnica de la Chacra Valles Irrigados Norpatagónicos de la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid).

En otras palabras, produce y asesora empresas en el norte de Río Negro, en la puerta de entrada a la Patagonia, donde con condiciones productivas difíciles, lo mismo es posible lograr cultivos extensivos y forrajes de alto rendimiento, donde antes solo había ganadería.

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Gutiérrez es la primera protagonista de la serie de podcasts “Tierra de Historias”, una producción integral de Profertil, conducida por Juan Ignacio Martínez Dodda y realizada por MG consultora en alianza con Gama Media y Jirafa Productora, que tendrá una edición mensual, reproducida por Infocampo a través de sus diversas plataformas de comunicación

El objetivo es conocer a los jóvenes del campo argentino, saber qué piensan, cómo imaginan el futuro y como se insertan en las empresas en las que trabajan, sean familiares o no, sus miedos, sus pasiones y qué les gusta hacer más allá de su profesión relacionada al campo.

A continuación, un extracto de la entrevista que puede escucharse completa al finalizar la nota:

-¿Cuáles tu vínculo con la ruralidad? ¿Si cerrás los ojos, qué recuerdos se te vienen a la mente?
-Mi vínculo con la ruralidad arrancó porque soy básicamente de una familia que viene del campo: éramos cinco primos de los cuales cuatro eran varones y yo era la única mujer. Recuerdo muy bien siempre andando atrás de mi abuelo, correteándolo por el campo para acompañarlo. Llegar al campo e irme derecho al potrero con los caballos. Me encantaba ir al campo con ellos, de ahí se generó el vínculo y de ahí viene todo, de la familia.

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-¿Fue inevitable entonces elegir agronomía?
– Aunque mamé el campo desde chica, no lo veía como una posibilidad para mí. Es más, hice el secundario en una escuela de comercio. No tenía mucho el campo en el mapa; no lo veía como algo factible para mí, quizá como mujer en ese mundo. Pensaba “todo lo que hay que hacer, todo lo que hay que saber”, como que era medio tabú para mí, así que no lo tuve como una posibilidad hasta que arranque el secundario en la Escuela de Comercio en Bahía Blanca. En esos tres años hice todo lo que sabía que no iba a hacer nunca más y me empecé a abrir un poco más a contactarme de vuelta con el campo, más de grande más con otra visión. Ahí sí lo vi como una posibilidad clara y dije esto a mí me gusta mucho.  Y me sumergí de lleno a agronomía, estudiando en la Universidad Nacional del Sur.

-¿Hay algún aspecto de la carrera que te haya sorprendido?
-Entré a la carrera con una idea muy romántica del del agro, así de dedicarse al campo que era un poco lo que me acordaba de mi adolescencia de chiquita. Estuve en contacto con el campo hasta los 12, hasta que mi abuelo no me podía llevar más los fines de semana porque era un peligro en la ruta. Y cuando arranqué la carrera se dio también que mi madre se tuvo que empezar a hacer cargo de un campo familiar y fue todo una cosa conjunta, de salir de la visión romántica del agro y empezar a ver todas las cosas que había que abarcar, que había que pensar, considerar. Eso generó algo positivo en mí. Pensé “esto está muy picante, pero me gusta”. Lo que me sorprendió entonces fue un poco todas las ramas que tiene el rubro. En el campo se pueden hacer un montón de cosas, desde biotecnología o cualquier tipo de producción, bioeconomía, hay periodistas que son ingenieros. Hay un montón de cosas para hacer y eso ahí me abrió la cabeza. Me terminé de enamorar.

-¿Cómo fue ese trabajo con tu mamá?
– Me tuve que dedicar a la gestión productiva del campo a los 20, en tercer año agronomía. Tenía miedo y mi hermano me capacitó, me hice cargo de eso hasta los 24, 25, que me recibí. Era paralelo a mis estudios, coordinar todo, si la cosecha es en diciembre, rendir en febrero. Y al principio también a veces recorrer y volver llorando de no saber qué va a pasar, cuánto va a rendir el grano, se puso chuzo y a quién se lo vendo. Las personas que tenía al lado me sostuvieron y después me tocó irme a trabajar en investigación y desarrollo en una zona con productores pioneros; cuestión de coraje, actitud y paciencia. Callarse y aprender. Yo a la soja la conocí en vivo y en directo a los 25 años cuando me fui a trabajar al sur, a la Patagonia. Aprendí por el amor que le tengo a la profesión, pero uno no nace sabiendo, es cuestión de meterle ganas y darle forma al asunto.

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-Al llegar a esta chacra en los Valles Irrigados, ¿qué te sorprendió del proceso de producción de granos y forrajes en las puertas de la Patagonia?
-Lo que más me sorprendió es que uno piensa que ya se sabe todo, que ya está todo hecho y es cuestión de extrapolarlo de otra zona, ajustarlo un poco y listo. Y acá no: cuando empezamos a trabajar, empezamos a descubrir cosas nuevas y cosas increíbles que nos sorprendían, que nos hacían un poco tirar a la basura el manual que traíamos en la cabeza y resetear para producir ahí. O sea, desde lo agronómico ver cosas que nunca vi; me enloqueció esa zona, ocho años de mi vida estuve metida ahí, y hoy todavía es fascinante.

-Entre las tecnologías que se usan hoy en el campo; tanto insumos como procesos, ¿cuál te llama más la atención o crees que es la que más puertas abre?
-En la zona donde me tocó trabajar, para llegar a una buena productividad, tuvimos que transitar el desarrollo de suelo, y eso se logró gracias a cobertura y raíces. Así que destaco totalmente lo que es la tecnología de procesos, de lo que es generar cobertura e intensificar lo más posible al sistema, con cultivos generando cada vez más raíces, lo que luego desencadena mejoras evolutivas del suelo.

-¿Cómo percibís la relación entre el campo y la ciudad? Me interesa la opinión de la generación de los de menos de 35 años.
-Creo que la población sigue teniendo una idea muy distorsionada del agro, una visión de que todos tienen plata, oligarcas. Lo bueno es que hoy en día nuestra generación está acostumbrada a comunicarse o incluso hay muchísimos influencers de muchísimo éxito se dedican a contar cosas del campo para la ciudad. Ahora queremos conectarnos, comunicarnos, es distinto que antes cuando el productor encerrado en el campo no hablaba con nadie. Estamos conectados. Hay tecnología, hay señal, hay redes sociales y hay ganas de hablar, de hacer y de cambiar esta imagen distorsionada que hay del campo.

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-Ahora, dos preguntas en una: ¿qué te entusiasma y qué te pone mal de Argentina?
-Se puede hacer de todo, el agro argentino es líder en saber cómo hacer las cosas, en ese know how para producir con sustentabilidad, y tenemos un amor muy profundo por el agro, porque obviamente es una de las actividades principales del país. Lo que me deprime un poco es que muchas veces tenés que preocuparte más por saltar baches o evadir problemas, en lo que es el marco político económico, y no en cómo producir cada vez más y mejor.

-Pensando a futuro, ¿qué te gustaría estar haciendo en relación al campo de acá a 10 años?
-Por suerte ya pude probar varias vetas en el rubro y lo que más me gusta es ser productora. Me veo creciendo ahí, en una zona que no es fácil, que llueve muy poco, pero en el futuro me gustaría dedicarme a eso, obviamente con mis seres queridos; en una empresa familiar me encantaría.

LA ENTREVISTA COMPLETA

También se puede escuchar este podcast en Spotify, haciendo CLICK AQUÍ.