Cuando a los 18 años Inés Berton dejó San Isidro, en Buenos Aires, y marchó rumbo a París y luego Nueva York, no sabía que volvería a la Argentina en 2001 para liderar su propia compañía. Pero nada de eso la acobardó.
Inés había pasado ocho años en el extranjero y tenía poco dinero en el bolsillo para aventurarse al mundo del emprendimiento justo en el año más delicado desde lo económico que recuerdan los argentinos. Pero su idea ya había nacido, solo había que hacerla volar.
El entusiasmo de meterse de lleno en el mercado de la segunda bebida más consumida en el mundo detrás del agua pudo más que todo.
UN TÉ PARA CRECER
“El té no conoce fronteras. Yo hago lo que hace el enólogo con el vino, es exactamente lo mismo. Tener una nariz de té es como lo que hacen los enólogos a la hora de crear y combinar variantes en busca de un propósito, y desarrollar familias de sabores”, contó Inés Berton en un mano a mano con Infocampo, un día después de su participación en Argentina Visión 2040.
La suya fue una de las voces que escucharon los presentes al evento de empresarios y políticos que se dio esta semana en la Usina del Arte, un lugar que calzó perfecto con la línea que busca darle a Tealosophy desde hace 22 años.
El té creado por Berton llegó hasta el Dalai Lama.
“Yo lo que quise crear es lo que se llama una “soul brand”, una marca con alma. Había tenido una mentora japonesa que siempre me decía que el té era un lenguaje y justamente el arte de ritualizar la hospitalidad. El té tiene que ver con la sofisticación de lo simple. Ahí fue que aprendí a sentarme con una taza y cambiar ‘competir’ por ‘compartir’”, apuntó.
Y su proceso de creación en el plano de lo comercial no fue sencillo. En el panel de Argentina Visión 2040 dejó una humorada al pasar, con la que graficó su idea sobre la empresa: “A veces me preguntan quién es el CEO de Tealosophy, u otro cargo de nobleza. Pero a mi no me funciona la estructura piramidal porque me pone muchos límites”.
“¿Entonces qué hice? Dividí mi empresa en dos, entre ‘dreamers’ y ‘doers’, soñadores y hacedores. Yo lidero a los soñadores”, dijo ante los presentes.
Por eso retomó el tema en el mano a mano con Infocampo. “Vengo del palo creativo y vivo de mi creatividad. Mi creación es la que me da de comer, pero el primer paso es dejar el ego de lado y rodearse de gente que sepa más que uno”, contó.
EL TÉ Y EL DEPORTE DE ELITE
Se sabe que entre la alta competencia los detalles juegan cada vez más y un juego se puede ganar o perder por mínimos aspectos. Ni que hablar del básquet, un deporte en el que hasta las fracciones de segundo pueden cambiar el curso de un encuentro. En ese marco el té de la marca creada por Inés hizo su desembarco nada menos que en la NBA, la liga más importante del mundo.
“Hoy está muy fuerte el tema de los alimentos funcionales, como por ejemplo la cúrcuma, que es desinflamatoria, o la equinácea que levanta al sistema inmunológico. Muchas veces se dan ciertos requisitos, pero puede pasar que por ahí desde los equipos quieren que dejen de tomar tanto café. Ahí es cuando nos piden variedades con mayores cremosidades, como la vainilla de Madagascar”, ejemplificó.
La recomendación, como en todas partes del mundo, también hizo lo suyo. Así fue que el chef de los Phoenix Suns pidió los servicios de Tealosophy. Así también se le abrieron las puertas del Super Bowl y el béisbol estadounidense.
Además de la cúrcuma o la equinácea, se abren paso especialidades como la maca o el CBD, o variantes como el rooibos sudafricano o la clorofila.
“Ante esa demanda, mi especialidad es hacerte algo que sea rico”, simplificó.
Ese olfato absoluto y el ensayo de prueba y error estudiando perfumología en Francia -carrera que dejó porque no le gustó- fueron llenando su biblioteca de aromas y sabores. “Al mismo tiempo hay que estudiar para saber luego nombrar”, dice. Es la manera de crear “familias olfativas”.
“Si alguien me pide té cítrico yo le contesto: ‘Ok, ¿pero es una clementina? ¿O es una bergamota? Lo mismo con el quinoto, lima, limón, naranja. Lo que hacemos es como abrir las familias olfativas para poder nombrar y crear y tener más desarrollada la paleta”, indicó.
En esa carrera se abastece de té argentino que puede ser de la Patagonia para el caso de los frutos rojos, o de la manzanilla de los campos cercanos a Pehuajó. También de variedades que florecen al pie de la cordillera del Himalaya y otras partes de la India, de Birmania o de Sri Lanka.
“El té argentino es un té de llanura, pero yo me especializó en las hebras, que necesitan de la amplitud térmica de la altura. Por eso es que con los monzones, los pies del Himalaya son un lugar ideal para cultivar té”, afirmó.
“¿Si tengo muchos colegas en el país? No, se dice que apenas somos 11 personas en el mundo haciendo lo mismo. Es una característica rara la de tener nariz de té”, cerró.
