Sin demasiado preámbulo, el presidente Kirchner, en sus últimos días de gobierno, firmó el decreto 1.764 por el cual se convoca a la realización del nuevo censo agropecuario nacional.
El último se realizó en 2002, con la Argentina en llamas (como gustan decir), en la post convertibilidad. Debió haberse hecho en 1998, diez años después del inmediato anterior (CNA 1988), pero un país deficitario no podía o no quería asignar recursos para tomarle una radiografía al sector agropecuario y lo que tenían que ser diez años terminaron siendo catorce.
Hoy, con la convocatoria a un nuevo censo parece recuperarse el tiempo perdido.
“A raíz de las medidas de política económica que se vienen aplicando y las respuestas productivas obtenidas, se podría aseverar que la foto (la del CNA 2002) no es actual y que se requiere de una imagen contemporánea y de gran calidad que permita continuar aplicando medidas que contribuyan al desarrollo del país”, sostiene el texto del decreto en sus fundamentos. Claro, en el ínterin se pasó de las cámaras de rollo a las digitales, siguiendo con las metáforas ópticas de los redactores de la norma.
Lo cierto es que seguramente el año que viene la nueva foto del sector esté tomada. Pero, ¿qué quiere ver el Gobierno en esta nueva imagen? ¿Dónde quiere poner el foco del lente?
La gente. La primera respuesta es la gente. Es que el sector agropecuario es algo más que millones de hectáreas de cultivos, millones de cabezas de ganado o miles de tractores.
Hay también una componente social, una ruralidad difusa -por qué no fuera de foco- de miles de productores que asentados en el campo forman parte de la trama socio-económica.
Y esta componente asociada a la agricultura familiar y el desarrollo rural asoma como un eje o base de sustentación para un, hasta ahora no explicitado, plan de acción de la Secretaría de Agricultura en la gestión de Cristina Fernández de Kirchner.
Este nuevo censo nacional agropecuario no hay que desligarlo del recientemente creado Registro de la agricultura familiar ni de la creación de una subsecretaría específica, cuyo decreto el secretario Javier De Urquiza espera que salga a la brevedad.
Tampoco hay que desligarlo del congreso realizado en Parque Norte pocas semanas atrás, donde el Foro de la Agricultura Familiar ovacionó al funcionario nacional por sus anuncios.
Allí había estado el presidente de la Federación Agraria, Eduardo Buzzi, haciendo las veces de anfitrión de este foro.
Por qué no, entonces, comenzar a hablar de la construcción de poder del kirchnerismo en lo rural, en un espacio que se enlaza con las organizaciones que la componen pero que puede ir más allá también.
Paralelamente, el nuevo censo debería traer información dura sobre los efectos de cuatro años y medio de nestornomics en el sector.
Cuántos metros cuadrados más de galpones de pollos hay, cuántos metros cúbicos más de silos, cuántas cosechadoras, sembradoras, tractores, etcétera.
Así, el CNA 2008 se convertiría en una herramienta muy sólida para reivindicar la política macroeconómica de esta gestión sobre el agro, obviamente si los números son lo que se espera.
También los datos del CNA servirán para superponerlos con datos duros que el gobierno está colectando desde ámbitos como la Oncca, donde los requisitos para acceder a los reembolsos tiene como externalidad el conocimiento preciso de la estructura de la producción agropecuaria y agroindustrial argentina.
Javier Preciado Patiño