En la actualidad tengo la satisfacción de comprobar empíricamente que la productividad puede verse beneficiada en virtud de la aplicación de prácticas agronómicas conservacionistas que frente a condiciones climáticas y ambientales adversas ayudan a neutralizar pérdidas.
En la búsqueda de herramientas estratégicas de bajo costo y alto beneficio decidí hacer cobertura en mayo del año pasado con triticale (dos días después de cosechar una soja grupo 6). Para estos fines fueron suficientes para la siembra sólo 80 kg de semilla. Antes de encañar, en el mes de setiembre la sequé con dos litros de glifosato, sembrando posteriormente soja 5417.
Hoy, los resultados en los rendimientos de la soja me permiten analizar el impacto económico positivo de la inclusión de este cereal producto del cruzamiento de trigo con centeno, en el sistema de producción agrícola, que incluye siembra directa y rotación con maíz en un 30 %.
El triticale ha demostrado ser una forrajera excelente en zonas ganaderas por su rusticidad, buen volumen de biomasa y tolerancia a condiciones negativas de clima y suelos. Utilizado como abono verde o secado antes de que comience a consumir humedad contribuye a la porosidad del suelo, permite mayor retención de agua y disminuye la evapotranspiración producida como consecuencia del estrés hídrico y térmico de los últimos años. Su contribución a la recuperación de las propiedades físicas y biológicas del suelo es un elemento de gran valor para los que consideramos que vale la pena salir de esquemas tradicionales y encarar tecnologías que conjuguen beneficios para el bolsillo sin descuidar la preservación del recurso.
Es importante destacar que aun mis vecinos más escépticos, luego de comprobar los rindes superiores a los 30 quintales obtenidos a pesar de la sequía de diciembre y febrero, están dispuestos a adoptar esta noble modalidad de trabajo.
María Cristina torres
Especial para Infocampo
Productora agropecuaria de Salto provincia de Buenos Aires
