La realidad para los prestadores de servicios de forrajes y henificación es ambigua: por un lado, como es sabido, la ganadería no está pasando un buen momento. Por otro lado, el hecho de que cada vez los mejores lotes se destinan a agricultura está generando un corrimiento de la frontera ganadera y, por consiguiente, una necesidad de tener reservas para pasar el invierno.
Con más de 20 años brindando servicios para alimentar la ganadería nacional, la empresa Hijos de Daniel Tomatis cuenta con una vasta experiencia. Anualmente hacen alrededor de 40.000 rollos y su equipo está compuesto por cinco rotoenfardadoras y siete tractores. Todos de la marca New Holland.
Si bien el trabajo fuerte se hace de diciembre a mayo, hace tres años que el trabajo es continuo, de doce meses. “En esta época estamos concentrados en la zona de Quimilí, Santiago del Estero, donde se está trabajando con rastrojo de maíz y algo de alfalfa, esta última sólo algunos lotes preferenciales que se van dejando exclusivamente para corte”, explica. Facundo Tomatis, quien junto a sus hermanos Hernán, Gonzalo y Javier buscan crecer en el negocio que supo comenzar su padre, Daniel.
Este año, el norte está muy comprometido con el tema del forraje, no hay pasturas, los productores tuvieron la necesidad de salir a buscarlas para hacer una complementación y poder pasar el invierno.
El proceso, en el caso de los rollos de alfalfa, comienza con el corte; luego, a las 24 horas se hacen los rollos y finalmente se dejan estibados, listos para ser utilizados. En la zona donde trabajan los Tomatis (Humberto 1°, Santa Fe), una alfalfa bien hecha da cinco rollos por hectárea. En el caso de otras pasturas, como la moha, se pueden lograr de 10 a 12 rollos por hectárea.
En lo que respecta a los precios, el corte de la acondicionadora varía según cuántos rollos se logran por hectárea. La ecuación es: a mayor cantidad de rollos, más barato es el corte, que hoy ronda los 45 $/ha; en tanto que la confección del rollo cuesta alrededor de 23-24 $/ha.
Los equipos con los que cuentan les permite trabajar unas 70-80 hectáreas, por día por equipo, con tractores de 100 HP, teniendo en cuenta que se puede trabajar desde que se reduce la humedad en la mañana, luego hay que parar al mediodía cuando hay pleno sol por el desperdicio de hoja, y las labores se retoman cuando el sol baja y hasta que la humedad lo permita. A veces se trabaja toda la noche.
En cuanto a la conservación, lo más recomendable es taparlos o dejarlos en un galpón, más en años muy llovedores. “Pero no hay que taparlo completamente, porque el rollo necesita respirar un poco, porque si no se pone feo”, explicó Tomatis. Otro tema importante es cómo se acomoda el rollo en el campo. La forma más común que se acomoda es de manera horizontal (tipo rueda) porque las máquinas para acomodar ya están hechas para ubicarlos de esa forma. No obstante, Tomatis reconoce que sería mejor colocarlos vertical porque en menos espacio se puede acomodar hasta el doble, casi el triple, pero ahí hay que pensar sí o sí en taparlos para que el agua no penetre las caras.
Rollo o fardo. A diferencia de lo que ocurre en Estados Unidos, en la Argentina el rollo está más aceptado que el fardo. No obstante, la preferencia puede cambiar basado en la practicidad de transporte del fardo.
Un rollo de alfalfa de primera calidad pesa aproximadamente 900-950 kilos. Un fardo, en la Argentina, pesa unos 21 kg, mientras que los de Estados Unidos, conocidos como prismáticos, llegan hasta los 1.000 kg. “El fardo es de mejor calidad que el rollo porque mientras que el rollo entra en una cámara sobre correas, en donde va girando continuamente y va perdiendo calidad de hoja, el fardo, al entrar directamente en una cámara de prensado, compacta todo junto, sin fricción”, explicó Tomatis.