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Una soja con menos inhibidores de tripsina

Ambas variedades de la oleaginosa no transgénicas sirven para aumentar la calidad del grano destinado a la alimentación de cerdos y aves. Cuesta lo mismo que la soja común y en seis años se lograron rindes promedio de 4.200 kg/ha.

Ambas variedades de la oleaginosa no transgénicas sirven para aumentar la calidad del grano destinado a la alimentación de cerdos y aves. Cuesta lo mismo que la soja común y en seis años se lograron rindes promedio de 4.200 kg/ha.
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Por Infocampo

Según la Resolución 330 del Instituto Nacional de Semillas, se ordenó la inscripción en el Registro Nacional de Cultivares la “creación fitogenética de soja Inta Paraná 629 e Inta Paraná 661”.

La historia comenzó en 1995, cuando en el Inta empezaron a buscar una variedad de soja de calidad basada en menor contenido de inhibidores de la tripsina.

Se busca mejorar la calidad química del grano que, por contener factores antinutricionales, debe ser sometido a tratamiento por calor para posibilitar su uso como alimento de animales, especialmente aves y cerdos.

El resultado fue la obtención de dos nuevas variedades de alto rendimiento. Inta Paraná 629, del grupo V medio, resistente a las razas 1 y 4 de Phytophtora sojae (causante de la podredumbre de la raíz y la base del tallo) y al virus del Mosaico de la Alfalfa (AMV); e Inta Paraná 661, que pertenece al grupo III largo, y posee además, resistencia al virus del Mosaico de la soja (SMV).

Ambas variedades contienen un 58% (el 661) y 67% (el 629) menos de inhibidores de tripsina que el testigo Fainta 760, lo que permite acortar la duración del tratamiento por calor, con la consiguiente reducción del costo industrial porque se puede llegar a bajar de 8 a 2 minutos el calentamiento.

“Trabajamos con un gen que se llama kunitz, que bloquea parcialmente los inhibidores de tripsina, que son obligan a hacer la desactivación”, explicó Raúl Vicentini del Inta Paraná. En el estudio trabajó el Inti. “Logramos reducir en un 70% los inhibidores respecto de una soja normal pero la idea es seguir probando hasta lograr la inhibición total, es cuestión de tiempo”, aseguró Vicentini.

Inta trabaja variedades no transgénicas (las inscriptas) y no transgénicas que tienen una buena adaptación y tolerancia a las enfermedades más importantes y virus de la zona. “Si bien el productor prefiere siempre soja transgénica por cuestiones de manejo y esto hace que este material no sea muy requerido por ahora, para alimento humano es una variedad muy adecuada, de gran aptitud nutricional”, indicó el ingeniero del Inta.

Dado que se trata de materiales obtenidos por métodos tradicionales de mejoramiento, el grano producido con ellos podrá ingresar sin dificultades en los mercados que no admiten productos transgénicos. “Estamos comercializando, a partir de un convenio, con una empresa de Nogoyá que exporta alimento a Europa; para este año ya nos comprometimos con 100 t”, explicó Vicentini.

La soja tiene alrededor de 15 factores de los llamados indeseables que, en algunos casos, son beneficiosos. Para algunos médicos, este tipo de inhibidores son anticancerígenos. Lo malo para el consumo animal es que si no se desactiva inhibe el desarrollo.

En seis años de ensayos e investigación se lograron rindes promedio de 4.200 kg/ha, pero en algunas campañas y determinadas zonas se llegó a 5.000 kg/ha, siempre hablando de Entre Ríos.

El grano de soja contiene una sustancia anti-nutritiva que bloquea la acción de la tripsina, enzima que participa en la digestión de las proteínas del aparato digestivo, es por esto que debe ser desactivada por medio del calor para que pueda ser usada con eficiencia en raciones para animales.

Juan I. Martínez Dodda

jdodda@infocampo.com.ar

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