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La productora que combina producción y servicios

Virginia Zarantonello es Ing. Agrónoma y administra un campo en Bustinza, pero además es aeroaplicadora, preside la Ceasfe y tiene una escuela de pilotos junto a su padre.

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Por Infocampo

Virginia Zarantonello se crió desde chica entre aviones, una de las grandes pasiones de su padre, Héctor Daniel, que hace 45 años tiene su empresa servicios aéreos, donde se incluyen las aeroaplicaciones. Estudió ingeniería agronómica, atraída por la carrera y el ámbito que se desarrolla, pero además vio la posibilidad de ser, a futuro, asesora o regente de fitosanitarios en empresas de aplicaciones.

Años después, Zarantonello administra un campo propio en la zona de Bustinza, en Iriondo, Santa Fe, donde combina sus dos pasiones: la agricultura y la aviación, donde hace un año obtuvo la licencia de aeroaplicadora profesional y preside la Cámara de Empresas Agroaéreas de Santa Fe (Ceasfe).

“Primero tenés que ser piloto comercial. Una vez que cumpliste 400 horas de vuelo podés ser aeroaplicador”, explica a Infocampo, en el  marco del Congreso Latinoamericano de Aviación organizado por Fearca en Salta.

Para la campaña invernal, Zarantonello optó por sembrar avena como cultivo de cobertura para disminuir el uso de fitosanitarios, frenar el crecimiento de malezas y tener humedad al momento de la campaña de soja. Su primera intención fue incursionar en la cebada pero nunca tuvo las condiciones, primero por sequedad en junio, y luego por anegamiento en julio, generándole barro y la imposibilidad de sembrar.

La ingeniera encuentra una de las causas de la problemática de la zona en que las napas están muy altas : “No hacer cultivos de invierno, cultivos de cobertura o pasturas, contribuye a que las napas aumenten año a año. Se ve mucho campo desprotegido, sin un cultivo que esté evapotranspirando y sacando agua. Más allá que el cultivo de cobertura da la probable ventaja  de ahorrar una aplicación para el control de malezas,  también ayuda a bombear el agua que tenemos en demasía”.

Para la próxima campaña hará soja y sorgo. “(El sorgo) soporta mejor las condiciones de estrés hídrico, hace buen trabajo a nivel radicular como el maíz, y deja una muy buena cantidad de materia seca, que ayudará a generar materia orgánica y favorecer la estructura del suelo. Inclusive hay varios ensayos que demuestran que mejora el rendimiento de soja al año siguiente”, agrega.

El rinde promedio de la zona, estima, está entre  30  y 35 quintales, y que se necesitará una base de 17 qq/ha para cubrir los costos en campos propios. “Hay que salir adelante y ponerle muchas ganas porque la situación desalienta un poco”, admite la ingeniera, que hace un tiempo dejó de hacer monitoreo de cultivos para otras empresas y ahora se aboca de lleno al campo familiar.

En el avión

Ante el acortamiento de los ciclos de cultivo, los Zarantonello utilizan el tiempo libre en llevar adelante una escuela de aviación. “Como buenos amantes de la aeronáutica, queríamos seguir trabajando durante todo el año, y la escuela era una linda alternativa para seguir volando y mantenerse entrenado”, afirma.

Es difícil establecer un número de aplicaciones de fitosanitarios que se realizan en un año agrícola, porque están determinadas por muchas variables. Todo depende de cada año, la zona y el lote en particular, el manejo, las temperaturas, lluvias, etc. Para la ingeniera, “se puede tomar como promedio unas 6 o 7 aplicaciones al año. Una o dos de estas se realizan con avión,  cuando el cultivo tiene un desarrollo que imposibilita entrar con la máquina terrestre”.

Además, describe los beneficios de la aeroaplicación: “Con el avión se pueden elegir los mejores momentos del día respecto a humedad, temperatura y viento porque en una hora de trabajo se puede realizar más superficie que la que hace en un día un equipo terrestre. Se utiliza el 10% de agua en comparación con los mismos, para  el caldo de aplicación por hectárea”.

Por último, describe que “cuando hay problemas de piso se hace el trabajo en tiempo y forma, sin dañar al cultivo por pisoteo ni compactar al suelo; esto permite tratar rápidamente grandes superficies evitando que la plaga prolifere o que la enfermedad se disemine y lleva, muchas veces, a una reducción de la dosis y la cantidad total de uso de fitosanitarios”.

Por Agustín Monguillot, Semanario Infocampo

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