‘Si revisan a lo largo del tiempo cómo funciona el modelo económico que venimos proponiendo desde hace cinco años, verán que consiste en tratar de premiar la producción industrial y de castigar la exportación de la producción primaria’. Así lo indicó anoche el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, durante un informe sobre la marcha del gobierno nacional que realizó en el Senado.
Fernández realizó ‘quizás sin proponérselo’ un auténtico decálogo de la política agropecuaria oficial. A continuación se reproducen textualmente los principales párrafos de la disertación del jefe de Gabinete.
‘En los últimos diez años la Argentina ha cambiado sustancialmente la producción de granos. Hace diez años atrás el 70% de la producción de granos estaba orientada al trigo y al maíz, básicamente, y menos del 30% a la soja. La soja, como todos sabemos, no es precisamente un cereal (sic) demandado en la Argentina. El 95% de la soja se exporta principalmente al este asiático. En esa zona del mundo la usan para alimentar a los animales que sirven para alimentar a la población. Los cerdos y los pollos se alimentan mayormente con la soja. El 95% de la soja que se produce en Argentina va a ese mercado. La Argentina no consume soja. La apertura de esos mercados, la oportunidad que esos mercados estaban ofreciendo, el alza de los precios que se ha observado en todo ese tiempo, han hecho que gradualmente muchos productores se hayan dedicado a producir para vender al exterior y dejar de producir aquello que los argentinos consumimos’.
(Nota de la Redacción: en el ciclo 1997/08, según datos de la Sagpya, la producción argentina de granos (soja, girasol, maní, cebada cervecera, maíz, sorgo, trigo y avena) fue de 64,3 M/toneladas, de los cuales un 30,0% correspondió a maíz; 29,0% correspondió a soja y 22,9% a trigo. La proyección oficial para el ciclo 2007/08 indica una producción de 93,7 M/t con una distribución de 50,3% para soja; 21,9% para maíz y 16,4% para trigo).
‘El esquema es que una demanda creciente de alimentos, y básicamente de productos no consumidos en la Argentina, lleva a producir cereales que en la Argentina no se consumen, aprovechando los buenos precios que hay en el mundo. Entonces, el resultado es que cada vez tenemos menos trigo, menos maíz, y más soja, que no comemos los argentinos’.
‘En materia de retenciones, nosotros llevamos adelante una reforma, que emprendimos con dos sentidos. En primer lugar, que los precios internacionales no pesen en el mercado interno, porque este ‘y me refiero no solamente el agrícola, sino todo el vinculado con la producción argentina’ está atendido por políticas activas del Estado, que tienden a preservar esa mejor producción’.
‘Para ello, reitero, hay dos políticas activas del Estado, que son muy claras y que tienen que ver con esto: una política que intenta garantizar una moneda fuerte y competitiva, que se logra a través de un dólar gerenciado por el Banco Central de la República Argentina; y, a su vez, una política clara de contención del precio de los combustibles, que determina de algún modo que el gasoil esté a un precio infinitamente más bajo que en el resto del mundo’.
‘El pequeño productor ‘justo es decirlo’ no tiene exactamente la misma suerte que el pool de siembra ni el gran productor de soja. Y no tiene la misma suerte, porque muchas veces su producción es menor, está sometido a los que controlan el mercado, tiene un costo de insumos distinto y, además, fundamentalmente, no siempre está en la mejor zona del país. Todos aquellos que producen en la llamada zona extrapampeana, que con mayor crudeza algunos llaman zonas periféricas del país, tienen ‘por la poca gracia de esas tierras’ un mayor gasto de inversión y un mayor costo para producir soja’.
‘Pero la realidad es que, en algún caso, las retenciones tienden un poco a equilibrar los precios internos, para que los precios internacionales no pesen en el mercado interno; y en otros a reconducir la producción agrícola en nuestro país, para que en la Argentina tengamos primero aquello que consumimos y luego exportemos aquello que básicamente no consumimos’.
‘Yo no soy de aquellos a los que le gusta demonizar a la soja, pero tengo que decir que en los términos de producción que hoy tenemos, representa un problema para la Argentina porque hoy nuestro país -como discutíamos con los representantes del sector-, tiene problemas con la producción de trigo. Irónicamente, si la cosa sigue así, corremos el riesgo de que en algún momento tengamos que importarlo. Y sería de una irracionalidad económica absoluta que nosotros produzcamos para que otros se alimenten, y no demos de comer a los nuestros. Entonces, esa medida (por las retenciones móviles) tuvo ese sentido’.
(NdR: los cultivos de soja y trigo no son excluyentes, dado que se siembran en momentos del año diferentes; se trata más bien de producciones complementarias, porque el doble cultivo trigo/soja de segunda es una alternativa viable en muchas zonas productivas argentinas).
‘Pensamos en las retenciones móviles porque, como muchos dijeron antes de este conflicto, son infinitamente más justas que las fijas. ¿Saben por qué? Porque, de algún modo, desde el Estado participamos del mejor rendimiento del productor; y perdemos con el peor rendimiento del productor. Es decir, si la soja sube, es cierto que vamos a tener más retenciones, pero si la soja baja, vamos a cobrar menos retenciones’.
(NdR: en el caso de la soja, al comparar el actual esquema móvil versus el fijo anterior con una alícuota del 35%, se observa que recién por debajo de un precio FOB de 400 u$s/t comienza a haber una leve reducción efectiva de la retención, mientras que por encima de ese valor el peso del impuesto es progresivo y creciente a medida que aumenta el valor FOB; el precio FOB oficial de la soja se ubica actualmente en 452 u$s/t).
‘Si revisan a lo largo del tiempo cómo funciona el modelo económico que venimos proponiendo desde hace cinco años, verán que consiste en tratar de premiar la producción industrial y de castigar la exportación de la producción primaria. Realmente, es algo muy simple de observar: si ustedes exportan maíz, el grano tiene una retención, pero si lo utilizan para producir pollos, ya no hay retenciones; si ustedes producen soja y la exportan, el grano tiene una retención; pero si hacen leche, milanesas de soja o de algún modo la industrializan, el producto exportado no tiene retenciones’.
(NdR: la retención vigente sobre la leche en polvo entera, principal producto lácteo de exportación, es del orden del 34%; esto porque el precio de corte es de 2770 u$s/tonelada y el valor FOB promedio de la leche en polvo entera a granel se encuentra en unos 4200 u$s/t).
‘En realidad, la soja sirve para distribuir y promover lo que constituye uno de los grandes problemas del campo argentino: vincular la cadena de producción y de elaboración, la del productor y la de la agroindustria’.
‘Las retenciones tienen sentido porque, objetivamente, equilibran una situación de desequilibrio. ¿Qué quiero decir con esto? Las retenciones sirven porque, con esos precios excedentes que el mercado internacional ofrece, nos permiten ordenar los precios internos. Si no tuviéramos retenciones, lo que objetivamente pasaría es que todos estarían tentados de vender lo producido al exterior ‘que es donde mejor se paga’ y estaríamos obligados a pagar el precio externo para consumir internamente. Esto es una enorme injusticia, porque todos los argentinos, de algún modo, estamos colaborando para que esa producción ocurra. Colaboramos con el dólar gerenciado, colaboramos con los subsidios al gasoil, colaboramos con los salarios en pesos y no en dólares; colaboramos. Entonces, no es razonable que los argentinos nos veamos sometidos a la circunstancia de tener que pagar un bife del mismo modo que lo paga alguien que está en Rusia’.
‘¿Es razonable que las retenciones caigan cuando el producto primario se industrializa, genera empleo y le asigna un valor extra, adiciona valor al producto primario? Sí, es razonable que lo tratemos de ese modo. Y también lo es que las retenciones, desde esta lógica, definitivamente favorezcan al que industrializa, al que le agrega valor al producto primario, y castiguen al que no lo hace. Efectivamente debe ser así’.
‘El campo, la ganadería y el sector lácteo tienen una oportunidad formidable, y debemos estructurar su forma de desarrollo para aprovechar la oportunidad. Ahora, si la forma de desarrollo es dejar que el mercado funcione sin intervención, vamos a tener soja hasta en las macetas. La realidad es que se trata de un cultivo que, en términos de inversión y cuidado, demanda mucho menos que producir una vaca o que una vaca que dé leche’.
‘Es cierto que tenemos un excedente de trigo, pero no sabemos realmente cuánto trigo nos queda como excedente; y no lo sabemos, porque el sector tiene una parte de producción oculta para escapar a la acción impositiva o no lo declara, buscando un mejor precio; no lo sé. Lo cierto es que parece haber 16 M/toneladas de producción de trigo, parece ser que debiera haber 1,80 M/t en condiciones de ser afectadas a la exportación, pero sólo hay registradas 400.000. Entonces, ¿qué hemos dicho hoy? Como tenemos 400.000 seguras como excedente, la propia presidenta me dijo hoy a la tarde, hablando por teléfono: liberemos 100.000 toneladas ya con destino a Brasil. Efectivamente, nosotros somos proveedores de trigo de Brasil y no queríamos, tampoco, dejar colgado ese mercado, maltratar a un país del Mercosur y, más aún, a un país como Brasil, que tiene la relación que tiene con la Argentina. Entonces, liberamos 100.000 toneladas de trigo que se exportan ya’.
(NdR: según datos de la Conab, el consumo interno de trigo en Brasil en el ciclo 2007/08 será de 10,25 M/toneladas).
‘¿Cuál era la preocupación que tenía el productor de trigo y que nos transmitieron las entidades? La preocupación era que no les llegaba nunca eso que se llama precio pleno, que es el precio internacional menos las retenciones (y los gatos de comercialización). Por lo tanto, trabajamos para que ese precio le llegue al productor, y acordamos un método con intervención de los molinos y de los exportadores. Obviamente, necesitamos del compromiso de toda la cadena, porque si empiezan los abusos comienzan los desórdenes. Y todos deberíamos estar trabajando en ese sentido, porque creo que todos quieren que al productor de trigo le llegue ese precio pleno; absolutamente todos’.

