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Granos, el viento empieza a soplar de proa

Empezando por el clima y terminando por las políticas, las cosas no pintan bien para esta campaña 2008/09. En el caso del trigo, para este cultivo invernal se estima un área sembrada de 4,5 millones de hectáreas, versus 5,85 de la campaña pasada. Son datos oficiales, estimaciones de la Sagpya. La pérdida en superficie es... Read more »

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Por Infocampo

Empezando por el clima y terminando por las políticas, las cosas no pintan bien para esta campaña 2008/09. En el caso del trigo, para este cultivo invernal se estima un área sembrada de 4,5 millones de hectáreas, versus 5,85 de la campaña pasada. Son datos oficiales, estimaciones de la Sagpya.

La pérdida en superficie es de 1,35 millón de hectáreas. A un rinde promedio nacional de 2.800 kg/ha, significa una merma en la producción de 3,8 millones de toneladas.

A un valor FOB de 300 u$s/t, son u$s1.100 millones que la agricultura argentina deja de facturar (lo que incluye el 28% que va al Tesoro Nacional vía retenciones).

En tanto, el área maicera tiene un piso de caída de 5 a 10% respecto de la campaña pasada, según la Sagpya. Serán 3,6 a 3,8 millones de hectáreas contra 4 del año pasado.

Analistas privados estiman una caída mucho más significativa basados en indicios del mercado de insumos y una salida del invierno sin humedad.

En ambos cereales, entonces, se espera una reducción del área. Pero la merma en la cosecha se podría morigerar promoviendo la fertilización. Sin embargo, también en este área el panorama se presenta complejo.

Es muy poco lo que se puede intervenir sobre el mercado del fósforo, ya que en su casi totalidad es un insumo importado, donde no se puede ir más allá de desgravarlo del arancel de importación. En el caso del nitrógeno, donde hay una producción nacional importante, hay una disparidad entre el precio que el Gobierno presenta como acordado y el del mercado libre.

En este último segmento se habla de una urea en el orden de los 1.000 dólares la tonelada, contra 450 u$s/t de la acordada.

Semejante brecha de precios está llevando al proveedor (que además ha sufrido paradas de producción) a tener una política cuidadosa de entregas, para asegurar que el producto llegue a quien tiene que llegar. Por un lado, el sector proveedor le está pidiendo al Gobierno que vuelva a liberar, como hizo el año pasado, un cupo de toneladas del arancel de importación. Sostiene que así ayudan a abaratar el precio del producto en unos 50 dólares por tonelada.

De todos modos, no se soluciona el problema de los altos precios de los nutrientes para esta campaña, que llevaría a una menor aplicación.

De ahí que Maizar, la entidad de la cadena del maíz y el sorgo, está solicitando a los legisladores que den luz verde a un proyecto de ley que permitiría desgravar del Impuesto a las Ganancias el costo de los fertilizantes aplicados en el maíz.

La estimación es que el costo de la fertilización gracias a esta posibilidad se reduciría en un tercio. “Estamos convencidos de que la única forma de disminuir el costo de los alimentos es mediante un fuerte incremento de la oferta, estimulando a todos los productores -pequeños y grandes- a invertir en aumentar la producción”, sostienen desde la entidad.

De hecho, un achique en la torta agrícola es la peor noticia para todos los jugadores del agronegocio, ya que las tensiones irán en aumento.

Publicamos meses atrás en esta columna, que la estrategia de la Oncca es administrar y asegurar el mercado interno. Para ello cuenta con la herramienta de los ROE, cuya expedición o no regula el flujo hacia el exterior. La política de la Oncca pivota sobre la de Comercio Interior, en lo que hace al control de precios y el cumplimiento de los acuerdos.

En la semana surgieron las versiones, originadas en dichos del propio titular de la Oncca, Ricardo Echegaray, respecto de que se podría cerrar la exportación de maíz hasta la próxima campaña. La razón radicaría en un cálculo de la oferta para el mercado interno. Pero la medida automáticamente genera malestar e incertidumbre en el sector de los productores y la comercialización.

Dada la fortaleza que ha adquirido el consumo interno de maíz (por producción avícola, porcina, bovina, molienda, etc.), una de las consecuencias que se espera frente a una caída de la producción es el recalentamiento de los precios del cereal.

El precio del maíz dejaría de arbitrarse por la paridad de exportación, para pasar a fijarse por el mercado interno. Esto impactaría directamente en el costo de las compensaciones otorgadas a la industria, aumentando por tanto las erogaciones del Tesoro Nacional.

Lo paradójico de esta combinación de factores es que probablemente se siembre más soja este año que nunca, contradiciendo los deseos que el Gobierno expresara cuando impulsaba el sistema de retenciones móviles. Incluso resulta un mal comienzo para el plan del secretario de Agricultura de la Nación, que prevé llegar a 2015 con una cosecha de 150 millones de toneladas, pero en base a un muy fuerte crecimiento del maíz y el trigo en la torta agrícola.

Puede que este mal arranque se deba esencialmente al mal clima y a los altos costos de producción (un productor de Saladillo nos informaba que pagó 3,20 $/l el gasoil y con cupo), pero evidentemente armonizar las metas productivas que plantea Cheppi en el largo plazo, con las urgencias de la política en el cortísimo plazo requerirá no sólo de una gran ingenio sino de una visión de faros largos, algo que hasta el presente no ha abundado.

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