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CFK: discurso choca con la realidad del campo

La Presidenta manifestó que hay que superar la dicotomía “campo o industria” y que ambas actividades se sinergizan. También dijo que le gustaría vivir en un país (la Argentina, se entiende) donde los mayores ingresos provengan de la industria. Esto último para el campo sería bueno, porque así se sacaría de encima el peso de... Read more »

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Por Infocampo

La Presidenta manifestó que hay que superar la dicotomía “campo o industria” y que ambas actividades se sinergizan.

También dijo que le gustaría vivir en un país (la Argentina, se entiende) donde los mayores ingresos provengan de la industria.

Esto último para el campo sería bueno, porque así se sacaría de encima el peso de ser el único motor de la economía y otras actividades sentirían la presión que el agro siente en la actualidad.

“Seguramente estaríamos viviendo en los grandes países desarrollados, donde la industria siempre ha subsidiado al campo”, dijo la Presidenta.

Correcta y pertinente apreciación, ya que en el presente, el sistema de compensaciones implica una transferencia de ingresos del productor, por medio de una suba de retenciones a la soja (4 puntos porcentuales en enero de 2007) a la agroindustria, llámese molinería, avicultura, refinación de aceites o lácteos, en un 75 por ciento, en aras de mantener un precio de los alimentos en el mercado interno sin la influencia del externo.

Pero en simultáneo a su asunción y su discurso, le estallaba en la cara el conflicto de los tamberos, como si fuera presagio de los tiempos por venir.

El de los tamberos es uno más de los conflictos surgidos de la política de sostener hasta las últimas consecuencias los residuales del efecto devaluación de 2002.

Ocurrió primero con la carne, después con el trigo y posteriormente con la leche.

En un mercado internacional alcista, el objetivo de mantener los productos alimenticios (algunos, en verdad) en el mercado interno desligados de la evolución de la paridad de exportación está creando tensiones que son cada vez más difíciles de resolver.

La pregunta es por qué hace ya dos años que el Gobierno puede venir sosteniendo esta política sin que la cuerda se rompa.

Y más allá de las explicaciones extra sectoriales es factible hallar algunas de tipo intrasectorial.

A veces, los discursos son una cosa y las acciones otras. Y esta idea, con la que arrancamos esta columna, no es sólo aplicable al ámbito público, sinto también al privado.

Es que las cadenas de producto no son tan solidarias como parece, sino que ante las “ventajas” que puede ofrecer la intervención oficial algún eslabón, como es lógico, se deja tentar a seguir el juego.

De esta forma, ni todos son tan críticos de las retenciones porque les abaratan los costos de producción, ni del sistema de compensaciones, ni de los precios políticos a los productos.

“Si les sacaran las retenciones al maíz y a la soja, tendría que bajar la persiana”, graficaba recientemente un empresario de las proteínas animales en diálogo con este medio.

También es factible escuchar desde la propia cadena láctea comentarios que relativizan la protesta tambera.

Otros apuntan a empresas que se están beneficiando con la exportación de productos lácteos no alcanzado por las retenciones móviles o vendiendo en el mercado interno otros no alcanzados por acuerdo de precios. Pero tampoco nadie se anima a arrojar la primera piedra.

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