En el último congreso de nutrición animal organizado por
En un contexto productivo que apunta a la intensificación, una de las modalidades que en forma experimental se aplica en algunos establecimientos de engorde a corral argentinos es la restricción de dietas.
Esta técnica consiste en reducir por un período de 30 a 45 días la ración, en un porcentaje del 10% al 30%. Además de la reducción, se debe realizar un correcto período de adaptación, entregar la comida con puntualidad y regresar a la dieta ad limitum (a voluntad) en forma paulatina, entre otros puntos.
Al aplicar restricción nutricional se modifican algunos parámetros fisiológicos como tasa de pasaje y digestión, y vías metabólicas relacionadas con la deposición de tejidos.
De este modo se favorece la formación de tejidos magros, que se traducirá en un mejor desarrollo de la estructura ósea y muscular del bovino.
A la hora de los resultados, y de acuerdo con el tipo de ingredientes utilizados en la dieta, la restricción permitió, en distintos ensayos, disminuir el costo por kilo producido en casi $ 0,18.
En diálogo con Infocampo, el doctor Ricardo Sager, del INTA San Luis, explicó que esta modalidad comenzó a implementarse para buscar respuestas productivas con baja en los costos para mejorar la rentabilidad en el sistema.
Otro punto es que, por los bajos pesos mínimos de faena, en los feedlots ingresa una mayor cantidad de animales livianos, que se engrasan muy rápido: “Como se necesitaba ganar más kilos, al restringirles la dieta crecen, pero con un menor engrasamiento”, sostuvo.
El empleo de esta modalidad no requiere de infraestructura extra, sólo deben afinarse algunas pautas de manejo: “Se deben realizar mediciones apropiadas y saber al detalle el consumo de la hacienda”, destacó. Uno de los establecimientos que aplica esta modalidad es el feedlot Cactus, en la provincia de San Luis.
Con un encierre actual de 18.600 cabezas, en el último período han pasado bajo esta técnica un total de 2.500 terneros.
En cada ensayo se utilizaron entre 250 y 300 bovinos, y en la alimentación restringida, la ración se suministró dos veces al día.
El médico veterinario Roberto Eizmendi explicó que esta restricción se implementó en tres etapas. En una primera instancia se diagramó un objetivo de consumo para un lote, y se redujo la dieta en un 30%.
En la segunda parte, se tomaron dos lotes. En uno se administró dietas ad-libitum, y en el otro se restringió durante 30 días. La última etapa fue similar a la anterior, pero a los bovinos con restricción se les agregó un suplemento proteico. “El agregado de proteínas no marcó diferencias en la conversión”, señaló.
El esquema para restricción de dietas comienza con el período de adaptación. Previo a la restricción, y por un período de 30 días, ingieren una ración de inicio, una intermedia y una etapa final de adaptación.
Una vez estabilizados, se reduce entre un 10% y un 30% la cantidad de comida entregada. A la hora de describir las ventajas de esta modalidad, Eizmendi explicó que ante una situación de emergencia se puede encerrar hacienda liviana y evitar que se sobreengrase al alcanzar su peso de venta. Cuando el animal sale de la restricción, tiene un período compensatorio:
“En el final del proceso, la conversión y ganancia de peso siguen siendo muy buenas”, manifestó. Pero esta técnica no se reduce a disminuir la cantidad de alimento. Además de una buena adaptación, el manejo de comedero es fundamental.
El profesional señaló que este manejo debe seguir las necesidades del bovino: “No tiene que haber altas y bajas en el consumo, ni desperdicio de comida”, afirmó.
El otro punto por tener en cuenta, tras el período de restricción, es el reingreso a un régimen normal de alimentación. Si no se efectúa en forma progresiva, se corren riesgos de acidosis y atonia ruminal, entre otros inconvenientes. Eizmendi explicó que, a causa de la seca, esta técnica se usó con más intensidad.
Pero no sólo en San Luis se aplica esta técnica. El médico veterinario Marcos Gatti, de Vetifarma, señaló que en un feedlot de la zona del Abasto, próxima a
Con un encierre de 15.000 cabezas, el ensayo se hizo sobre 650 animales, entre testigos y los restringidos. La técnica, según detalló el profesional, se aplica en forma esporádica y en lotes con pesos de ingreso de 130-140 kilos.
En los resultados, Gatti explicó que se registraron diferencias de 200/300 g de conversión total. “Se aprecia la diferencia en el alimento necesario para producir un kilo de carne”, explicó.
Entre algunos de sus beneficios, explicó que al bajar los requerimientos de energía para mantenimiento ese excedente energético redunda en un mejor índice de conversión.
(Artículo publicado en la edición de hoy de Infocampo Semanario)