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¡Soja, sorgo y más soja después!

Puede ser una gran alternativa para sustentar campos alquilados. La idea es de Guillermo Berra, un ingeniero agrónomo miembro de la Regional Rosario de Aapresid.

Puede ser una gran alternativa para sustentar campos alquilados. La idea es de Guillermo Berra, un ingeniero agrónomo miembro de la Regional Rosario de Aapresid.
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Por Infocampo

Guillermo Berra, un ingeniero agrónomo miembro de la Regional Rosario de Aapresid, puede que esté poniendo los cimientos de un nuevo paradigma en la agricultura argentina, al incorporar un elemento de sustentabilidad en los campos arrendados destinados al monocultivo de soja.

La idea de Berra, que esta campaña implementó en 250 hectáreas en Santa Fe y 90 en Entre Ríos, parece surgir como una derivación del criterio de cultivo de cobertura. Esto último significa implantar entre dos cultivos de gruesa uno de invierno, al solo efecto de generar materia seca y actividad biótica en el perfil de suelo. Antes se lo conocía como “abono verde”, pero como con la directa el suelo ya no se toca, todo queda en superficie y pasa a ser “cultivo de cobertura”.

La innovación de Berra y su equipo (Alejandro Casanova y Gastón Manarin) fue la siguiente: sembraron a fines de setiembre soja de grupo 3.1, es decir bastante cortas para la zona, con la idea de tener una cosecha temprana. Cuando el cultivo comenzó a amarillear, contrató un avión para que dejara caer semilla de sorgo entre la soja.

Una más que oportuna lluvia, a principios de febrero, hizo que el sorgo comenzara a brotar y que tomara fuerza a partir de la caída del follaje de la soja. Cuando los lotes fueron trillados, se vino la gramínea.

El crecimiento fue espectacular, comenta Berra, y para mayo ya estaba panojando y con una altura que llegaba a 1,50 metro, sin problemas.

Las heladas de fines de mayo detuvieron el crecimiento y mataron las plantas. Ahora y hasta que se vuelva a sembrar la soja, en la primavera, los lotes quedan en barbecho, bien protegidos por la cobertura de la parte aérea del sorgo, en descomposición.

El entusiasmo del técnico y de los que han compartido esta experiencia es difícil de sofrenar. Por un lado, el costo de esta tecnología es bajísimo. Primero porque como el objetivo es generar materia seca, no se siembra semilla sino grano de cosecha (hijo de híbrido) y encima del cultivo más barato que hay hoy en la Argentina. A 0,22 $/kg, los 30 kg que usó de densidad en promedio, dan un costo de 6 $/ha. Además ya están pensando en reemplazar el avión por una fumigadora terrestre, de buen despeje, a la cual adaptarían poniéndole una tolva de 3.000 o 4.000 kg y un sistema de distribución al voleo.

Segundo, porque es una planta de metabolismo C4, con una capacidad altísima de generar materia seca, que tiene una relación carbono nitrógeno ideal, lo cual supera con creces a los cultivos de invierno, como cobertura.

Tercero, porque no hay que estar cuidando cuándo quemar la cobertura, como sucede con los de invierno, para que no siga consumiendo agua. Se puede asumir que la humedad que el sorgo utiliza en el otoño no podría ser reservada para la soja de la primavera siguiente.

Cuarto, porque ni siquiera hay que gastar en glifosato para secar la cobertura. La misma helada se encarga de hacerlo con costo cero. Eso sí, igualmente antes de ir a la soja, hay que controlar el barbecho con el herbicida.

Quinto, porque la generación de materia seca alcanzaría valores de 7.000 u 8.000 kg/ha y es posible que más también. Al momento de cerrar esta nota, Berra y su gente estaban cuantificando el aporte de cobertura, pero lo cierto es que habían contado hasta 400 plantas por metro cuadrado y ahora, a principios de junio, cuando fueron a ver los lotes, están pensando cómo van a manejar la siembra de la soja en semejante volumen de rastrojo. “Posiblemente pasemos una cardera para que corte la planta a 30 cm y facilite la descomposición”, especula Berra.

Cómo sigue. Andrés Sylvestre Begnis es un joven profesional que forma parte del cuerpo técnico de Aapresid y que estuvo viendo la experiencia de Berra y Cía. “Es una cuestión interesante que si bien no soluciona totalmente el tema de la rotación es una alternativa viable para la inclusión de gramíneas”, comenta.

“Las ventajas del sistema es que aprovecha las lluvias otoñales, que es un agua que normalmente sobra y que se puede insertar en esquemas de arrendamiento, a un bajo costo. Además no tenés la necesidad de secarlo”, agrega.

Desde Paraná, el ingeniero Pedro Barbagelata, también vinculado con Aapresid, no escuchó hablar del tema, pero cuando se lo pone en autos opina que uno de los puntos a tener en cuenta es cómo manejar este sistema con sojas de grupos más largos. Sucede que los grupos cortos son más sensibles al estrés hídrico o térmico de pleno verano -de hecho fue lo que le pasó a Berra, ya que los rindes variaron entre 1.500 y 3.400 kg/ha- y por lo tanto más inestables entre campañas.

El problema con los grupos más largos es que si la cosecha se hace en mayo, el sorgo no tiene una ventana lo suficientemente amplia como para generar materia seca antes de helarse.

Berra acepta esto y de hecho para la próxima campaña planea ir con grupos más largos y siembras no tan tempranas. Por otra parte está pensando en incorporar nitrógeno, para ayudar a la emergencia y crecimiento del sorgo.

“Creo que este sistema puede ser complementario del de los cultivos de cobertura. Podemos pensar en el sorgo para planteos de arrendamiento, donde el dueño no cede ni en contratos plurianuales ni en el precio, y donde el que alquila ve que los rendimientos se le caen con el monocultivo, año tras año”, reflexiona Andrés Sylvestre Begnis, sobre esta innovación.

Javier Preciado Patiño

jpreciado@infocampo.com.ar

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