La Argentina, por la capacidad de su gente y la fertilidad de sus tierras, es uno de los pocos países del mundo que pueden asegurar la alimentación de su población en cantidad, calidad y precio.
Sin embargo, las erradas políticas del Gobierno, entorpeciendo y cerrando las exportaciones de nuestros productos, conjuntamente con exagerados impuestos, han producido pérdidas severas a los productores. El desánimo cunde en nuestro sector y genera la absurda paradoja de que a pesar de la fuerte demanda internacional y precios estimulantes las producciones agropecuarias argentinas retroceden.
Este año caerá la producción de trigo cerca de un 30 por ciento. En ganadería hemos perdido sólo en el último año 1.500.000 vientres. El proceso de liquidación de tambos es cada día más firme y en maíz sólo falta esperar la siembra para saber de cuánto es la disminución del área y por lo tanto de su producción.
Según un trabajo de Aacrea si continúa el actual proceso de liquidación de vientres con el nivel de consumo de carne por parte de nuestra población a partir del año 2012 deberemos importar carne.
La hacienda en pie vale hoy un 10 por ciento menos que en el año 2006, pero la carne en el mostrador exhibe subas en algunos casos superiores al 150 por ciento, demostrando que con las decisiones del Gobierno han perdido los productores y los consumidores.
Estamos ante la triste situación de que una hamburguesa es más cara en Buenos Aires que en Nueva York o el pan lactal en la Argentina que en Europa. Esto da por tierra con el argumento de la defensa de la ‘mesa de los argentinos’. En realidad lo que se ha producido son rentas extraordinarias de sectores intermedios de las cadenas productivas.
La idea de generar ‘encajes’ de productos para así autorizar su exportación, garantizando una provisión que no estaba en riesgo, ha producido nuevas trabas a nuestro comercio perjudicando directamente a los productores.
Es urgente que el Congreso de la Nación ejerza las facultades que le son propias: reglar el comercio con las naciones extranjeras de acuerdo con el Art. 75 de la Constitución Nacional. La Oncca se lo ha arrebatado desencadenando trabas al comercio e inestabilidad de las reglas, incremento de los costos, pérdida de valor de los productos y por lo tanto del trabajo del hombre de campo.
Además las resoluciones de la Oncca han hecho desaparecer los mercados de futuro y con ellos una herramienta fundamental en el acceso al crédito que los hombres de campo utilizábamos para encarar las siembras y las inversiones de largo aliento, no nos olvidemos que cada siembra significa una inversión superior a los 8000 millones de dólares anuales, inversión que a partir de este año se ve severamente dificultada.
Es por lo tanto un responsable directo de la caída del volumen de nuestras producciones.
Llegado a este punto debemos recordar que en el año 1952, por única vez, la Argentina debió importar trigo para abastecer el mercado interno. Y fue el resultado de la fuerte intervención estatal con el triste instrumento llamado Instituto Argentino de Promoción del Intercambio, conocido como IAPI.
Preocupémonos, entonces, valga la redundancia, por dejar producir a los productores, así sí obtendremos la Seguridad Alimentaria. De continuar por este camino desaparecerá y llegaremos al desabastecimiento por falta de producción y posteriormente a la importación, como ya ocurre con el gas y los combustibles líquidos.
Por Javier Jayo Ordoqui, secretario de Confederaciones Rurales Argentinas (CRA)
(artículo publicado en la edición de hoy de El Federal)

