Al momento de escribir estas líneas, el miércoles 2 de mayo por la tarde, no era mucho lo que habían recibido molinos y productores de trigo en concepto de reembolsos.
Los primeros sumaban unos $272.000, mientras que los segundos, unos $120.000. Bastante poco considerando lo que es la economía de este cereal y que la molinería fue una de las primeras actividades en quedar alcanzadas por el programa de los reintegros a la industrialización de productos agrícolas.
En la otra mano, las avícolas han recibido $25 millones, es decir el 75% de todos los subsidios entregados. Las empresas de este rubro han cobrado la compensación de enero en su casi totalidad (faltan tres solamente), muchas ya cobraron febrero, y una incluso marzo.
Además, y esto es muy importante, para el productor agropecuario, el mercado del maíz opera con una libertad mucho mayor que el de trigo (a pesar, por ahora, del cierre que sufre el registro del primer cereal).
El precio del trigo se ha mantenido durante meses estancado en $370, totalmente disociado de la tendencia alcista del mercado internacional.
De ahí el justo reclamo de los productores de acceder a un mercado libre que les permita recibir el precio lleno.
El Gobierno hasta el momento ha sido exitoso en mantener la materia prima del molino en un valor no inflacionario, pero a un costo alto para el productor.
En cambio, con los avícolas logró mantener un acuerdo de precios que no le genera dolores de cabeza en el índice de precios y al mismo tiempo permitió que los agricultores recibieran todo lo que el cereal pudiera valer. Puede que, en este sentido, el mecanismo utilizado ayude a explicar el motivo.
Los avícolas son reembolsados en función de los kilos volcados al mercado interno. Aplicando coeficientes de conversión y participación de las materias primas agrícolas en la producción de un kilo de pollo, han logrado que la granja se abastezca al precio de mercado (que es recibido por el productor), libre de interferencias.
Incluso, el mecanismo contempla un plus para que el pollito BB tenga precio libre y no haya que establecer una regulación adicional en ese eslabón.
En cambio, el sistema implementado en la molinería no sirvió para empujar a los molinos a pagar precio lleno y arrastrar así a los exportadores a empardar esos valores.
Es que pudiendo pagar los $370 por tonelada, los molinos no se vieron motivados a ofrecer más y esperar un reembolso (al que pueden suponer incierto) por parte del Gobierno. Es acá donde surge la idea de implementar el reembolso sobre la bolsa de harina puesta a salida de fábrica.
En definitiva, el elemento no inflacionario en la cadena de valor no es el grano de trigo sino la bolsa de harina.
Poniendo en cabeza de los molinos un valor de compensación sobre el precio de la bolsa de harina volcada al mercado interno, el molino se podría desentender del precio del trigo, tal como han hecho las avícolas con el maíz y la soja.
Con una señal clara de que los reembolsos se pagan en tiempo y forma, como ya ha quedado demostrado, los productores podrían acceder a un valor más real por su cereal, que hoy tampoco están recibiendo desde el Estado con el mecanismo actual (hoy la diferencia a cobrar supera los $100).
Si el mercado opera en forma transparente, el mejor precio que estaría en condiciones de pagar la molinería debería ahora sí arrastrar a la exportación a mejorar los valores, para poder llevarse el cereal de los chacareros.
Javier Preciado Patiño