Sí, lo hicieron otra vez. Esta vez el argumento fue proteger los precios de los productos de consumo interno. No importa que el complejo soja se exporte en su casi totalidad. Ahora el poroto deja en el puerto el 35% de su valor, como el trigo deja el 28% y el maíz el 25 por ciento.
En el 2002, la excusa fue la salida brutal de la convertibilidad. Después fue, según el entonces ministro Roberto Lavagna, colectar una forma “imperfecta” de impuesto a las ganancias. En enero de 2006, los cuatro puntos que le subieron a la soja fue para crear un sistema de compensación a los usuarios de los granos.
Y ahora, en palabras del ministro Miguel Peirano, la suba de las retenciones se justifica por la necesidad de generar “estabilidad de precios” en el mercado interno.
Queda la duda de si fue profecía autocumplida, a partir de los gurúes del agro que venían vaticinando la suba de las retenciones desde tres meses antes. ¿Fueron ellos el globo sonda o tester sobre el cual el Gobierno definió que había plafón para avanzar con la medida?
¿O fue que leyeron correctamente las estimaciones del Presupuesto Nacional 2008 y entendieron que la única forma que tenía el Gobierno de cumplir esa meta era vía aumento de retenciones para el agro?
Hoy eso pasa a ser anecdótico. No importa que la prácticamente totalidad de la soja que se produce en el país se exporta. A partir de ahora, va a tener que pagar más retenciones.
En tanto, la decisión del Gobierno deja varios puntos interesantes para su análisis.
1) Nos encontramos en un momento de expansión, tanto de la producción (más hectáreas, más rendimiento), como de precios. En este momento del círculo virtuoso, el Gobierno le pasa la garlopa a los ingresos de los chacareros. ¿Qué va a pasar cuando ingresemos en el ciclo de precios bajos y (posible) retracción de la producción? Si el Gobierno quiere mantener el ingreso fiscal tendría que subir más todavía las retenciones, porque habrá menor producción y de menor precio. Una lógica insostenible y un escenario más que preocupante si no hay control del gasto público.
2) Un grano artificialmente bajo fronteras adentro es una oportunidad única para estimular su transformación en productos de mayor valor agregado, por caso proteínas animales o alimentos. Pero, lo dice en la nota de tapa de esta edición un empresario cordobés que produce cerdos y huevos, hace falta crédito. Entonces, si el Gobierno no acompaña esta medida con un agresivo plan concreto (no anuncios) de créditos a tasa subsidiada para inversiones de agregación valor, lo único que genera es más recursos para el fisco y cero promoción de la inversión real. Sería una lástima.
3) Qué pasa con los productores de tierra adentro. Una cosa es retención de 28% para el productor triguero de Rojas y otra muy distinta el que por necesidad de rotación tiene que hacer el trigo en el Chaco, Tucumán o Salta. Apenas anunciado el aumento saltaron productores del NOA porque se sienten discriminados por los planificadores del Ministerio de Economía. De Urquiza prometió luego “políticas diferenciales” para este segmento.
4) Entidades, todo un tema. Hubo una estrategia que fue permanecer callados para no abonar la profecía autocumplida. Pero hubo quien permaneció callado simplemente por la desorientación. “La verdad es que no sabemos qué hacer o decir”, confesaban puertas adentro. Tercera estrategia: asumir la política oficial de hechos consumados, callarse y tratar de obtener algo a cambio.
5) Impericia. Si el objetivo del Gobierno era recaudar más, hay que ver que nuevamente los exportadores corrieron más rápido. Primero porque ya venían descontando (en el caso del trigo) en el precio una retención de 30%. Ganaron dos puntos netos, y lo anticipado, clink caja. Segundo, porque aprovecharon el registro abierto de la soja para colocar 8,2 millones de toneladas de harina de soja, otras 2 de aceite y 8,6 de poroto (el mismo martes 6 anotaron medio millón). “Lo hicieron tan mal que uno tiene que pensar que fue a propósito”, decía un corredor el miércoles.
Javier Preciado Patiño