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SD: Microorganismos y fauna edáfica

La quema de rastrojos, el laboreo del suelo, los monocultivos y el uso indiscriminado de insecticidas son algunos de los factores que pueden desequilibrar la fauna del suelo, un punto también a tener en cuenta respecto de los márgenes económicos y la ecología.

La quema de rastrojos, el laboreo del suelo, los monocultivos y el uso indiscriminado de insecticidas son algunos de los factores que pueden desequilibrar la fauna del suelo, un punto también a tener en cuenta respecto de los márgenes económicos y la ecología.
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Por Infocampo

Las cadenas alimentarias relacionadas con la vida en el suelo tienen como primer eslabón a los productores (plantas), que a través de la fotosíntesis generan materia seca a partir de agua y dióxido de carbono, consumidores y reductores. La fauna del suelo abarca toda la cadena de descomposición de los residuos de los cultivos. Según su accionar estos organismos pueden clasificarse en fitófagos, zoófagos, saprófagos, necrófagos y geófagos, si se alimentan de plantas, predadores y parasitoides de otros insectos, consumidores de otros animales y plantas en descomposición, o de tierra, respectivamente.

El resultado de la acción de los descomponedores primarios hace de base para alimentar a los secundarios, y así sucesivamente hasta la mineralización del material orgánico, que será el producto final de esta cadena.

En los agroecosistemas la quema de rastrojos, el laboreo del suelo, los monocultivos y el uso indiscriminado de insecticidas son algunos de los factores que pueden desequilibrar los flujos de energía que circulan por estas cadenas alimentarias de la naturaleza, alterando el equilibrio dinámico de estos ecosistemas.

La actividad biológica en los suelos es muy intensa, y hay una enorme diversidad de especies de organismos. Con la evolución de los sistemas de siembra directa, la importancia de la fauna del suelo está siendo revitalizada. Aunque tímidamente, se está comenzando a comprender la importancia económica y ecológica de estos organismos, que muchas veces no habían sido tenidos en cuenta a la hora de valorizar la calidad de los ambientes de producción.

La diversidad de las poblaciones en sistemas de siembra directa, en comparación con sistemas de labranzas, es afectada por varios factores.

La cobertura del suelo, el cultivo anterior y el uso de fertilizantes, en muchos casos determinan la composición de la fauna; esto hace que en siembra directa con abundancia de rastrojos y nitrógeno haya poblaciones más elevadas de microorganismos del suelo.

Por otro lado, en siembra directa hay una evolución de una fauna “residente” en el suelo, especialmente artrópodos de ciclos de vida largos, como los gusanos blancos, por ejemplo, poblaciones que tienden a estabilizarse en el tiempo con un gran efecto físico en el perfil.

Se estima que alrededor del 80% del “movimiento biológico” del suelo es provocado por las raíces. El uso y rotación de cultivos con distintos tipos de sistemas radiculares puede ser planeado de acuerdo con las necesidades de estructuración, aireación o drenaje. El 20% restante es movilizado por lombrices, insectos y otros animales. En agricultura tradicional fue reemplazada esta acción de la fauna del suelo con labranzas a través del uso de arados y otros implementos; este es el sentido de favorecer esta actividad de la fauna del suelo como “cinceles o arados biológicos”.

Para entender y comprender a la SD es necesario conocer mejor la importancia de la actividad de estos organismos vivos, su relación con la cobertura de los poros biológicos (bioporos), la incorporación de nutrientes en el perfil y, principalmente, la estructuración del suelo.

La intensidad de la actividad biológica de un suelo puede ser considerada uno de los mejores indicadores de calidad y fertilidad de los suelos. Suelos con mayor cantidad y diversidad de micro y macroorganismos son potencialmente más productivos.

Joaquín Rabasa

Especial para Infocampo

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