Hace 16 años, 62 gauchos decidieron arremeter contra el desierto sanjuanino para homenajear a Diolinda Correa, una mujer que fue encontrada en 1841 por un par de arrieros, muerta por deshidratación, pero con su niño vivo mamando de su pecho.
El milagro del hallazgo de este bebé de meses, sumado a los sucesivos milagros que la difunta cumplió a infinidad de personas hizo crecer su fama, hasta tal punto que la fe y devoción por esta mujer trascendió las fronteras nacionales e incluso doblegó el espíritu de la iglesia.
El domingo pasado, el gauchaje volvió a rendirle homenaje, con un récord absoluto de jinetes: más de 2.800 personas de a caballo, a las que se sumaron otras en bicicleta y vehículos, volvieron una vez más hasta el santuario de la Difunta a agradecerle por las mieses cuantiosas de la cosecha y a cumplir sus promesas.
La cabalgata, que comenzó el viernes, pasado el mediodía en la capital sanjuanina, con la inauguración de una placa en homenaje al gaucho y la colocación de la piedra fundacional de un futuro monumento a los hombres de a caballo, culminó con un gran festival de música autóctona.
No faltó la presencia del ministro del Interior, Aníbal Fernández, quien incluso tocó la guitarra con el gobernador provincial, José Luis Gioja, mientras el presidente de la Confederación Gaucha Argentina, Adolfo Caballero, y el titular de la Federación Gaucha Sanjuanina, Pantaleón Tapia, disfrutaban de la consagración de este evento.
“No dudábamos de la buena organización, pero la presencia masiva de tantos gauchos colmó nuestras expectativas. Esto es increíble”, dijo a Infocampo un emocionado Caballero.
Con la voz entrecortada y los ojos humedecidos en medio del desierto, Tapia explicaba que “muchos gauchos hacen grandes sacrificios para poder venir a la cabalgata. El paisano de esta región realmente es un hombre de trabajo y no le sobra el dinero”.
Declarado de interés nacional y con una amplia participación de gauchos de todo el país y hasta de las naciones limítrofes, la Cabalgata a la Difunta Correa es un hecho inenarrable y sólo puede respirarse en su real dimensión, de a caballo, con poncho e inhalando el polvo del desierto. Sin dudas, es una invitación a nuestras verdaderas raíces y un convite a la tradición federal.
Marianela Garbini
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