En las márgenes del lago Nasser, un cartel a la entrada de la mayor bomba de agua del África proclama: ‘Los proyectos de Mubarak son las pirámides egipcias de los tiempos modernos’. En el interior, las turbinas están ociosas todo el tiempo salvo una hora a la semana.
El presidente egipcio Hosni Mubarak se lanzó en 1997 a recuperar 400.000 hectáreas del desierto del Sahara, y gastó US$1.000 millones para convertir a la zona del tamaño de Jamaica en tierras de cultivo para la nación más poblada del mundo árabe. Hoy, solo cerca de 3.200 hectáreas en el cercano valle de Toshka han sido sembradas.
A Mubarak, que gobierna Egipto desde hace un cuarto de siglo, le ha resultado difícil atraer inversores a la región sin salida al mar porque el Gobierno no ha provisto viviendas, carreteras y depósitos necesarios para respaldar el emprendimiento, y las exportaciones deben enviarse a puertos que están a al menos 530 kilómetros de distancia. El príncipe saudita Alwaleed Bin Talal es el único inversor privado que ya está produciendo alimentos en la zona.
‘Inicialmente, el Gobierno creyó que bastaba suministrar agua para que los inversores acudieran en tropel a sembrar el desierto’, dijo Dalal Bizri, sociólogo establecido en El Cairo que escribió el libro de 2003 ‘Egypt: Politics Stronger than Modernity’. (Egipto: La política, más fuerte que la modernidad). En vez de un símbolo de progreso, la bomba podría convertirse en un ‘monumento a la planificación apresurada’.
Acorde con la meta de Mubarak de usar la tierra recuperada para alimentar al pueblo egipcio, el Gobierno ha sembrado 2.800 hectáreas de trigo, maíz y vegetales. Desde un avión, los campos parecen una alfombra verde sobre un mar amarillo de arena cerca de los templos de Abu Simbel, que honran a Ramsés II y a la reina Nefertari. Toshka significa ‘lugar de flores’ en las lenguas nubias habladas en el sur de Egipto y el norte de Sudán.
Los funcionarios gubernamentales son optimistas respecto de la posibilidad de obtener más respaldo privado para el proyecto. Señalan que la bomba y el canal de 50 kilómetros que atraviesa el desierto hasta el valle fueron completados recién en 2003. A plena capacidad, la bomba puede sacar 25 millones de metros cúbicos de agua por día, lo suficiente como para llenar 10.000 piscinas olímpicas.
‘Necesitamos unos pocos inversores valientes’, dice Ahmed Morsy, el funcionario del Ministerio de Irrigación que supervisa el proyecto de Toshka. ‘Ya empiezan a venir’.
Sulaiman Al Rajhi, que controla el mayor banco cotizado de Arabia Saudita, el Al-Rajhi Bank, se prepara para invertir US$180 millones de su propio dinero a fin de sembrar 40.500 hectáreas, y los trabajos se iniciarán en noviembre, dijo su oficina en Riad en un comunicado distribuido por fax.
‘Limitaremos nuestra inversión a la siembra de granos, en especial trigo y maíz, a causa de la brecha entre la producción y el consumo en el Oriente Medio’, dijo.
Alwaleed, que ocupa el décimo tercer lugar en la lista de multimillonarios de la revista Forbes, ha sembrado solo 400 de las 40.500 hectáreas que posee en Toshka, principalmente con alfalfa para exportar a los Emiratos Árabes Unidos, uvas, melones y sandías para Europa. Sus planes se estancaron al retirarse sus socios del proyecto.
Ahora el Gobierno alienta a los inversores a usar la tierra para plantar caña de azúcar a fin de producir etanol como combustible para motores, dijo el ministro de Industria y Comercio Rachid Mohamed Rachid. La iniciativa ha sido criticada por personas como el subsecretario del Ministerio de Comercio Nomani Nomani, quienes dicen que Egipto arriesga reflejar la situación de México, donde las tortillas se encarecieron conforme la nación asignaba más maíz al etanol.
Pero sembrar todo Toshka con trigo reduciría las importaciones solo 10 por ciento. Egipto es el mayor importador de trigo después de Brasil.
En cambio, Egipto tiene el mayor rendimiento mundial de la caña de azúcar, ya que produce entre 50 y 60 toneladas por 0,405 hectárea. Como los precios del crudo están cercanos a un récord, sería un cultivo más rentable que pagaría el proyecto de Toshka en cinco años, dice Ismael Abdel Gelil, que encabeza un instituto de investigaciones sobre el desierto en El Cairo.
‘Debemos hacer un uso pleno de las ventajas comparativas de la región: montones de agua y tiempo cálido’, dijo Gelil. ‘Esta región debe generar dinero para Egipto’.
Fuente: Bloomberg

