“Una cosa es el agua que se ve en ríos y lagos. Y otra, la que se infiltra y forma acuíferos o napas, es decir, sedimentos como arenas saturados en agua. En la provincia hay mucha más agua bajo tierra que en la superficie”, reveló una investigación realizado en conjunto por las universidades de Córdoba y Río Cuarto, financiado por los ministerios de Ciencia y Tecnología de la Nación y de la Provincia, y publicado por La Voz del Interior. Es el primer estudio integral sobre disponibilidad y calidad de aguas subterráneas que se hace en Córdoba.
En buena parte de la provincia esas aguas de napas no son aptas para el consumo humano o animal por la alta salinidad o por el contenido de arsénico. Pero contando sólo las reservas de calidad potabilizable, el volumen disponible es superior a toda el agua que se ve acumulada en diques y corriendo por los ríos.
Córdoba tiene así una reserva relevante de agua subterránea, para diversos usos sociales y productivos. Este potencial requiere que se instrumenten políticas para evitar la extracción sin control o el deterioro por contaminación, que ya se evidencian en algunos sectores.
“Durante cuatro años se relevó toda la provincia, mediante perforaciones, y se lograron mucha información nueva y mapas detallados”, señaló Mónica Blarasin, doctora en Ciencias Geológicas de la UNRC y directora del proyecto en el que trabajaron más de 20 profesionales.
Conclusiones
El informe, entre sus conclusiones básicas, describe que “en las franjas fluviales de los principales ríos y en las zonas periserranas se encuentran los mejores acuíferos de Córdoba”, por su calidad y cantidad disponible.
Son las napas ubicadas por debajo de los ríos Primero, Segundo, Tercero y Cuarto, desde la zona serrana hasta el centro del mapa cordobés. De allí hacia el este, la calidad desmejora por presencia en altos valores de sales, arsénico y flúor.
También se destaca el valor, aunque en menor volumen, de acuíferos ubicados por debajo de los ríos Carnero, Jesús María, Cruz del Eje y Pichanas, hacia el norte provincial, y en la zona de Villa Dolores, en el oeste. A ese esquema se suma el potencial del piedemonte (la franja ondulada al pie de las Sierras).
El estudio confirma que las Sierras “constituyen un verdadero foco emisor de agua, ya que los ríos y arroyos que allí nacen, en su mayoría, se infiltran y recargan el sistema subterráneo de las llanuras”. De que no se deteriore el agua de los ríos serranos dependerá en parte la calidad de las aguas subterráneas en el futuro.
También las lluvias en la llanura son una fuente de carga de los acuíferos superiores. “Se midieron tasas de recarga al acuífero freático de ocho a 20 por ciento del total anual de lluvias”, precisa el informe.
Las Sierras, en tanto, presentan un único acuífero de poco espesor (por lo que requiere más cuidado para preservarlo). Pero en la llanura hay varias capas: la superior (freática) se ubica, según las zonas, en los primeros 100 metros. Las otras, separadas y casi independientes (acuíferos confinados), entre los 100 y 350 metros. El estudio demostró que del centro al oeste del mapa cordobés, esas aguas subterráneas se alojan en materiales geológicos de origen continental y son de alta calidad, mientras que desde la línea Villa María-La Carlota hacia el este se alojan en algunos casos en sedimentos que suman salinidad, arsénico, o sulfatos que la tornan no potable.

