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Ángeles, la contadora que protestó en las rutas en 2008 y hoy preside la Fundación Barbechando

Nacida en CABA pero de familia rural, pasó toda su infancia yendo al campo en vacaciones y hoy se dedica a ser contadora de empresas agropecuarias. En una nueva entrega de ELLAS, la historia de una de las personas que busca mejorar la situación del agro desde el Congreso.

Juan Martínez Dodda
Por Juan
Martínez Dodda

“Mi historia familiar es triste, pero con final feliz”, relata Ángeles Naveyra a la hora de relatar su trayectoria.

Desde octubre de 2023 fue elegida como presidenta de la Fundación Barbechando, la primera en ocupar ese lugar, y permanecerá en ese cargo hasta 2026.

Naveyra nació en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA), pero recuerda que cada vez que podían con su familia, iban para un campo en Coronel Vidal con su papá José Luis, su mamá Ana y sus hermanos: Paula, más grande que ella, Patricio y José Luis, más chicos. Casada con Hernán, de esa unión nacieron Santiago, Paula y Bautista. 

En este camino familiar tuvo que transitar momentos muy tristes que son los que menciona al comenzar a hablar: la muerte de su madre cuando apenas tenía 17 años y también de una hermana.

Ángeles, que además retomó su amor por el hockey en los últimos años, es la nueva protagonista de la serie de podcasts ELLAS.

– ¿Cómo fue tu infancia? ¿Dónde creciste? ¿En qué contexto familiar?
– Nací en Capital federal, y al poco tiempo de nacida, con mis padres y mi hermana Paula, que era un año más grande que yo, marchábamos al campo todos nuestros veranos. Terminaba el colegio y nos instalábamos ahí, en Coronel Vidal. Con mis primos, mis tíos, mucha familia se respiraba además de campo. Terminaba el verano y nos volvíamos a Buenos Aires. 

– Imagino que no querías volver de esas vacaciones…
– ¡Tremendo! Nos reímos de grandes con mis primas porque empezábamos el duelo un rato antes de volvernos. Hemos llegado a escondernos adentro de un armario. Y nos abrazábamos. Ellas se iban para Mar del Plata, donde aún hoy viven, y nosotros nos volvíamos a Buenos Aires con el corazón desgarrado y pensando “no tienen derecho a hacernos esto”. Teatreras hasta la manija (se ríe). 

ANGELES EN EL CAMPO02

– Si cerrás los ojos y te dejás llevar por sensaciones: ¿qué se te viene a la cabeza?
– Cierro los ojos y “San Francisco”, el nombre del campo, y lo primero que se me viene es un olor muy particular, el dulce de leche de la abuela Dora. Que venía de la mano del olor a leche hervida, que a mí no me gustaba mucho. Pero era obligatorio tomar leche si después querías el dulce de leche. 

– Era el peaje…
– ¡Claro! Horas escuchándola. La veo hoy con su cuchara de madera revolviendo, contando historias. La frase de la abuela: “trabajen como he trabajado yo”. En ese momento nosotros pensábamos, ¿De qué trabaja la abuela si está en la casa? Pero después, más grandes, a la distancia veíamos su trabajo, criar cinco hijos, después los nietos. Fue la primera que me enseñó la importancia del trabajo de la mujer en los lugares donde no se ve o no nos damos cuenta. Pero sin dudas fue una sabia. Y ese dulce de leche, una magia absoluta. Que lo escondía pretendiendo que durara hasta la noche y a la siesta los “ratoncitos” salíamos de los cuartos y para la noche quedaba la mitad de la sopera… y nadie había sido… 

– ¿Qué hay de cierto que el campo se sorteó con papelitos que iban sacando los nietos de una galera?
– Sí. Como contadora que me dedico a empresas agropecuarias y las divisiones, a veces me parece irreal haber vivido la división del campo de mi abuelo con mi papá y sus hermanos como la vivimos. Te cuento: un día mi abuelo ya había fallecido, y mi papá y sus hermanos decidieron separarse porque ya cada uno quería arrancar su vida separados. Ya tenían 30 y pico de años. Mi papá era el más chico. Llamaron a un amigo agrónomo que conocía la zona, armó cinco lotes muy parejos, pusieron en una galera de mi abuelo y en una gorra sus cinco nombres: Carlos Mario, Juan Esteban, José Luis, Dora y Cristina. Y cinco lotes. Y sus hijos, nosotros, los primos, que estábamos ahí, sacamos a cada uno un papelito y ponerlo en la mesa. Y así fue como cada uno de nosotros participamos de la historia.

– Perdiste a tu madre en plena adolescencia y tuviste que crecer de golpe. Y tiempo después se te fue tu hermana Paula. ¿Qué te quedó de esas pérdidas? ¿Cómo saliste de eso que uno, en ese momento, vive como “injusticia”?
– Mi historia familiar es una historia triste con final feliz. No deja la parte triste, que es lo que hoy me hace ser lo que soy, pero termina de una buena manera por todo lo que yo tuve a partir de haber vivido esos momentos difíciles. Mamá se enfermó de los riñones después de su cuarto hijo. El amor de madre pudo más que ella, que ya no debería haber tenido más hijos después del segundo -o sea ella- porque tenía ya complicaciones, pero ella amaba ser madre. Se dializaba lunes, miércoles y viernes de 14 a 19, durante muchos años hasta que mi abuela le donó su riñón. Primer donante madre-hija en la Argentina hecha en el CEMIC. 

– Lo de diálisis cuántos años fue…
– Y… empezó cuando tenía 9 años y hasta mis 16 años que se trasplantó. Después del trasplante, durante un año entero, sin dudas, uno de los mejores años de mi vida, no tuvo que hacerse diálisis. Y la pudimos disfrutar a pleno, nos pudimos ir de vacaciones un enero completo con mis hermanos, primos, amigos, al sur. El mejor recuerdo de mi vida. Pero al volver, algunas cosas no empezaron a andar bien, y en abril del año 1986 mamá se va. 

– ¿Qué recordás de ese momento?
– Enorme tristeza. ¿Por qué si todo estaba bien tenía que terminar así? Y buscás culpables. Y buscás explicaciones. En nuestra familia fue la posibilidad de tener a Dios como gran acompañante de nuestra vida, la fe. Mi madre era una de las misioneras de la Virgen de Schoenstatt, y como no podía ir a lugares, porque después de la diálisis quedaba mal físicamente, ella creó el correo de la Virgen para que la Virgen visite a los enfermos. Y hasta el último día insistió que la Virgen peregrina tenía que ir casa por casa para ayudar al enfermo. Yo decidí seguir con eso y empecé a darme cuenta que cuando el dolor se transforma y te permite sacar de adentro tuyo eso extra dejás de tener eso que te desgarra el corazón para empezar a tener un poquito de alivio y de a poco vas saliendo. Nunca se olvida. Pero aprendés a transformar ese dolor ayudando a los demás. Y para mí ese ha sido uno de los valores más importantes de mi vida. Ayudar al otro. Ese fue uno de los mejores remedios para tanto dolor. Y, por supuesto, la familia, que acompañaron y ayudaron a cerrar las heridas. 

– ¿Y tu papá?
– Fue de fierro. Siempre estuvo presente como papá y también, cuando tocó, como mamá. Y mi madrina, la hermana de papá, Dorita, que me acompañaba en las cosas que mi papá no podía acompañarme. Un consejo como mujer y esas cosas. 

– ¿Lo de tu hermana?
– Ella tenía un síndrome de Turner, que tiene una de cada 100.000 mujeres, que el síntoma principal es que todo su cuerpo se desarrolla un poco menos de lo normal. Mi hermana medía 1,40. Podía tener complicaciones en cualquiera de sus órganos en cualquier momento, pero no se hablaba de eso. Para mí era Paula, mi hermana más grande, que era petisa. No fuimos conscientes de todo. No se conocía tanto de las enfermedades como ahora que googleas todo. Igualmente, nada se podía hacer. 

ANGELES EN EL CAMPO04

– ¿Cómo se desencadenó?
– Un 19 de mayo de 1992, nos íbamos de viaje porque yo me había recibido y mis amigas de la facu me habían pedido si podía ir Paula con nosotros porque la amaban. Era una más de mi grupo. Esa noche nos fuimos a dormir y al día siguiente nos íbamos de viaje y tuvo un paro masivo y se murió. En una paz total, planeando el viaje de su vida, no sufrió nada. Y lo que me dejó fue una enorme enseñanza. Paula era todo lo que está bien. Esa persona con la palabra justa, el momento adecuado, siempre poniendo a los demás adelante. Yo era la mala en ese dúo de hermanas. La que tenía reacciones lógicas, tenía envidia. Ella no sabía lo que era la envidia, la maldad. Como me dijo una prima mía que era monja: “Angelita, Dios en la vida nos pone a veces ángeles, que cumplen una misión y se tienen que ir porque son demasiado buenos para este mundo”. Y Paula era una de ellas. No sé si será así, pero a mí me dio mucha paz.

– ¿Cómo seguiste después de eso?
– Eso me ayudó mucho a decidir a partir de ese momento de la vida cómo encarar. Tenía dos opciones: la tristeza suficiente y la angustia para entregarme. O decidir como hicimos en familia lucharla, sacarla adelante. Hoy Paula está en mi vida. La escucho cuando me dice: “Tranquila Angelita”. Me la veo contestándome cosas, calmándome. 

SU ROL EN LA FUNDACIÓN BARBECHANDO

– Llegó el momento de estudiar y elegiste contadora pública. ¿Por qué con tanto campo en tus venas no fuiste por el lado de agronomía o veterinaria?
– Bastante tuvo que ver mi papá. Contador Público, contador agropecuario. Siempre lo ví a mi viejo con sus papeles, en las charlas con sus clientes. Me encantaba eso. El vínculo que él generaba. Y cómo podía compatibilizar su amor por el campo con su profesión. Cuando yo tuve en primer año del colegio contabilidad me enamoré.  Siempre le digo a mi marido, “fue mi primer amor, lo siento”. Pero la partida doble y la contabilidad, y la capacidad de encuadrar en sumas y saldos y balances toda la historia de una empresa o una persona me cautivó. Y mi viejo se dedicó desde mi primer año de colegio a mi quinto año de no ser contadora. 

– ¿Por?
– No había manera. No quería porque el sentía que yo lo hacía por el. Y yo dije que quería ser contadora y punto. Porque me gustaba a mí. Me anoté y hoy lo vuelvo a elegir una y mil veces. Soy contadora y licenciada en administración de empresas. Y siempre me dediqué a la contabilidad agropecuaria. Cuando me recibí me incorporé al estudio del viejo. Después me fui a una multinacional que nada que ver. Dedicada a sistemas de decisión automatizada para bancos. Después volví y hoy estoy acá  en el estudio mechando estas dos pasiones que son el campo y la contabilidad. 

ANGELES EN EL CAMPO03

– Y algún día, hace unos años ya, ingresaste en Barbechando…
– Fundación Barbechando es una linda historia también de resiliencia y pasar de la queja a la acción. Productores agropecuarios que en el año 2008, al costado de la ruta, cortaban rutas para exigir que se respetaran sus derechos. Yo era una de esas con mi marido, con mis hermanos, mi viejo. Hubo un grupo de productores, entre ellos la hermana de mi marido, María, y mi cuñada, Charo, que estuvieron firmes cuando la lucha pasó al Congreso de la Nación porque Cristina (Fernández de Kirchner) mandó la Resolución 125 para que los legisladores la validen, convencida que ganaba. Ahí estos productores se mudaron de la ruta al Congreso. Y empezaron a aprender. Fueron meses de mucha tensión. Había que convencer a los diputados y senadores que lo que se quería hacer estaba mal. Pero no teníamos el lobby suficiente. Fue un trabajo increíble. Ahí nació Barbechando, que oficialmente se creó en 2010. 

– ¿Vos cuándo entraste?
– Yo al principio miraba todo ese laburo de reojo. Iba a reuniones con diputados pero como contadora. Ayudaba en temas impositivos. Hasta que en 2018 Charo, mi cuñada, me sugirió que entre formalmente, ya no como externa, sino a laburar desde adentro. Y me metí en ese mundo de legisladores, y viendo que sí podíamos cambiar la historia hablando y proponiendo me empecé a enamorar. Ya no era el primer amor, la contabilidad, ni el segundo, Hernán, mi marido, sino el tercero. Y a partir de ahí no lo dejé más hasta hace unos meses me propusieron ser presidente y no lo dudé. 

– ¿Cómo te ha ido siendo mujer tanto en el ámbito político como en el rural?
– Tengo que ser muy honesta. Nunca sentí que no ser hombre para trabajar en el agro o que siendo mujer para trabajar en política fuese un escollo o una traba o que tuviera que luchar para estar en un lugar que por ser mujer me costaba más. Es verdad que fui criada en una familia de más hombres que mujeres. Y no existía hombre y mujer. Era por igual hacer las camas, acompañar a vacunar y marcar ovejas. Cuando me tocó incorporarme en lo laboraL, yo trabajaba de igual a igual. Lo mismo en política rural. Creo hoy que ese valor extra de ser madre o actuar como madre, criar hijos aunque no sean biológicos, eso que tiene la mujer es lo que le da la fuerza extra, para cuando vos creés que no das más, sacás eso y seguís teniendo la fuerza, la capacidad de tomar la mejor decisión. Cuando logremos entender, en lo rural ahora te digo, que las mujeres podemos estar a la misma altura en capacidad que los hombres, sin dudas la Argentina va a ser otra. Y se lo digo a quien quiera escuchar. Ojalá lo que se está dando hoy, esta tendencia, sea una nueva etapa. Aún siendo que yo siempre fui aceptada, pero sabiendo que este mundo, el agropecuario, es más de los hombres. 

ANGELES EN CHARLA

– ¿Qué es lo que más te gusta de lo que hacés hoy?
– A mí me gusta trabajar. Disfruto mucho del trabajo. Para mí no es una carga. Siempre lo viví con disfrute. Por supuesto, con momento de más o menos tensión. Pero nunca como una carga. Para mí levantarme a la mañana y venir al estudio a organizarme y preparar reuniones me fascina. Me gusta mucho conversar. Hace diez años hicimos un cambio en el foco del estudio y dejo de ser sólo “agro impositivo contable” para pasar a trabajar con administraciones integrales de empresas agropecuarias y mi socio es mi marido. Entonces eso nos permitió disfrutar del trabajo en familia. Y nuestros hijos también lo disfrutan. Mi hija trabajó en el estudio hasta hace poco, mi hijo más grande que estudia agronomía también trabajó. 

FUERA DEL SURCO

– ¿Cómo te reseteás, qué te relaja por fuera de lo laboral?
– El deporte. Yo juego al hockey desde que tengo seis años. Un paréntesis cuando tuve a mis hijos. Y el mami hockey me permitió volver. Ese es mi psicólogo sin dudas. Hoy juego con chicas más chicas, me divierto horrores, juego, me entreno el físico además de la cabeza. Entonces arrancar mi lunes sabiendo que tengo hockey me permite empezar con otra energía. Y el padel volvió con mucha fuerza también ahora. Asique juego también. Armamos un equipo que vamos los martes. Entonces he armado un equilibrio en mi vida que si bien trabajo mucho,  tengo mucho tiempo también disponible también para disfrutar con amigas y hacer lo que me gusta, el deporte, y mi grupo de oración de los jueves, que es lo que me vuelve a poner el órbita cuando todo lo que tenés alrededor te impide volver hacia adentro. Eso te ayuda a volver a ese equilibrio. 

– Un póker bien aceitado: trabajo, familia, deporte y espiritualidad…
– La verdad, puedo decirte que mi vida hoy soy plenamente feliz. Tengo mucha esperanza en todo lo que viene en Argentina, porque creo que a los argentinos juntos no nos para nadie. Me tiene muy entusiasmada, entonces me tengo que ordenar porque arranco y me paso de rosca a veces. 

– ¿Música? ¿Qué te gusta escuchar?
– A mi me fascinó toda la vida el folclore. Mi tío Juan Esteban es fanático de Los Chalchaleros, con lo cual en San Francisco, con el disco de pasta desde la mañana hasta que nos íbamos a dormir sonaban. Tengo primos que tienen banda y tocan en grupos de folclore. Me llena el alma a mí el folclore. Cuando empezó a cantar Facundo Saravia con los Chalchaleros me copé más aún. Y hay una canción que no se llama así pero que todos sabemos de qué hablo: “A mí país lo quiero de veras…”. Esa canción, mínimo, día por medio, cuando vengo caminando del estudio a casa la escucho y me renueva, me vigoriza la letra, me calma muchísimo. 

CAMPOA A CABALLO

– Series, películas o libros, ¿por dónde vas?
– Leer me gusta lo romanticón. Entonces Florencia Bonelli, contadora devenida en escritora, saca un libro y me lo compro. Porque me encantan esas historias que relata. Su último libro “La tía Cósima” que es de una historia de familia, con un montón de cosas que me identifico muchísimo. Después leo mucho de temas impositivos, me gusta estar informada. No soy mucho de mirar tele. Pero en la pandemia miramos todo lo que había y dije, “esto es un vicio”, no podés parar. Terminó la pandemia, nos volvimos a Buenos Aires y no volví a ver series. Pero por ejemplo, “El Encargado” de Francella, la miramos en familia y me encantó. Me gustó la posibilidad de reunirnos todos divirtiéndonos juntos. 

– Si pudieses viajar en el tiempo, ¿a dónde te gustaría ir? De tu propia vida o de la historia de la humanidad.
– Si bien te dije que todo lo que me pasó con mi hermana y mi madre, esa historia triste con final feliz, sin duda hubo cosas que a mi vieja me hubiera gustado poder decirle de otra manera. Tenía 17 años cuando se fue. Muchas cosas que no me animé a decirle era porque no quería generarle una carga extra a la que ya tenía. Yo quería que ella estuviera bien. Si pudiera volver el tiempo atrás le diría gracias por hacer de mi la persona que me hizo enseñándome a poner al resto de la gente por delante de ella. Porque hasta que no te pasa que tenés a alguien con tanta mirada del prójimo, no te das cuenta lo importante que es. 

MUJERES EN CAMPAÑA

“ELLAS” es una serie de podcasts realizados por Infocampo con mujeres de campo que inspiran por su historia emprendedora, y que cuenta con el acompañamiento de “Mujeres en Campaña”, una iniciativa de New Holland Agriculture que ya tiene un camino recorrido y embajadoras de distintos lugares del país.

La Iniciativa Mujeres en Campaña (MEC) surgió cuando comenzamos a notar que existen muchas mujeres involucradas en el campo con grandes capacidades y que todas teníamos algo en común: la necesidad de compartir experiencias vinculadas al campo y al trabajo rural, nuestro principal objetivo es visibilizar el rol de la mujer rural en cualquiera de sus tareas sea como cliente o como una referente para el sector”, señaló Natalia Álvarez, referente de Marketing New Holland Argentina.

Desde “Mujeres en Campaña” desarrollaron el concepto de “embajadoras” que permite conocer un poco más de cada una en su rubro y, a su vez, difundir cómo trabajan y cómo se sienten.

El objetivo de este maridaje entre ELLAS y Mujeres en Campaña es llegar a mujeres de distintas edades y distintas zonas geográficas. “Nos enorgullece cuando un padre nos comenta que le recomendó a su hija inscribirse en nuestra plataforma para capacitarse y realizar algún curso de los que ofrecemos”, agregó Álvarez.

Desde la plataforma de MEC, se puede acceder a capacitaciones, foros, talleres, entrevistas y contenido de interés, además, cuenta con una Feria de Emprendedoras para dar a conocer los proyectos que lideran las seguidoras.

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