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Camila, la bióloga molecular que hoy apuesta como inversora a proyectos de Agrifoodtech

"Me encanta el sector agropecuario porque realmente siento que está alineado con mi propósito, que es hacer que la tecnología tenga un impacto real en el mundo", relata la nueva protagonista de ELLAS.

Juan Martínez Dodda
Por Juan
Martínez Dodda

“Me encanta lo que hago hoy porque está alineado con mi propósito que es hacer que la tecnología aplicada a la producción de alimentos tenga un impacto real y positivo en el mundo”.

La frase sintetiza el momento presente de Camila Petignat, actualmente partner (socia) en The Yield Lab Latam, un fondo de capitales de riesgo especializado en buscar startups y emprendedores del rubro AgriFoodTech (agricultura, alimentos y tecnología) para invertir en ellos.

Ese es su trabajo hoy, pero Camila estudió biología molecular y biotecnología, emprendió durante seis años, y tiene un intrépido camino desandado con una visión particular: “Soy el Grinch del emprendedurismo”, afirma 

De chica, Camila sabía que su vocación profesional iba a transitar las ciencias. Fantaseó con hacer medicina, arqueología y hasta astronomía. Pero una buena maestra secundaria en la materia de biología, inclinó la balanza hacia la biología molecular y biotecnología

Camila Petignat

En 2011, a raíz de un trabajo de investigación en el último año de la Facultad, Camila junto a una compañera, Anabella Fassiano, pusieron en marcha Neogram, una startup que buscaba herramientas biotecnológicas que mejoraran la calidad nutricional de plantas forrajeras tropicales y subtropicales.

Pasaron por muchas complicaciones, algunas satisfacciones también (en 2014 Camila recibió, en nombre del equipo, el reconocimiento a emprendedores jóvenes del prestigioso MIT, en castellano el Instituto Tecnológico de Massachusetts) pero seis años después Camila y su socia decidieron el cierre de ese camino, que conllevó la apertura de otros y dio lugar a The Yield Lab, su trabajo actual. 

Hace unos meses vive en Miami con su pareja y su pequeña hija de cuatro años y desde allí atendió a Infocampo para ser la protagonista de un nuevo capítulo de la serie de podcast ELLAS. 

– ¿Cómo fue tu infancia? ¿Dónde naciste? ¿En qué contexto te criaste? ¿Qué hacían tus padres?
– Soy del sur del Gran Buenos Aires. Nací en José Mármol, al lado de Adrogué. Soy la primera de tres hermanos. Mi papá es ingeniero agrónomo. El primer recibido de su familia. Y mi mamá profesora de historia. Las familias de ambos vienen de tradición comerciantes, empresarios, emprendedores. En distintos rubros. Las dos familias vienen del interior, de Santa Fe. 

– ¿Tenés algún recuerdo de campo de ese momento?
– Mi papá trabajó mucho tiempo en empresas de insumos. Yo no iba al campo, no tenía esa experiencia de chica. Siempre estaba circunscripto a la experiencia de mi viejo que llegaba con las botas llenas de barro, las épocas de lluvia cuando iba a ver un ensayo. Pero, por otro lado, el hermano de mi papá, también agrónomo, sí tenía un vínculo con el campo más cercano y alguna que otra vez habremos ido al campo a jugar y andar a caballo, pero muy poco. 

– ¿Cómo, en ese contexto, te largaste a estudiar biología molecular y biotecnología? ¿Era tu plan A? ¿Había plan B?
– Mi interés o vocación con el tema científico viene de que siempre me gustó entender la naturaleza. Era muy curiosa. Aun teniendo como única exposición a la naturaleza el patio de mi casa. Pero siempre me llamó mucho la atención el mundo de las ciencias. Y cuando me preguntaban qué quería estudiar, de chica siempre respondía dentro de las ciencias: medicina, arqueología, etc. Me acuerdo que leía en el colegio unos libros de aventura y había mucho de arqueología ahí. Después en sexto hicimos un trabajo sobre el espacio y me copé que quería estudiar astronomía. Pasé por una época de querer ser genetista, y las enfermedades, salud. Siempre fluía dentro de ese espectro. Nunca era el deporte, ni el arte (se ríe)… matemáticas siempre fui malísima. Incluso era uno de mis dilemas cuando pensaba en estudiar astronomía, donde es clave la matemática. 

– ¿Y entonces?
– Los últimos dos años de colegio tuve una profesora muy buena de biología, una materia que siempre me gustó. Empezamos a estudiar la replicación del ADN y sus implicancias, el mensajero, el mensajero convertido en proteína, y qué pasa con todo eso. Y los detalles microscópicos de todo eso. Y quedé fascinada. ¿Qué era eso? Biología molecular, que es básicamente conocer los mecanismos moleculares que subyacen al funcionamiento de las células. 

– Cuando entraste a la carrera, ¿qué te imaginabas haciendo una vez recibida? ¿Descubriste algo, alguna orientación que no te imaginabas de antemano?
– Es una carrera larga. De partida estudié en la UBA que tenés el CBC que es nivelador. Yo venía de haber hecho el colegio en Chile, porque a mi papá lo habían trasladado allá. Venía de un muy buen colegio bilingüe, con una muy buena base de biología. Entonces llegué al CBC y fue un año perdido para mí. Son seis años contando el del CBC. Lo primero que me di cuenta es que yo era promedio total. Yo en la secundaria era muy buena en el colegio, tenía dentro de los tres mejores promedios. Pero la facultad fue un golpe de realidad. Lo que yo sabía, mis capacidades intelectuales, todo era promedio. Tenía compañeros brillantes. Entonces tenía que estudiar mucho más de lo que estudiaba en el colegio para tener buen promedio. Algo que es importante en esta carrera, porque un buen promedio te califica para las becas, o para prácticas en laboratorios, etc. Tu promedio es tu currículum. 

– ¿Y cómo te fue?
– Eran muchas horas de cursado. Tenía que estudiar mucho. Y me di cuenta que el trabajo de laboratorio requería que seas disciplinado y esquemático. Dos cosas que yo no era. Entonces, me costaba mucho más todo. Eso lo terminé de ver cuando tuve que hacer mi tesis de licenciatura. Para poder tener un buen CV y salir de la carrera con buena experiencia, la recomendación para esa tesis es que la hagas dentro de un laboratorio. Entonces yo, durante dos años, trabajé dentro de un laboratorio, y me di cuenta que era mucho más a la que te criaste, más desordenada, no tan sistemática. No lograba tener la disciplina del detalle y la organización. No era lo que yo pensaba. Me gustaba, me daba curiosidad entender, pero después no me gustaba el ejercicio de la profesión. 

Camila Petignat de hace un tiempo

– En ese marco, ¿cómo surgió lo de armar una startup?
– Pará, primero te cuento de cómo salí definitivamente del mundo laboratorio. Me acuerdo que me recibí el 27 de diciembre de 2010 presentando la tesis. Pero mes y medio o dos antes, estábamos terminando de hacer algunos experimentos con mi jefa de tesis, y no me daban bien los resultados, no podíamos validar la hipótesis… entonces quedó ahí… ¡Necesitaba terminar! Y mi jefe me dice “El problema es que estamos descubriendo algo nuevo acá, que no se sabía hasta ahora”. Yo en ese momento terminé de confirmar que no me podía dedicar a eso, porque en vez de ponerme contenta por el descubrimiento pensaba solamente en terminar y recibirme, no quería hacer más experimentos. 

– Lo que vino fue Neogram y acercarte al campo de nuevo…
– Como parte de un trabajo final de una de mis últimas materias antes de recibirme. Fue lo que más me gustó de toda la carrera. Me generaba mucho entusiasmo. Empecé a explorar un área más comercial, de la comunicación, de establecer conversaciones que es cero sistemático y más dinámico. Eso me atrajo mucho más. Cuando yo había entrado a la carrera no tenía tan claro que quería trabajar con plantas. Me gustaba la biología en general y pasa siempre cuando entrás que la meca es trabajar en temas de salud humana. Es más sexy, más interesante. Pero como a mí me gustaba mucho, dentro de la biología molecular, aplicar estas técnicas para llevarla al mundo real, la biotecnología, usar la biología como una tecnología, me empecé a dar cuenta que en salud humana había un montón de regulaciones que te complicaban esa salida. Todo evoluciona más lento. Con toda la razón. Pero a mí me desincentivó. Y en plantas y animales de producción había más rapidez y que las cosas llegaban al mercado. Entonces empecé a hacer cosas con lo vegetal y dentro de eso con el agro. 

– Vos querías algo que llegue a las personas, que les cambie la vida en un punto, y que suceda, dentro de los tiempos de la ciencia, rápido…
– Claro. Muchas cosas quedaban en papers y no llegaban a la realidad, a la gente. En cambio, en plantas y animales no domésticos, y dentro de este rubro lo que tiene que ver con lo agropecuario, es lo que más llega. Me metí en INTA a trabajar en genética de trigo. Yo quería ver lo que iba a hacer. 

– ¡Qué se convierta en pan!
– Si. Así fue como fui desembarcando en el agro. Y la materia para la que hicimos el proyecto es una optativa que se llamaba Agrobiotecnología. Entonces, naturalmente, cuando hicimos el proyecto elegimos una problemática dentro del sector agropecuario. 

– ¿Cómo es el camino de ser emprendedora, trabajar 24 por 7 para que la empresa avance? ¿Qué recomendarías? ¿Qué aprendiste?
– Después de haber atravesado todo eso, soy bastante Grinch respecto al emprendimiento. No es una opinión políticamente correcta quizás, o tan común. Hay mucha gente que dice que emprender es lo mejor del mundo. Mi recomendación es “¡no emprendas salvo que no te quede otra!”. 

– ¿Por qué?
– Yo cuando empecé, no sabía bien qué significaba emprender. No sabía cuáles eran las implicancias. Fue desde la total ignorancia. Y sólo desde la ignorancia o desde que sea el último recurso uno debería arrojarse al mundo emprendedor. 

Camila Petignat06

– Por lo que entiendo hasta ahora no sería un camino de rosas sino, más bien, de espinas…
– Total. Por supuesto que retrospectivamente tengo un montón de cosas positivas. Ahora no concibo la vida de otra manera. Creo está bastante alineado a mi personalidad. No sé otra cosa que emprender. Desde que salí de la facultad, no hice otra cosa que emprender. Incluso donde trabajo ahora arrancó como un emprendimiento. Es lo único que sé hacer, para bien y para mal. Pero en cuanto aprendizajes fue bastante duro el momento en el que con mi socia Ana tuvimos que tomar la decisión de separarnos y hacer un stop. Fue una conversación difícil. 

– ¿Qué es lo más complicado? ¿Salir a buscar la plata? Algo que, como biotecnóloga no estás preparada, obvio… ¿u otra cosa?
– Para nosotros fue difícil porque estaba totalmente fuera de nuestra zona de confort. No era para lo que nos habíamos formado y tuvimos que aprender todo a la velocidad de la luz. Lo pudimos hacer relativamente bien hasta que llegó un momento en el que nos encontrarnos frente a la realidad. Durante seis años que hicimos el proyecto esa realidad estuvo ahí, pero de una u otra manera lográbamos no verla. Ese es el segundo aprendizaje: cuando vos hacés un proyecto comercial y tratás de llevar un producto al mercado, si no hay mercado, no hay producto. No importa si lo científico es increíble y publicaste 500 papers y te ganás el Nobel. Si a la gente no le interesa lo que vos estás desarrollando, no hay mercado. Punto. Los premios no son clientes. Si no hay alguien que quiera pagar por lo que hacés, la tecnología da lo mismo. Podés tenerla patentada, publicada y registrada, pero no le importa a nadie.

– Es como gritar en el medio del desierto…
– Sí. Y en la universidad, el desarrollo de la propiedad intelectual del desarrollo tecnológico. De no compartir algo porque lo hiciste vos, es la esencia, es lo que impulsa al desarrollo de la ciencia. Pero desde el punto de vista del mercado, encontrar una cosa nueva que no se la podés vender a nadie es lo mismo que nada.  Ese contraste fue un fuerte aprendizaje. Y el último, más personal, es que “mejor fracasar temprano que tarde”. Me llevó seis años reconocer que lo que estábamos haciendo no tenía sentido. O tenía un montón de sentido pero, no comercialmente. Admitir una derrota es cada vez más difícil a medida que pasa el tiempo. Después de haber hecho de todo para que funcione el proyecto. Desde no cobrar sueldo, cobrar poco, irme a vivir a otro país, levantar subsidios de cualquier lado, trabajar 24×7 literal, terminar desquiciada. Pero en algún momento decidimos por nuestra salud mental darle un corte. 

– ¿Cómo fue ese corte? ¿Qué pasó después?
– En realidad, después me di cuenta, que el drama fue mucho más en la previa que el día que tomé la decisión. Al día siguiente mandé un mail a toda la red, contando que el proyecto quedaba en pausa y listo. Que quedaba a disposición por si alguien me necesitaba para hacer lo que sabían que podía hacer. Y a los dos días tenía muchos mensajes de reunirnos para encarar una cosa u otra. Y así se cerró el capítulo Neogram y empezó otro. 

– ¿Qué hacés hoy como partnership de The Yield Lab?
– Yield Lab Latam es un fondo de inversión de Venture Capital, que invertimos en forma especialista en el vertical de inversión de AgriFoodTech. Es decir, invertimos en empresas que están desarrollando algún tipo de tecnología para mejorar el sistema agroalimentario en Latinoamérica. 

Camila Petignat y equipo Yield Lab

– ¿Cuál es tu rol ahí?
– Desde que arranqué en 2018 coordino el proceso de las oportunidades de inversión, la selección de compañías en donde se va a poner el dinero. Eso es, encontrar compañías, elegirlas, y estructurar las inversiones. Ese es el proceso. 

– ¿Qué es lo que más te gusta de eso que hacés?
– Primero que es dinámico. Todos los días hago cosas distintas. Y segundo, que sigo muy involucrada con compañías, startups, emprendedores, desde un lugar que está mucho más alineado con lo que me gusta, que no es quedarme con una cosa, sino ver muchas al mismo tiempo. Todo el tiempo estoy hablando con emprendedores que me cuentan de sus proyectos. Ese vínculo me da mucho calor al corazón. Por otro lado, sigo full 100% conectada con el sector (productor de alimentos) que me encanta y veo mucho potencial de que las tecnologías influyan de manera positiva. Y tiene un montón de capas de dimensiones positivas del impacto. Es un sector (el agropecuario) irremplazable, que es crítico, que impacta en las economías, es fundamental en lo climático, en términos de sustentabilidad se pueden hacer reconversiones para un menor impacto. Y en lo rural, lo educativo, social, financiero. Me encanta porque realmente siento que está alineado con mi propósito que es hacer que la tecnología tenga un impacto real en el mundo de una manera positiva. Finalmente hay una parte de lo que hago, siendo socia de la compañía, que tiene que ver con el desarrollo del negocio, generar conexiones que tiene que ver con la comunicación y compensa la rigidez de la gestión con más flexibilidad. 

FUERA DEL SURCO

– ¿Hay alguna actividad por fuera de tu trabajo en la que busques resetearte?
– Sí, primero mi hija. Cinco de la tarde cierro la computadora y corto, si me llegan mensajes de trabajo los trato de contestar al día siguiente, me puse estricta con eso porque si no, no paro nunca. Desde que soy madre de Matilda, de 4 años, trato de cumplir a rajatabla eso y no trabajar los fines de semana. Salvo que esté durmiendo y hago un poco de trampa (se ríe). Me pasó que ya me quemé, tuve un burnout, en el contexto de cuando era emprendedora. Además, me gusta compartimentar las cosas, soy rígida con eso. Cuando trabajo, trabajo. Y cuando estoy con mi hija y la familia, estoy con ellos. 

– ¿Algún deporte? ¿Yoga?
– Si, yoga, trato de meditar. No quiero generalizar, pero con las madres que yo hablo tienen fluctuaciones, a veces más enganchadas y otras que no. Pero trato de hacer. En algún momento hice tenis también. 

– Ahora estás en Miami viviendo hace poco…
– Tengo una visa por tres años. Nos vinimos con la idea de una aventura familiar. Con un proyecto puntual. No me fui huyendo de Argentina, estábamos bien allá, me encanta nuestro país. No me veo radicada en otro país, pero tampoco lo descarto. Por el momento es esto. 

– ¿Cuándo mirás series o películas qué te gusta ver?
– Terror seguro que no. Acción tampoco. Me gusta ver historias de mujeres. 

– ¿Música? La pregunta es tirana porque el abanico es amplio.
– Escucho de todo. No estoy muy actualizada con el tema trap, aunque sí conozco algunos hits. Pero en general me gusta la música en inglés. Me críe en mi adolescencia con Britney (Spears), Beyonce, Cristina Aguilera, la onda pop R&B (N de la R: Ritmo y Blues). Después tengo bandas que me gustan. Vamos bastante con mi marido, pero no soy fanática. 

– ¿Viajes? ¿Qué te gusta de lo que has conocido?
– Me gusta mucho el sur en verano. Siempre la pasé muy bien. Otro lugar que me gustó mucho que fue mágico, es una estancia que se llama Rincón De Cobo, entre Pinamar y Mar de Ajó. 

– ¿Qué lugar te gustaría conocer?
– Creo que África y el Amazonas. Hacer alguna semanas de expediciones. 

– Llegamos al final: la última pregunta es si tenés alguna frase o un motor que te resuena bien y te ayude.
– No tengo ninguna frase de cabecera. Justo ahora tengo en el fondo de pantalla un poema de Rainer Rilke, que se llama “Letters to a Young poet” y habla sobre la paciencia que hay que tener en el corazón para avanzar en la vida aún sin tener todas las respuestas. Con las preguntas latentes. Es muy lindo y contundente.

MUJERES EN CAMPAÑA

“ELLAS” es una serie de podcasts realizados por Infocampo con mujeres de campo que inspiran por su historia emprendedora, y que cuenta con el acompañamiento de “Mujeres en Campaña”, una iniciativa de New Holland Agriculture que ya tiene un camino recorrido y embajadoras de distintos lugares del país.

La Iniciativa Mujeres en Campaña (MEC) surgió cuando comenzamos a notar que existen muchas mujeres involucradas en el campo con grandes capacidades y que todas teníamos algo en común: la necesidad de compartir experiencias vinculadas al campo y al trabajo rural, nuestro principal objetivo es visibilizar el rol de la mujer rural en cualquiera de sus tareas sea como cliente o como una referente para el sector”, señaló Natalia Álvarez, referente de Marketing New Holland Argentina.

Desde “Mujeres en Campaña” desarrollaron el concepto de “embajadoras” que permite conocer un poco más de cada una en su rubro y, a su vez, difundir cómo trabajan y cómo se sienten.

El objetivo de este maridaje entre ELLAS y Mujeres en Campaña es llegar a mujeres de distintas edades y distintas zonas geográficas. “Nos enorgullece cuando un padre nos comenta que le recomendó a su hija inscribirse en nuestra plataforma para capacitarse y realizar algún curso de los que ofrecemos”, agregó Álvarez.

Desde la plataforma de MEC, se puede acceder a capacitaciones, foros, talleres, entrevistas y contenido de interés, además, cuenta con una Feria de Emprendedoras para dar a conocer los proyectos que lideran las seguidoras.

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