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El sorgo gana en tecnología y se fortalece para combatir al pulgón amarillo

Desde la firma Tobin, una de las principales desarrolladoras de semillas del cereal del país, destacan el crecimiento que viene teniendo el cereal. "Antes lo sembraban y recién lo iban a ver de nuevo a la hora de cosecharlo", subrayan.

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Por Infocampo

En 2001, cuando la economía argentina estallaba y las consecuencias eran una constante, Víctor Tobin y su familia apostaron por emprender en su propia empresa y hoy cosecha los frutos de esa jugada audaz.

El tema es dar los pasos que te corresponden. Si vas despacio, podés llegar. Porque en este país no tenés que ser inteligente, tenés que ser adivino”, expresó en una charla con Infocampo durando el último Congreso Maizar.

Tobin, dueño de la empresa que lleva su apellido y que se especializa en la producción de sorgo y maíz, comentó que en Argentina “es imposible producir sin ser adivino”.

“En Argentina hacés una mercadería pero al año siguiente te aparece una pauta, una retención, o sino otro impuesto que te desanime. Y estamos al lado de países que te dejan hacer. Acá hay que tener mucho cuidado en no irte demasiado lejos en los riesgos”, sintetizó.

LA APUESTA POR EL SORGO

Tobin sostuvo que “el sorgo está reflejando lo que pasa en el mundo. En China estaba en u$s 370 la tonelada, y acá en u$s 230”. Y contrastó: “Pero el maíz vale U$S 200 la tonelada”. .

“Eso hace que aumente el porcentaje de productores que usarán más tecnología. Antes pasaba que la gente sembraba el sorgo y después lo iba a ver a la hora de cosecharlo”, comparó.

En este camino recorrido a lo largo de los años la empresa no solo tuvo su mirada comercial. También sus técnicos fueron los responsables de dar la señal de alerta a las autoridades sanitarias sobre la peligrosa plaga del pulgón amarillo, que afecta al sorgo.

“La habíamos visto ya en 2013 o 2014. Siempre digo que al pescado hay que verlo vivo en el mar, en el plato muerto lo ven todos. Empezamos a hacer cruzamientos e intercambiar materiales, y empezamos a ver que tenía líneas de comportamiento. Lo primero que dije es: ‘veamos si es pulgón amarillo’, y después de eso dimos la alarma”, señaló.

“Les pedí que fueran al INTA y que los investigadores del Instituto analizaran a fondo. Tratamos de tener mucho cuidado y de explicar qué productos se podían usar porque era muy dañino. El primer año se llevó cultivos enteros”, remarcó.

Por eso definió su labor en el agro. “Esto lo sigo haciendo porque es parte de mi vida. Hace 53 que estoy en las semillas, aparte de ser un negocio, me gusta”, cerró.

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