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Eliana, la ‘gringa’ de Bragado que es fanática de los tractores: “Son mi punto débil”

Nacida en Bragado, creció en una familia 100% de campo. Entre otras historias de vida, hizo un curso sobre mecánica en el que era la única mujer. Es la nueva protagonista de Tierra de Historias.

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Por Infocampo

Para Eliana Garassi, la “gringa”, nunca hubo duda alguna: desde pequeña amó el campo, sus máquinas, sus tractores, y por eso pretende seguir trabajando allí mientras la vida se lo permita.

Se trata de la joven que es la nueva protagonista de Tierra de Historias, la serie de podcast producida de manera integral por Profertil y conducida por el periodista Juan Ignacio Martínez Dodda.

Nacida en Bragado, desde los tres años vivió con sus padres y tíos en las casillas que se utilizan en la época de cosecha, y a los nueves años ya comenzó a aprender a manejar tractores.

Con toda una vida en el campo, hoy asegura que quiere continuar este trabajo para dejarle a su hija el mismo legado de sacrificio que le dejó su padre.

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A continuación, un resumen del podcast, que puede escucharse completo en el canal específico de Spotify de Tierra de Historias o al finalizar la nota:

-¿Qué recordás de niña en el campo? Cuando cerrás los ojos, ¿qué se te viene a la cabeza?
-Desde la cuna, todos en el campo. Mi mamá, mi papá, mis abuelos, todos relacionados al campo, en una chacra muy chica. Pero siempre ir con mi mamá a hacerles la comida a mi papá, donde estén cosechando ellos, porque hacen servicio de cosecha aparte de tener su chacra. Además, ya a los tres años me dejaron quedarme en la casilla y lo que más recuerdo es despertarme ahí muy chiquitita, mirar por la ventanilla y ver las máquinas, mis tíos arreglándolas, preparándolas para para salir a cosechar. Abría la puerta y estaban mis tíos y mi papá, era mi lugar, me sentía muy feliz.

-¿Qué legado dirías que recibiste de tus padres?
-El sacrificio del trabajo. Mi mamá también apoyaba a mi papá cuando no era la campaña, hacía trabajos de costura. Para poder comprar implementos más nuevos siempre había créditos bancarios, entonces había que apoyar con trabajo de lo que sea. Mi papá siempre nos decía que no hay nada más lindo que apoyar la cabeza en la almohada y tener la conciencia tranquila; dormir y descansar tranquilo, y eso es lo que siempre me quedó. También el valor de la palabra. Si se arreglaban los precios era todo con palabras, no había contratos, y por eso para mí la palabra lo es todo.

-¿Es cierto que empezaste a manejar un tractor antes que el auto?
-Sí, junto a mi hermano, que es más grande que yo. Tenía unos nueve años y me subía al tractor con él, cuando mi tío y mi papá andaban en la cosechadora, y entre descarga y descarga podía andar yo un poco. También aprendí mucho de observar, porque de curiosa ya sabía para qué era cada palanca, por ejemplo. Empecé con mi hermano y después siempre con mi papá, cuando hacían algún trabajo, me subía y me aguantaban; no me podían decir que no.

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-¿Cómo fue la adolescencia después, entre tacos y alpargatas?
-La verdad que a mí el boliche nunca me gustó, sí tenía con mis compañeros previas y esas cosas, pero en general no iba, porque me iba al campo. Día de la semana estaba acá (por Bragado) por el colegio, y sábado y domingo en el campo. Empecé a salir como a los 18 años, porque organizábamos los matiné para recaudar para la fiesta de egresados, y tenía que ir. Ahí salía un viernes a la noche, después volvía y mi papá estaba desayunando para irse al campo. Me ponía a desayunar con él, me bañaba, me ponía la ropa de campo; él me decía que me acostara un ratito, pero a veces seguía derecho, era joven.

-Y llegó el momento de decidir qué hacer, una vez terminado el secundario…
-Yo tuve la posibilidad de ir a una escuela agropecuaria donde hice la secundaria, entonces tenía prácticas en un campo, que la verdad fue la mejor decisión que pude haber tomado. Después me fui a estudiar Agronomía a una ciudad cerca, pero por un tema de costos en esa época y estaba muy desorganizado el plan de estudio, me terminé volviendo a Bragado. Ahí hice un curso de Perito Clasificador de Granos y el último que hice hace muy poquito fue de mecánica agrícola, que me encantó. Era la única mujer entre todos varones; era soldar y esas cosas que yo ya las sabía porque siempre me he metido allá en el campo.

-Hace poco te tocó ser mamá de Clarita, ¿cómo te ha ido con eso?
-La verdad es que estuvo bravo. Lo primero que hicieron mis tíos fue retarme, porque no me podía subir a los tractores porque estaba embarazada y arrancamos mal. Pero bueno, alguna escapadita a los seis meses me acuerdo con la panza, un traslado, me hice por ruta. Ahí me dejaron porque no había pozos no había nada. Y la primera campaña de ‘Clari’ tenía nueve meses cuando fuimos al campo con mi mamá y mi papá, y ellos la cuidaban en la casilla mientras yo andaba en el tractor. Así que a los nueve meses tengo la primera foto de ella que no se mantenía casi ni sentada y ahí ya estaba firme jugando como yo con juguetes, pero con cosas o herramientas. Así que va conmigo desde bebé y hasta el día de hoy llora por subirse conmigo al tractor. Ya sabe todo cómo funciona, me apura, me dice dale para que me acerque a la máquina para descargarle. No es una nena que mire televisión ni nada de eso, no le gustan los juguetes, le gusta el aire libre, sus juguetes son tractores, máquinas. No le llama la atención una cocinita, va y elige un camioncito.

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-¿Hoy qué hacés en el campo? ¿Qué te gusta de tu trabajo?
-Estoy más metida en las decisiones. Al faltar mi papá (N. de R: falleció en 2020), me toca asumir decisiones. Igual me escapo un poquito y me voy al campo a las cosechas, porque es mi punto débil. Pero me toca tomar más decisiones, ayudar en lo que sea, por ejemplo con mi hermana a mis tíos con el tema de los bancos, los papeles, que por ahí hoy en día muchas cosas se pueden hacer con la tecnología y nosotros estamos más acostumbrados a eso. Igual siempre que puedo me subo a un tractor. Por eso también pertenezco a la Asociación de Tractores y Máquinas Antiguas, donde se trabaja como era antes, te remontás a épocas anteriores y es muy lindo.

-Si tuvieras que destacar alguna tecnología que te haya deslumbrado en estos años, ¿cuál sería?
-Nosotros no tenemos mucha maquinaria moderna, pero la más nueva tiene muchísimos botones y una computadora que va diciendo todo: la humedad a medida que vas cosechando, los kilos por hectárea y cosas así. Pero también sucede que a las otras máquinas es más sencillo arreglarlas. Lo que me parece muy bueno ahora es lo que hacen los concesionarios, que mientras estás cosechando ellos te están viendo y monitoreando la máquina, y entonces si paraste ya saben qué se te rompió o te avisan “en tantas horas tenés que cambiar el filtro”. Hay más apoyo. Antes te comprabas una máquina y era arreglártelas solo.

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-¿Cuánto crees vos que sabe la gente de ciudad de lo que se hace en el campo?
-Me ha pasado que invité a una persona de Buenos Aires y vino acá al campo, que nunca había visto un tractor, cómo funcionaba. Me parece muy bueno el trabajo de mostrar lo que se hace en el campo, porque no me gusta esa grieta ilusa de campo versus su ciudad. Para mí no existe porque nos necesitamos mutuamente. Nosotros somos un pueblo, una ciudad muy chica, donde el campo necesita de la ciudad y la ciudad del campo, porque los insumos y los repuestos los compramos acá, y la ciudad necesita nuestros productos. Es un ida y vuelta, no estoy de acuerdo con esa división, estamos todos juntos

-¿Qué te imaginás en tu vida en los próximos cinco o 10 años?
-Como desafío, seguir adquiriendo conocimientos. Todo avanza tan rápido que mi objetivo es estar siempre actualizada. Pero además mis tíos ya quieren aflojar, estuvieron toda la vida en el campo, desde los 14-15 años, es toda la vida, se merecen disfrutar un poco ahora. Por eso, con el apoyo de ellos, quiero seguir con el campo, enfocada en continuar con esto en lo que crecí y me gusta, y dejar este legado para mi hija y mi familia en general.

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