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Esquema arancelario inconsistente

En una semana interesante desde el punto de vista informativo, donde para esta sección bien podríamos haber hablado de una naciente alianza entre el Gobierno y el sector social de los pequeños productores (lo que le valió al secretario De Urquiza una ovación el martes en el Foro de la Agricultura Familiar, como contracara de... Read more »

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En una semana interesante desde el punto de vista informativo, donde para esta sección bien podríamos haber hablado de una naciente alianza entre el Gobierno y el sector social de los pequeños productores (lo que le valió al secretario De Urquiza una ovación el martes en el Foro de la Agricultura Familiar, como contracara de su salida silenciosa de exposición de Palermo), preferimos analizar lo que ya aparece como una inconsistencia en materia de aranceles a la exportación.

La base del siguiente razonamiento es que a la hora de gravar las ventas al exterior, como se viene haciendo desde la devaluación, a mayor valor agregado de producto, menor arancel.

El caso de la molienda de trigo es un buen ejemplo. A la exportación del cereal tal cual se le aplica el 20%, mientras que a la harina, el 10%. Un ejemplo extremo de esta política puede ser el del biodiésel, donde el aceite en bruto -es decir la materia prima- tiene una retención del 24% y sin reintegros, mientras que el biocombustible tributa el 5% y recibe un reintegro del 2,5%.

Incluso cabe preguntarse si este diferencial arancelario -que algunos entienden como un olvido normativo antes que política activa- no ha sido una herramienta de estímulo a la inversión mayor que las leyes nacionales y provinciales de promoción de los biocombustibles.

Así es que de junio a la fecha, con sólo dos plantas en producción (la segunda inaugurada oficialmente hace una semana) esta naciente industria ya colocó en el exterior 100.000 toneladas de biodiésel.

El otro caso extremo, pero inverso, es el de la molienda seca de maíz. Lo explicaba muy bien un empresario local que participó de la reciente feria alimentaria de Anuga, en Alemania. Esta industria consume anualmente unas 300.000 toneladas de maíz (mayormente colorado no transgénico) con las cuales elabora harina de maíz (polenta) y grits, con los que luego se hacen los corn flakes.

Como el consumo de polenta en la Argentina está cayendo a pique fruto de la mejora en la situación económica (hoy venden el 35% de lo que vendían en 2002), el mundo aparece como la vía natural para el crecimiento de esta actividad.

Pero allí se encuentran con que la retención practicada a los productos de la molienda seca del maíz es del 20%, lo mismo que se le aplica a la exportación del grano tal cual. Vale decir que lo que rige para la molienda de trigo o para el biodiésel, incluso para la industria aceitera que tiene un bonus del 3,5% en sus productos respecto de la exportación de poroto de soja, no vale para esta gente.

Incluso, comentaba este empresario, la Unión Europea, que acepta el ingreso del maíz colorado argentino con 0% de arancel, le carga 173 euros a cada tonelada de producto procesado que ingresa, lo cual es lógico porque ellos quieren que el valor se agregue allá.

Es una suma muy importante, si consideramos que los valores de los productos de este complejo oscilan entre 255 y 435 dólares la tonelada FOB.

Entonces, la pregunta es conocer la razón, si es que hay alguna, para que la molienda seca tribute por sus productos lo mismo que el exportador del grano, cuando colegas suyos en otras actividades tienen un diferencial por el agregado de valor local.

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