La paradoja de la semana es que al mismo tiempo que el Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina (Ipcva) realizaba una jornada de perspectivas sobre el negocio, los empresarios de la industria exportadora discutían con el secretario Guillermo Moreno cuánto iban a poder exportar de ahora en más.
Es que en el último año, la actividad se caracterizó por los permanentes cambios de reglas provenientes desde el Poder Ejecutivo, que tornan el negocio altamente volátil.
En la última semana se conoció que el cupo mensual se achicará un 10%, al pasar de 45.000 a 40.000. Pero en verdad el achique es más severo, porque el cupo pasa a incluir, según la información que maneja el empresariado (al cierre de esta edición no había una resolución oficial), los cuartos de novillos pesados, la carne de vaca, la Cuota Hilton (unas 2.000 toneladas/mes) y la carne cocida.
Pero no sólo esto. A pesar de que la medida se conoce en la segunda quincena de marzo, el cupo rige para el mes completo, es decir que termina siendo retroactivo.
Los empresarios se quejan del descalabro comercial que esto les genera y sus consecuentes mayores costos. El primero de ellos es incumplir con los clientes externos, ya que los ROE se sabe cuando se presentan pero no cuando se autorizan.
Entonces los contenedores que las navieras proveen a los frigoríficos para llevar la carga pasan hasta semanas en las plantas de faena esperando la autorización para ser llevados a puerto, lo que implica mayores costos de comercialización.
“Lo peor de todo es que está visto que mantener pisada la exportación no surte ningún efecto en el control interno de precios”, se quejaba un empresario. “¿Cómo puede ser que el asado, que el frigorífico vende a 5,10 o 5,20 $/kg esté en la góndola de los supermercados a 10 u 11 $/kg? El comercio se está quedando con la diferencia”, decía el hombre.
Por otra parte, la cuotificación torna la pelea entre grupos de frigoríficos casi salvaje. No son peleas que trascienden a lo público, pero dentro del sector industrial hay cuentas pendientes que esperan el momento para ser saldadas, un escenario nada compatible con el modelo de una Argentina proveedora de agroalimentos al mundo.
Javier Preciado Patiño