El conflicto rural de los últimos 70 días ha despertado un renovado interés por la relación entre política y campo.
De hecho, la cuestión es abordada en el último número de El Federal, en sus extensas y múltiples facetas.
Lo que se puede afirmar es que este conflicto ha permitido redescubrir el papel de la política y los partidos en la vida pública de país, un rol que ha venido siendo denigrado desde múltiples sectores a partir del retorno de la democracia, con su pico máximo en 2001 bajo la fórmula del “que se vayan todos”.
Ahora, que se comprende que la solución del conflicto es política, interesa saber cómo actuar en este terreno. Allí surge, como un espejismo para el viajero que atraviesa el desierto, Brasil y su mítica bancada ruralista.
En el imaginario del agronegocio local, posiblemente esta idea se asocie a la de un grupo de legisladores que sistemáticamente vota a favor de “el campo” y en contra de los proyectos que lo podría perjudicar.
En Brasil, la cuestión de la bancada ruralista es objeto de estudio, por constituir un fenómeno en sí mismo.
Uno de los últimos trabajos (octubre de 2007) ha sido realizado por el Instituto de Estudios Socioeconómicos y constituye una radiografía del fenómeno.
Para la curiosidad argentina tal vez los siguientes sean los puntos más destacables sobre la cuestión:
a) No constituyen un partido, sino que son legisladores de distintas fuerzas políticas, cuyo común denominador es su vínculo económico (empresarial) y eventualmente familiar con la actividad agropecuaria.
b) En general pertenecen más a partidos de centro y centro derecha que a los de izquierda.
c) Sus miembros buscan ocupar posiciones clave como las presidencias de las comisiones de Agricultura.
d) Constituyen el mayor grupo de interés en el Parlamento brasileño, con 116 diputados en el período 2007/2010, superando a los abogados, que cuentan con 110 legisladores. El total de diputados en Brasil es de 513.
e) Así como tales, los ruralistas tienen más diputados que el principal partido, el Movimiento Democrático Brasileño, que cuenta con 90 representantes en la Cámara baja.
f ) En votaciones decisivas pueden incrementar su número, mediante simpatizantes de la causa, al doble o el triple.
Hasta aquí, lo más destacado sobre la radiografía de la bancada ruralista, a quien el autor del informe, Edelcio Vigna, califica como una “anomalía política”, en tanto que “identifica la fragilidad del sistema político brasileño”, aunque sin constituir “un riesgo para la democracia”.
Pero una transpolación de esta idea de bancada ruralista a nuestra realidad institucional debiera considerar una cantidad de externalidades presentes en Brasil y ausentes o no tan claras en la Argentina.
Por caso:
1) La diversidad y equilibrio de las fuerzas políticas partidarias en Brasil, versus la concentración local. Por ejemplo, el partido de los Trabajadores de Lula sólo tiene 80 integrantes, sobre los 513 diputados de la cámara. Aquí el oficialismo logra quórum propio.
2) La existencia de problemas aglutinantes como la reforma agraria, el ambientalismo, los movimientos sociales del agro o la amenaza a la propiedad privada.
3) El respaldo de una única central gremial del ruralismo, la Confederación Nacional de la Agricultura, versus las cuatro entidades existentes en la Argentina, con sus diferencias de criterio.
De todos modos habría que plantearse qué pasaría si nuestro Congreso adoptara un sistema de representación basado en la defensa cerrada de intereses sectoriales y a la bancada ruralista, se le contrapusiera la bancada industrial, la sindical, la religiosa, etcétera, etcétera, y si este sistema sería más sano que el actual basado en los partidos, aunque no funcione del todo bien.