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Marzo, un mes negro para la carne vacuna

En los días previos al cierre de este semanario había un rumor fuerte acerca de que el Gobierno iba a cerrar nuevamente el mercado externo de la carne vacuna. El motivo era el fuerte incremento en el precio del novillo y en los cortes al público. Era la misma “solución” que el ex presidente Néstor... Read more »

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En los días previos al cierre de este semanario había un rumor fuerte acerca de que el Gobierno iba a cerrar nuevamente el mercado externo de la carne vacuna.

El motivo era el fuerte incremento en el precio del novillo y en los cortes al público. Era la misma “solución” que el ex presidente Néstor Kirchner aplicó en marzo de 2006, un punto de inflexión para que una actividad que parecía tener un futuro prometedor empezara a transitar una declinación lenta, pero sin pausa.

Finalmente el miércoles se conoció que el Gobierno recortó el cupo de exportación de 40 a 24.000 toneladas, por debajo incluso de la oferta de los frigoríficos exportadores que habían ofrecido restringir el cupo a 30.000 previendo lo que se venía.

La situación de la industria frigorífica exportadora y la actividad ganadera en general, que venía complicada, seguramente empeorará a partir de esta nueva restricción.

Con esta medida, el Gobierno demuestra que no le encuentra la salida a la disyuntiva entre aumentar la productividad vía el estímulo del precio y el abastecimiento del mercado interno a valores no inflacionarios.

La estadística de la Oficina Nacional de Control Comercial Agropecuario (Oncca) indica que de 2006 a 2007 la faena saltó de 13,4 a 14,9 millones de cabezas.

Pero este incremento se explica por un aumento de ¡un millón de cabezas! En matanza de terneras (futuros vientres), en la duplicación de la de terneros (pasaron de 315.000 a 700.000) y en la de vacas (400.000 cabezas más).

Por el contrario, la faena de novillos, el animal que más kilos de carne aporta por cabeza a la productividad, cayó en 200.000 cabezas.

En definitiva, mientras la faena aumentó 11%, la producción de carne lo hizo 5%, al pasar de 3,04 millones de toneladas a 3,21.

Bajó por ende el peso promedio de la res, en donde también influyó la decisión del secretario Javier de Urquiza de dar marcha atrás con el peso mínimo de faena (aunque ahora lo quiere volver a elevar).

Pero el caso es que durante el año pasado también se faenaron 3,37 millones de novillitos.

La diferencia en kilos de carne, promedio para 2007, entre la categoría novillos y novillitos, fue de unos 70 kilogramos.

Es decir que si todos los novillitos se hubieran engordado como novillos la producción de carne hubiera aumentado en unos 250.000 toneladas.

La misma cuenta hecha para los terneros sería mucho más impresionante. Se trata de carne que para el Gobierno no existe, que no se encuentra en el cupo.

Entonces, ¿por qué la industria no le propone al Gobierno hacerse cargo del engorde de una equis cantidad de cabezas hasta la categoría novillos? El trato sería que a cambio de aumentar la producción general de carne (que eleva la oferta de producto al mercado interno, ya que sólo una parte minoritaria de la res se exporta) les dejen vender afuera sin restricciones el adicional producido de cortes de alto valor.

Parece una solución del tipo “todos ganan”. El Gobierno, porque aumenta la oferta de carne en el mercado interno, y la industria frigorífica porque se encontraría con más cupo exportable. Claro que todo siempre y cuando el número de engordar un novillo cierre contra el de la integración de la res entre mercado interno y externo.

El otro cambio importante es en la forma en que se articularía la cadena de ganados y carne. En este esquema, los frigoríficos tendrían más responsabilidades sobre el eslabón productivo.

De hecho, semanas atrás el consultor Víctor Tonelli decía en estas páginas que está haciendo acuerdos con los criadores para que le recríen los terneros a un frigorífico exportador.

Posiblemente por ese lado venga una parte de la solución al problema de la cadena cárnica.

La realidad, de la cual debería tomar nota el Gobierno, es que las últimas medidas adoptadas para esta actividad han generado el efecto contrario al buscado: el peso promedio de la res faenada se desplomó de unos 227 kilos a los que había llegado en 2006 a 215 en 2007. Vale decir, se operó en contra de la productividad, un error que la ganadería puede terminar pagando muy caro.

Javier Preciado Patiño

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