El pasado 21 de diciembre Sofro fue noticia al descargar el tradicional primer lote de soja que llega a Rosario (en Vicentín, planta Ricardone). Una partida de 30.160 kilos producida en la localidad de Presidencia Roca, Chaco, sembrada el 12 de agosto.
Tras una experiencia inicial en 2005, con 200 hectáreas (en las que se obtuvo un rinde de 3.200 kilos), Sofro, decidió apostar fuerte a la soja en invierno.
La empresa liderada por Marcos Rodrigué, Rogelio Fogante y Héctor Cecci es referente en el NEA con 7.500 hectáreas de soja de invierno-primavera (el 100% del total de tierras), 3.750 ha de maíz, 1.100 ha de trigo de verano y alrededor de 2.700 de sorgo. Algo extraño para la zona, no siembran ni girasol ni algodón: “por una cuestión económica dado que son cultivos que demandan más inversión y otra estructura, sobre todo el algodón”, explican.
Con un esquema que tienen probado y funciona bien desde hace dos años, logran un promedio de 25 a 30 quintales por hectárea (qq/ha) de soja, 55-60 qq/ha en maíz, 40 qq/ha de sorgo y 25 de trigo (la última campaña la helada quemó un trigo que apuntaba a 35 quintales); todo en secano.
Este modelo en el que gramíneas de carbono 4 (muy eficiente en el secuestro de carbono), como el maíz y el sorgo, han adquirido gran protagonismo, permite una mejor cobertura, exploración radicular, contribución a la materia orgánica y menores pérdidas por evapotranspiración, este último, un tema clave para cualquier actividad agrícola que se realice en el norte del país, con elevadas temperaturas y lluvias irregulares. Para tener una idea, la tasa de evapotranspiración anual es de 1.400 mm, y superan a las precipitaciones.
Claudio Romero, encargado de la zona NEA (Chaco y Santiago del Estero) de Sofro explicó en diálogo con Infocampo algunas de las características y objetivos de este planteo de doble cultivo en secano.
“Sembramos la soja de invierno- primavera, en julio cuando la temperatura del suelo lo permite, y hasta octubre; la cosecha se concentra entre el 10 de diciembre y el 15 febrero. Luego sembramos maíz y sorgo y, si se corren las fechas, directamente hacemos ciclos cortos de trigo, de 110 días, para ser cosechados en julio y otra vez comenzar con la soja”, contó.
Hasta hace cuatro años, como muchos productores (y empresas radicadas ) en la zona, hacían girasol, luego maíz, sorgo y trigo. Pero la soja empezó a ganarse un lugar y desde hace dos años ocupa el total de las hectáreas como antecesor de gramíneas.
“De esta manera, se siembra soja en una época en la que la demanda atmosférica, como hace poco calor, es mucho menor, y la evapotranspiración de referencia va a ser más baja; entonces, con menos agua disponible se puede producir más y los cultivos aguantan de otra manera”, explicó Rodolfo Gil, especialista del Instituto de Suelos del Inta Castelar.
Manejo. La fertilización se concentra en las gramíneas, haciendo un balance básicamente con nitrógeno y azufre, focalizado en el maíz y el trigo; no tanto en el sorgo, dado que los primeros tienen un índice mayor de respuesta a la tecnología aplicada.
En maíz se usa fertilizante líquido (Solmix), entre 140 y 170 litros, y en el trigo, de 130 a 150 litros. En una zona en donde recién ahora algunos productores grandes están empezando a fertilizar, esta aplicación de tecnología es interesante.
En lo que respecta a las variedades de soja, se usan ciclos cortos de 3 a 5.8. Ciclo con el cual se han superado los 4.000 kg/ha (un rinde que está muy por encima del obtenido en las siembras de septiembre-octubre en la zona). En tanto, el 90% de los maíces sembrados son tropicales, más adaptados a la zona; el resto templados.
En lo que respecta a la calidad del suelo, tiene entre 2 y 3,2% de materia orgánica y alrededor de 30-70 partes por millón (ppm) de fósforo.
La región tiene una formación de tipo aluvial, esto es, por efecto de los sedimentos arrastrados por los ríos hace miles de años, entonces, se encuentra una heterogeneidad muy alta de los suelos. Por ejemplo, en 100 hectáreas puede haber 8 series distintas de suelos.
“Otra característica de la zona es que los suelos tienen problemas de conductividad eléctrica entre los 60 y 80cm de profundidad, a veces hasta cuatro veces más de lo que puede suportar un cultivo y esto acentúa el stress hídrico, y hace que se empiece a sentir antes modificando el aprovechamiento potencial del agua”, indicó Romero.
En la región, la media anual de lluvias es de entre 900 y 1.200 milímetros (Presidencia Roca está en la isoyeta 1.100 mm), pero concentrados 80% entre octubre y marzo abril.
Mientras que otros años el ciclo de la soja había recibido más de 410 mm, esta campaña estuvo por debajo de los 400.
Lo que se busca aprovechar es un otoño con un interesante caudal de agua. “Una de las cosas que estamos midiendo con mucha intensidad es cómo lograr sembrar una soja con un perfil lo más cargado posible, no porque se necesite agua en ese período, sino porque tenemos que asegurar el enraizamiento de los cultivos”, asegura
Romero.
Las altas temperaturas, además, impactan directamente en la tasa de descomposición de residuos de cosecha, por lo que es importante evaluar las cantidades rastrojo y el momento del año en que se está protegiendo al lote.
Chacra experimental. Rodolfo Gil está a cargo del plan de desarrollo 2008-2011, para el NEA de La Redención Sofro donde, en una Chacra de 30 hectáreas, se prueban protocolos de manejo y se evalúan genotipos, fechas de siembra, arreglos espaciales, rotaciones, fertilización y protección de plagas, enfermedades y malezas.
Uno de los capítulos es la “exploración de lo desconocido”. Allí es donde el equipo que conforman Gil, Romero y Cristian Salomón, se permite “jugar” con los límites. “Así como probamos soja de invierno-primavera también vamos a evaluar el comportamiento del maíz y el sorgo en esa misma época, algo que, si funciona, sería un adelanto importantísimo pues en esa época, debido a que hay menores temperaturas que las agobiantes del verano hay también menos plagas y no hay que usar bt, por lo que la ecuación económica es mejor”, destacó Gil.
La Redención Sofro también tiene Campos en producción en toda la provincia de Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos.
Si bien en el NEA Sofro aún no se está trabajando con agricultura de precisión, porque se está haciendo hincapié en otras cuestiones de base, Gil considera que “el gran paso será llegar a trabajar con agricultura por ambientes, donde se pueda manejar la variabilidad espacial y aprovechar mejor cada potencial específico”.
Suelos, agua y descomposición
Especialista de suelos del Inta Castelar, Rodolfo Gil, considera que “en la región chaqueña se debería evaluar cómo las diferentes secuencias de cultivos y el diseño de manejo agronómico de los mismos pueden aumentar la eficiencia de uso del agua, nutrientes, la producción de granos, la cobertura, la cantidad de rastrojos y la de carbono en el suelo”. El agua juega un papel clave. Hay tres cuestiones centrales que ajustar: 1) Una rotación y barbecho que permitan un adecuado balance de la materia orgánica y un mayor secuestro del carbono del suelo. Es importante analizar el aporte de materia seca de cada cutivo y su dinámica de descomposición, así como establecer comparaciones entre los diferentes residuos. 2) Barbechos que permitan mejorar la eficiencia de uso de agua. Aquí entra en juego la relación entre cultivos en cada secuencia. 3) El manejo, a partir de la evaluación de la secuencia de cultivos y la estructura, densidad y distanciamiento de los mismos. La demanda de información es cada vez más creciente y el trabajo de Gil en el NEA junto a Sofro será altamente demandada por productores de la región.
Juan Ignacio Martínez Dodda