Dicen que los animales son más perceptivos frente a las catástrofes, y se cita, a menudo, casos de comportamientos extraños en los momentos previos. Por caso, los animales que huían tierra adentro antes de que el tsunami arrasara la costa de Tailandia en 2005.
Bien, el comportamiento de determinados políticos del oficialismo en los últimos días podría encajar perfectamente con esta definición si los describiera un naturalista.
Tal vez el más notable de todos haya sido el de los legisladores provinciales de Santa Fe, Córdoba y Entre Ríos, que reunidos en la provincia mediterránea emitieron el martes un comunicado que, palabra más, palabra menos, dice algo así como “somos peronistas, pero las decisiones del Gobierno nacional no pueden afectar a nuestras economías, porque en ese caso estaremos del lado de los productores”.
Que el gobernador Schiaretti haya movilizado a sus legisladores no sorprende. Pero que en la provincia mesopotámica, donde Sergio Uribarri se ha mostrado hasta ahora como un fiel adscripto a la política de los Kirchner, sus legisladores hayan suscripto masivamente a la iniciativa, es cuanto menos sobresaliente.
Y allí aparece la mano del ex gobernador Jorge Busti, y actual presidente de la cámara de Diputados provinciales.
Sin Busti, de quien ahora se dice que sobrelleva una fuerte interna con Uribarri y los Kirchner, esto no habría sido posible.
En tanto, los legisladores peronistas santafesinos alienados con Reutemann marcharon también sin pruritos hacia la vereda del campo.
Claro, su líder fue pionero en desafiar el alineamiento y desde entonces permanece en la Sibera justicialista.
También el ex gobernador Felipe Solá parece haberse soltado y no duda en hacer declaraciones sobre sus propias iniciativas, por caso la creación de un organismo que garantice el acceso de los argentinos a los alimentos.
“Solá no pierde nunca. Él pone la ficha en el paño cuando el croupier ya cantó el número”, ironizan sobre este verdadero ‘animal’ político. “Si está abandonando el barco, algo está pasando”, agregan. Lo real es que a medida que el conflicto del campo se agudiza, las fidelidades iniciales parecen comenzar a resquebrajarse.