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Un manjar que se abrió paso a la inclemencia

El oeste de La Pampa, caracterizado por el desierto, alberga incontables majadas caprinas. La ausencia del río Salado, largo litigio con Mendoza, ha marcado la producción de esta zona.

El oeste de La Pampa, caracterizado por el desierto, alberga incontables majadas caprinas. La ausencia del río Salado, largo litigio con Mendoza, ha marcado la producción de esta zona.
infocampo
Por Infocampo

De genética criolla, al amparo de la supervivencia del más apto, alimentados por pastos ásperos, el ganado caprino fue generando una especie autóctona.

Hoy los chivitos de Santa Isabel son el manjar de las mejores mesas. A pesar de ello, la faena clandestina era la forma de hacer llegar el producto a los asadores. La falta de un precio de referencia y una competencia poco transparente empobreció a los productores.

A partir de la administración Verna del gobierno provincial, el gabinete productivo que lidera el doctor Ricardo Moralejo puso en marcha una estructura para contribuir a la integración vertical del negocio. Así hoy el frigorífico de Santa Isabel faena alrededor de 2.000 cabezas por mes en temporada alta, entregando un producto de máxima calidad al consumidor.

Los tonos pardos del desierto pampeano son el marco para el desarrollo de la ganadería caprina. Jarillas, alpatacos, chilladoras y molles, entre otras especies, conforman el alimento en el monte bajo. Los chiveros han cuidado por décadas los hatos con manejos ancestrales, huérfanos de la protección económica del Estado y siempre atados a los vaivenes económicos.

Hoy, la Humada, cercana a Santa Isabel, es el corazón de la producción caprina. Aquí, un importante número de productores ha puesto manos a la obra en el mejoramiento de los sistemas. La Universidad Nacional de La Pampa, el Programa Social Agropecuario, el INTA y municipios del oeste acompañan a estos productores de punta y el frigorífico de Santa Isabel es hoy un realidad tangible, con sus compromisos de ventas en Capital Federal y Gran Buenos Aires, que van desde grandes distribuciones a restaurantes gourmet.

Walter García

Corresponsal de Infocampo en La Pampa

El oeste de La Pampa, caracterizado por el desierto, alberga incontables majadas caprinas. La ausencia del río Salado, largo litigio con Mendoza, ha marcado la producción de esta zona.
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De genética criolla, al amparo de la supervivencia del más apto, alimentados por pastos ásperos, el ganado caprino fue generando una especie autóctona.

Hoy los chivitos de Santa Isabel son el manjar de las mejores mesas. A pesar de ello, la faena clandestina era la forma de hacer llegar el producto a los asadores. La falta de un precio de referencia y una competencia poco transparente empobreció a los productores.

A partir de la administración Verna del gobierno provincial, el gabinete productivo que lidera el doctor Ricardo Moralejo puso en marcha una estructura para contribuir a la integración vertical del negocio. Así hoy el frigorífico de Santa Isabel faena alrededor de 2.000 cabezas por mes en temporada alta, entregando un producto de máxima calidad al consumidor.

Los tonos pardos del desierto pampeano son el marco para el desarrollo de la ganadería caprina. Jarillas, alpatacos, chilladoras y molles, entre otras especies, conforman el alimento en el monte bajo. Los chiveros han cuidado por décadas los hatos con manejos ancestrales, huérfanos de la protección económica del Estado y siempre atados a los vaivenes económicos.

Hoy, la Humada, cercana a Santa Isabel, es el corazón de la producción caprina. Aquí, un importante número de productores ha puesto manos a la obra en el mejoramiento de los sistemas. La Universidad Nacional de La Pampa, el Programa Social Agropecuario, el INTA y municipios del oeste acompañan a estos productores de punta y el frigorífico de Santa Isabel es hoy un realidad tangible, con sus compromisos de ventas en Capital Federal y Gran Buenos Aires, que van desde grandes distribuciones a restaurantes gourmet.

Walter García

Corresponsal de Infocampo en La Pampa

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