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Vitivinicultura biodinámica: hacia una producción en armonía con la naturaleza

"Hay que sacarle el misticismo al biodinámica, es volver al pasado, cuando toda la agricultura era orgánica y no se empleaban agroquímicos ni herbicidas", indicó Mario Toso, pionero de este tipo de producción.

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Por Infocampo
La vitivinicultura biodinámica crece en la Argentina, aunque aún de forma incipiente, de la mano de productores comprometidos en producir vino en armonía con el medio ambiente y respetando a los seres que lo habitan.
Desarrollada por Rudolf Stenier en 1924, hace enfasis en respetar la naturaleza y los seres que en ella habitan. Es por ello que, a las prácticas orgánicas, se suma la aplicación de preparados naturales (componentes vegetales, animales y minerales y compost) producidos en la finca hasta la vinificación.
Uno de los pioneros de la viticultura biodinámica en la Argentina es Mario Toso que -junto al enólogo chileno Álvaro Espinoza- produce vinos con certificación Demeter en la bodega Luna Austral, en La Consulta, Valle de Uco, Mendoza.
Miembro de una de las más tradicionales y reconocidas familias de la vitivinicultura argentina, Toso introdujo las prácticas biodinámicas en la viticultura mendocina, lideró varios proyectos y emprendimientos de alta gama. “Hay que sacarle el misticismo al biodinámica, es volver al pasado”, cuando toda la agricultura era orgánica y no se empleaban agroquímicos ni herbicidas, explicó a la agencia Télam.
Con el crecimiento de la población, la agricultura abierta propició el agregado de productos de sintesis química para potenciar las producciones; la biodinámica propone lo contrario, un sistema cerrado en el que todo lo necesario tiene que salir del mismo campo. “Sólo se trata de la armonía y el balance que han acompañado al hombre a través de su vida, y que precisamente hoy ha comenzado a ser el centro de su dilema existencial”, señaló.
En este marco, en los últimos días se lanzó “SNOB” (Sociedad argentina de vinos Naturales, Orgánicos y Biodinámicos), un “sello de calidad” que reúne a productores de diferentes puntos del país.
Ernesto Catena, Pablo Quiroga, Santiago Salgado y Nicolás Jascalevich, cada uno con su propio emprendimiento vitivinicola, juntaron fuerzas para crear este “sello” que, análisis previo, certifique toda la cadena de producción hasta el producto final.  Catena ya venía trabajando la certificación Demeter que garantiza la producción de biodinámicos, que tiene con los más altos estándares.
“Los biodinámicos son los que hoy tienen los controles más estrictos, con menos agregados que los orgánicos; lo que buscamos con SNOB es ir un paso más allá y certificar vinos naturales”, sostuvo Quiroga.
Según indicó, la idea de SNOB es ofrecer al mercado productos certificados, hechos en el respeto por el medio ambiente y como se hacían los vinos hace decena de años.
Otra bodega que elabora estos vinos es Chakana en su finca propia “Nuna” en Agrelo, el mayor viñedo biodinámico certificado de la Argentina. Chakana busca construir una identidad vitivinícola basada en viñedos propios trabajados con prácticas orgánicas y biodinámicas, que garantizan un cultivo sin agregados donde “las vides expresan de manera autentica el carácter del lugar”, aseguran desde la firma.
A lo largo de los Andes, desde Quito hasta Mendoza, la cruz cuadrada o “Chakana” se repite en edificaciones, objetos y decoraciones. Evoca el símbolo que representaba para los Incas a la Cruz del Sur, utilizada como elemento de orientación espacial y temporal con gran importancia para la agricultura. A lo largo de los siglos adquirió un significado místico, encerrando en su geometría los cuatro puntos cardinales y los tres elementos de la vida: el aire, el suelo y el agua. También elaboran con prácticas biodinámicas Finca Dinamia, Krontiras y Esmeralda, entre otras bodegas.