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Agroecología: una ciencia que recorre desde la parcela hasta el paisaje

Como disciplina científica, propone herramientas y técnicas para diseñar sistemas productivos sustentables.

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Por Infocampo

La definición de la agroecología está enmarcada en las tensiones propias de todo campo de desarrollo disciplinar. Reconocida por la literatura científica en los años 30 del siglo pasado, surge en el continente americano en los ´70 como expresión de una nueva manera de hacer agricultura –asociada con la sustentabilidad de los sistemas y sus impactos ambientales y en la salud humana–.

En los ´80, aparece ligada a movimientos sociales y campesinos en Centroamérica hasta llegar, no sin controversias y con debates en plena vigencia, a ocupar un lugar destacado en la agenda institucional de los organismos de ciencia y tecnología.

La institucionalización alcanza a “organismos como el Instituto Nacional de Investigación Agronómica de Francia (INRA), la Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria (EMBRAPA) de Brasil o el INTA en Argentina”, señaló Pablo Tittonell, coordinador del Programa Nacional Recursos Naturales, Gestión Ambiental y Ecorregiones (PNNAT) del INTA.

En este último, la agroecología plantea una serie de debates a su interior y desafíos en innovación tecnológica y organizativa, con aportes desde “la gestión ambiental, la biodiversidad, el estudio del clima y el ordenamiento territorial”, reconoció el coordinador.

En un escenario de crecimiento demográfico, cambio climático y degradación de los ecosistemas naturales, la agroecología constituye una alternativa que permite generar más alimentos y hacerlo de manera sustentable.

Al respecto, es necesario conocer ¿qué es para el INTA la agroecología? Según Tittonell: “Lo que tratamos de mostrar en el trabajo diario es que, en realidad, la agroecología ofrece elementos muy importantes para la agricultura en pequeña y a gran escala”.

Se trata de una disciplina que integra una serie de conceptos, herramientas y técnicas que permiten conceptualizar desde la escala de parcela hasta una escala de paisaje.

“Es una oportunidad para integrar distintas dimensiones: ecológica, social, económica, política y tecnológica en el desarrollo del territorio. También un valioso aporte para pensar la sustentabilidad de las ciudades, cómo se alimentarán en el siglo XXI y cómo se contribuirá a la resiliencia de los asentamientos humanos”, explicó Beatriz Giobellina, coordinadora del Proyecto Específico Soporte Técnico y Capacitación en Procesos de Ordenamiento Territorial Rural del PNNAT del INTA.

Por su parte, Maximiliano Pérez, del Instituto de Investigación y Desarrollo Tecnológico para la Agricultura Familiar (IPAF) Región Pampeana del INTA, la caracteriza como “una herramienta que permite a los productores aumentar los niveles de autonomía”. Esto los lleva a reducir los niveles de dependencia que “hoy les plantea la agricultura y la tecnología”. Otro factor importante “es el aumento de la diversidad”, ya que hay distintas formas de practicarla.

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