Con casi 28 millones de hectáreas cultivadas en siembra directa, esta técnica –basada en el cultivo de la tierra sin arado previo– es de adopción masiva en la Argentina y presenta numerosos beneficios. Entre ellos, mejora la infiltración del agua en el suelo, disminuye su evaporación desde la superficie y crea una condición que favorece la acumulación y conservación del agua en el perfil.
“La siembra directa (SD), junto con una rotación de cultivos con alta frecuencia de gramíneas y una fertilización balanceada, crea las mejores condiciones para la captura de carbono, que se traduce en incrementos en rendimiento y en aportes de residuos (rastrojos) al suelo”, detalló Carolina Alvarez –técnica del INTA Manfredi y una de los autores de la experiencia.
Luego de 18 años de analizar las variables de rendimiento y agua útil acumulada en el suelo y estimar los aportes de carbono de los residuos vegetales en soja y maíz, los especialistas del INTA Manfredi concluyeron que “la SD es un sistema de manejo que contribuye a aumentar los rendimientos de los cultivos de renta principalmente porque mejora la condición hídrica del suelo”.
Además, cuando se combinan la SD con la rotación bianaual soja-maíz y un cultivo de cobertura invernal la captura de carbono se incrementa notablemente lo que se traduce en un balance de carbono más favorable.
En esta línea, Alvarez explicó que “en el 61 por ciento de los años analizados los mayores rendimientos en soja se obtuvieron en siembra directa con rotación maíz mientras que el resto de los años los resultados más bajos fueron para labranza reducida en monocultivo”.
En cuanto a los rendimientos promedio del cultivo de maíz, el sistema de manejo en SD fue un 27 por ciento superior que en siembra directa con un cultivo de cobertura y labranza reducida.