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El campo y la industria, agobiados por altos impuestos y el cepo cambiario

Los dirigentes del agro sabían que el beneficio que les dejaría la fuerte devaluación del peso será transitorio, mientras que los perjuicios asociados a las reformas impositivas que le siguieron serán permanentes.

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Por Infocampo

Los dirigentes del sector agropecuario están por iniciar una nueva protesta, plenamente justificada. Tal como ya lo sostuve en marzo de 2003: “el campo tiene razón“. Quiero traer a colación que la primera gran protesta del campo se llevó a cabo del 2 al 7 de marzo de 2003, porque, como sostengo en aquel artículo de 10 años atrás, se trató de una “decisión que sorprende a quienes ven al campo, junto a las industrias sustitutivas de importaciones y al turismo, como los grandes beneficiarios de la política económica del gobierno de Duhalde. Pero, la actitud del campo no debería sorprender a nadie porque los agricultores tienen 45 años de experiencia de reglas de juego como las que esta reinstalando el gobierno actual, para advertir de inmediato que, tal como se suceden los acontecimientos, el beneficio que les dejará la fuerte devaluación del peso será transitorio, mientras que los perjuicios asociados a las reformas impositivas que le siguieron serán permanentes.”

Los dirigentes de la industria manufacturera no se animan a pronunciamientos tan claros como los de los dirigentes agropecuarios, por la simple razón de que el Gobierno los amenaza con arbitrariedades de la AFIP, la discrecionalidad en la asignación de permisos de importación y los controles de precios. No creo que sigan sin darse cuenta de lo que los dirigentes agropecuarios tienen claro desde principios de 2003. En aquel artículo sobre el campo yo advertía que el sector industrial se demoraría más en advertir la trampa en la que cayó, pero creo que sus dirigentes ya tuvieron suficiente tiempo como para darse cuenta. Me permito reproducir el texto de aquella afirmación de 2003:

“A las actividades de exportación de la industria manufacturera les costará un poco más advertir los costos permanentes del sesgo anti-exportador que introducen las nuevas reglas de juego que hoy parecen facilitar la reactivación a través de la sustitución de importaciones. Es que con una moneda muy subvaluada, podrán exportar los mismos bienes que producen para sustituir importaciones. Pero sólo a costa de cobrar precios muy bajos en dólares, por la mercadería que exportan. Cuando el precio del dólar tenga un valor mas equilibrado, esas exportaciones se tornarán no rentables y la nueva sustitución de importaciones sólo podrá sostenerse mediante una política de protección arancelaria que reintroducirá el viejo sesgo anti-exportador de la política industrial argentina.”

“Más tarde o más temprano, todas las actividades que hoy aparecen como beneficiarias de la devaluación, terminarán formulando los mismos reclamos que hoy plantean con elocuencia los representantes del campo y de la actividad agroindustrial. La razón es muy clara: las retenciones a las exportaciones, la demora en devolver el IVA y los demás impuestos sobre los insumos, la inflación no reconocida por la legislación del impuesto a las ganancias y el deterioro creciente de la infraestructura y los servicios que sobrevendrán como consecuencia del acelerado proceso de descapitalización que sufre el país, no sólo corroerán los beneficios transitorios de la devaluación sino que quedarán como determinantes permanentes de baja rentabilidad de todos los sectores vinculados a la exportación.”

Traigo a colación estas tempranas advertencias sobre el caracter muy transitorio de los efectos de las devaluaciones y de las consecuencias muy negativas que traen a mediano y largo plazo a las mismas actividades que dicen pretender beneficiar, para que frente a las elecciones de Octubre de este año, tanto los dirigentes del campo como los de la actividad industrial, exijan de los candidatos de la oposición definiciones sobre el sistema impositivo, las restricciones acambiarias y al comercio exterior, los controles de precios, las estatizaciones, los congelamientos tarifarios financiados con subsidios que agravan la situación fiscal y el gasto excesivo por ineficiencia y corrupción, sin dejarse engañar, como ya lo hicieron en 2002, con la promesa de la devaluación salvadora.

Por Domingo Cavallo. Ex ministro de Economía y candidato a diputado nacional por Córdoba

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