Llegué a la revista fundada por el Dr. Luna en 1967, de la mano de su editor, Emilio Perina, justo cuando se cumplían veinte años de su primera aparición, cuando la tapa del número uno mostraba, atrevidamente para la época, la imagen que Cayetano Descalzi pintó del ‘Restaurador’ y cuyo título rezaba con audacia ‘Las mujeres de Rosas’, haciendo trabajar el imaginario popular en derredor de un Rosas mujeriego, cuando en realidad, la nota más llamativa para presentar su revista, tenía solo unas pocas páginas y refería a la madre, la esposa y la hija.
El Dr. Félix Luna dotó a su revista de un lema, una frase que Cervantes le entregó a su Quijote: ‘Historia, émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo por venir’¦’, y yo siempre la he hecho mía, y él la ha sostenido en el tiempo, lo sé, porque me lo dijo la última vez que charlamos en su estudio de la calle Reconquista, en pleno infierno capitalino, pero separado por un túnel que dentro de ese viejo edificio lo lleva a uno hasta un patio mágicamente cubierto de plantas. Allí está la entrada del segundo cuerpo, donde espera un ascensor de rejas. Ese lugar no está en el mundo, pertenece sólo al suyo, al gran departamento de interminables bibliotecas, pieza tras pieza.
Ingresé a ‘Todo es Historia’ como diagramador suplente, luego fui titular (allí le estampé al logo las líneas horizontales que los sostienen), y finalmente hacía de coordinador entre todas las partes: empleados, papelera, imprenta, colaboradores, editor, Luna, Felicitas, su hija, María Sáenz Quesada, su subdirectora, y Gregorio Caro Figueroa, mi amigo ‘Gori’, que era el jefe de Redacción.
Del Dr. Luna aprendí, entre otras cosas, que para referirse a un hecho histórico, no sólo hay que tener conocimiento de lo que ocurría en el país en ese momento, sino, si es posible, saber qué ocurría en el mundo en el mismo instante.
Félix Luna fue el primer historiador que colocó el pasado en la televisión a nivel popular. Fue el que hizo que muchas generaciones se acercaran a la historia sin pensar que era algo aburrido. Su, añosa ya, colección ‘Memorial de la Patria’, de autores varios, ayudó a muchos como yo a allanarle a los demás el relato histórico, a limarle las asperezas.
Félix Luna, aquel que cuando le pregunté por qué no era miembro de la Academia Nacional de la Historia, me contestó en léxico criollo: ‘Porque los académicos me desprecean’. Claro que, finalmente, recibió esa distinción.
De familia riojana, había nacido en Buenos Aires en 1925.
Siempre lo recordaré.
Por Raúl Oscar Finucci. Director de El Tradicional
(Artículo publicado en la edición de hoy de El Federal)