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Gestión Empresarial: Integrar, una cuestión de familia

En Hughes, Santa Fe, plena zona núcleo, los Vázquez hallaron en la integración su camino al crecimiento. Soja y maíz se transforman en alimento para los cerdos. Y con la maquinaria trabajan como contratistas. Una cuestón de familia.

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Por Infocampo

Rubén Vázquez se acerca a la vera de la ruta 8. Es el kilómetro 330, en localidad de Hughes, Santa Fe. En ese punto se encuentra con Clarín Rural.

A mil metros de la ruta está la entrada a su campo, en donde esperan sus hijos, Diego, el mayor, y Gonzalo. En un ámbito muy familiar, abren las puertas de su establecimiento. Los tres son el eje de una empresa mediana, de producción mixta, que hace agricultura, tiene una granja de cerdos y, además, brinda servicios de maquinaria a terceros.

Vale la pena conocerla.

En la integración de las actividades, esta familia encontró la clave de la estabilidad productiva y financiera que les permite mostrar su exitoso esquema mixto en plena zona núcleo agrícola del país. Esta particularidad también los destaca dentro del grupo CREA Teodolina, del que forman parte, en el cual el resto de los miembros son exclusivamente productores agrícolas.

En realidad, el esquema de los Vázquez retoma una vieja tradición de la historia de esta región, que fue históricamente maicera y que vio cómo crecían las granjas porcinas y avícolas en torno a la producción de este cultivo.

Rubén sigue viviendo en el campo, en el que creció. En cambio, sus hijos, que también vivieron ahí, ya migraron al pueblo más cercano, Santa Isabel, que está a sólo diez kilómetros. Sin embargo, van diariamente al campo para trabajar, ya que el manejo que hacen requiere de la plena atención de los dos.

Diego es médico veterinario y está a cargo de la producción porcina, y Gonzalo, que es ingeniero agrónomo, se responsabiliza de la parte agrícola y de la empresa de servicios de maquinaria, aunque reconocen que cuando es necesario “todos hacen de todo”. Por su parte, el papá Rubén se encarga de las cuestiones financieras de la firma, que “no es poca cosa”, según dicen sus hijos, sobre todo en estos momentos de la Argentina y del negocio.

Este año, toda esta organización viene sufriendo un hecho muy particular en la zona: el clima ha sido muy errático. Las lluvias deficientes de todo el año, en combinación con lotes que no tienen una aptitud agrícola homogénea, los está instando a ser muy puntillosos con las decisiones de siembra. Además, ellos no pueden equivocarse: trabajan “sólo” 160 hectáreas propias y 240 alquiladas y lo hacen con una apuesta tecnológica igual en toda la superficie, ya que en la parte arrendada se guían por pautas de sustentabilidad que incluso establecen en los contratos de alquiler.

Gonzalo comenta que el maíz, un cultivo clave para ellos ya que la granja porcina consume el 80% de lo producen, fue sembrado en los lotes más cercanos a una laguna, ya que allí todavía conservan un buen perfil de humedad, dada la influencia de la napa freática. Otra parte de la superficie de este cultivo será tardía.

Diego explica que las fechas diferidas del cereal son una gran ventaja, porque brinda estabilidad en los rendimientos, algo muy necesario para ellos. De todas formas, dice que hay que tener algunos recaudos, porque deben cosecharlo seco para la granja, para lo cual buscan un ciclo corto, para que madure bien a campo antes de que lleguen la máquinas a recogerlo.

Este año van a sembrar 100 hectáreas de maíz y el resto será de soja de primera. En el caso de la oleaginosa, el manejo es algo más sencillo, manifiesta Gonzalo, aunque varían fechas de siembra y ciclos de madurez en función de la calidad de lotes. Un 20% de la soja que producen se consume en la granja, aunque en forma de expeller, gracias a un acuerdo que tienen con una extrusadora de la zona, a la que le entregan el grano y les paga con expeller, en un ventajoso acuerdo para ambas partes.

Diego explica que el maíz que consume representa el 50% del costo de capón (el macho castrado). Es decir, cuanto más barato es el precio del maíz, más barato es el costo del capón terminado.

Más allá de los vaivenes que eso genera, la familia tiene grandes expectativas con la producción de cerdos y piensan que en algún momento, no muy lejano, en la Argentina se dará un salto en el consumo de esta carne. “Hay una importante perspectiva de crecimiento, que puede comenzar a darse en cualquier momento. Ahora se habla nuevamente de una incipiente liquidación de vientres en la producción bovina. Si se matan esas madres, el faltante de carne que va a provocar, ¿con qué se va a reemplazar? Con cerdo y pollo, está claro”, se entusiasma Rubén.

En función de esta visión, el año pasado invirtieron en la construcción de una sala de parición, que inauguraron hace siete meses. En la parición, explican, tenían las mayores pérdidas de eficiencia, pero ahora pasaron de destetar 7 cerdos por madre a 10 por cada una.

Actualmente, tienen 80 madres en producción, pero el objetivo, a un año y medio, es ampliar el plantel a 120. El ciclo de producción sigue con la recría del capón, que se hace en grandes jaulas de madera, y finalmente la terminación, que también es a campo.

Ellos mismos, con la ayuda de un albañil, levantaron el galpón de parición. Gracias a que fueron la mano de obra, se ahorraron un 40% del costo de la construcción. “Hoy, un galpón de parición, llave en mano, cuesta unos 7.000 dólares por cerda”, subrayan, dando una idea de la magnitud de la inversión necesaria y el esfuerzo que eso implica para una empresa familiar pequeña.

Pero los objetivos no quedan allí: los próximos pasos en el plan de mejoras de la chacra incluyen la construcción de la sala de servicio/gestación y de destete.

Pero, para cerrar el círculo, la familia debió buscarle un negocio a las máquinas que tienen para hacer una agricultura eficiente, en tiempo y forma. En esa búsqueda se constituyó otra de las patas fuerte de la empresa de los Vázquez: la prestación de servicios de labores agrícolas, con las que comenzaron en el 2004, cuando compraron la primer cosechadora.

Hoy, como contratistas de maquinaria agrícola, tienen dos sembradoras, dos tractores, una cosechadora y una pulverizadora de arrastre. Reconocen que vienen trabajando muy fuerte para mantenerse a la vanguardia en este rubro también.

Gonzalo cuenta que pudieron ir comprando fierros con mayor capacidad de trabajo a fuerza trabajar muchas horas con los modelos más chicos y en muchas zonas. Recién el año pasado, agregan, lograron concentrarse más dentro de su región. Así, por la cercanía y el mayor rendimiento de los lotes, pudieron bajar en cantidad de hectáreas, que les permitió también disminuir los riesgos que implica el traslado de la maquinaria por las rutas.

Los Vázquez son un ejemplo de empresa familiar que, en la integración, encontró una plataforma para sostenerse y pensar en seguir creciendo. El trabajo esforzado y avanzar con pasos cortos pero seguros, en momentos clave, hicieron la diferencia.

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