Una panadería en el barrio porteño de Caballito exhibe un cartel a los clientes: âPan acordado por (sic) el Gobierno 2,50 $/kgâ.
Un poco más a la izquierda del cartel está la lista de precios. Ahí el pan francés (flauta, figaza) está a 3,60 $/kg y el de fonda a $ 3, es decir 44 y 20% más que el âacordado por el Gobiernoâ.
Cuando llega mi turno pregunto a la dependiente por el pan âacordado por el Gobiernoâ. Responde que sí, que tienen y que es el pan de fonda, el mismo que se vende $ 3 si no se lo solicita especialmente. Le pregunto si la gente lo pide y me dice que raramente.
Repito esta encuesta casera en otra panadería, pero esta vez por la zona de Parque Chacabuco. Ahí venden el pan a 3 $/kg y ofrecen el pan de fonda a $ 2,50 para mantener el acuerdo de precios. Pero coinciden en que nadie pide el âpan acordado por el Gobiernoâ.
Entonces surgen una serie de preguntas:
a) ¿Cuál es la inflación real? ¿La calculada sobre el precio valor del Indec de 2,64 $/kg (para agosto) o la del pan a 3,50?
b) Vinculado al punto anterior. ¿Hay una sola inflación o hay varias inflaciones según el segmento social de los consumidores?
c) ¿Por qué habiendo un pan a precio conveniente, un segmento de los consumidores ignora esta posibilidad y consume el mismo producto pero más caro?
Estas preguntas pueden estar indicando que en verdad la lucha contra la inflación que encarna el Gobierno no tiene que ver estrictamente con la protección del bolsillo del consumidor, sino con otras variables, por ejemplo, con evitar la percepción en la opinión pública de que existe inflación si esto gana la tapa de los diarios.
Algo similar fue posible observar con el trabajo encargado por Infocampo a la consultora Estrateco, a raíz del cierre de la exportación de la carne vacuna.
En verdad, la demanda parece haberse mostrado indiferente a la baja -al menos oficial- de los cortes cárnicos en el mostrador.
Lo que realmente hizo el cierre de las exportaciones fue cambiar el eje de las noticias: si antes los informativos sacaban al aire a carniceros explicando por qué subía la carne al público, a partir de ese momento pasaron a sacar a ganaderos protestando porque la hacienda le bajaba 30%.
Pero el consumidor, a quien en definitiva se intenta proteger de la inflación, no respondió aumentando el consumo porque bajaran los precios. Lo que ocurrió fue una fenomenal caída en el nivel de faena. En seis meses de producción, se perdió prácticamente uno de un año normal.
De forma tal que da la sensación de que existe una disociación entre indicadores vinculados a la vida cotidiana de los ciudadanos y el discurso que les llega. Se acuerdan precios para no generar inflación, pero que se respetan simbólicamente, con consumidores optando por convalidar precios más altos.