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Las aceiteras apuestan fuerte en el biodiésel

Las inversiones se radican en países que establecieron cortes obligatorios con gasoil, además de ventajas impositivas. En la Argentina, una ley de esas características podría disparar movimientos en esa misma dirección.

Las inversiones se radican en países que establecieron cortes obligatorios con gasoil, además de ventajas impositivas. En la Argentina, una ley de esas características podría disparar movimientos en esa misma dirección.
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Por Infocampo

Recientemente, el Grupo Louis Dreyfus anunció que construirá en el estado de Indiana (EE.UU.) la planta de biodiésel más grande del mundo. La compañía, una de las líderes en el comercio mundial de granos junto a Cargill, Bunge y ADM, destinará unos u$s100 millones para montar una planta que molerá 4.000 toneladas de soja por día, de la cual saldrá el aceite que luego se transformará en el combustible. La empresa planea volcar al mercado más de 300.000 toneladas de biodiésel por año desde esa fábrica.

Es que ante el aumento del precio del barril de petróleo y la certeza de que en algún momento los combustibles fósiles se agotarán, las economías altamente dependientes de esta fuente de energía se están volcando a la promoción de las fuentes renovables, entre ellos los biocombustibles.

Frente a este escenario, las principales traders multinacionales y procesadoras de oleaginosas han encontrado una oportunidad para ampliar sus negocios. El año pasado, ADM anunció la construcción de su tercera planta de biodiésel en Alemania. La instalará en Mainz y tendrá una capacidad de producción de 275.000 toneladas por año. Además piensa ampliar la que ya tiene en Hamburgo y mantener la de Leer.

Paralelamente, la compañía norteamericana dijo que construirá su primera planta íntegramente propia en los Estados Unidos, que se emplazará en Dakota del Norte y contará con una capacidad de 190.000 t/año.

Pero Bunge y Cargill no se quedan atrás. Por medio de una subsidiaria en la UE (KBBV), Bunge se alió con una empresa local para construir tres plantas -una en Alemania, otra en Austria y la tercera en Italia-, que volcarán al mercado comunitario unas 430.000 t de biodiésel por año.

En tanto, Cargill anunció el año pasado la construcción de una planta de 200.000 toneladas de capacidad de producción en Mainz, Alemania. Se espera que para el tercer trimestre de este año comience a producir. En los Estados Unidos, la empresa anticipó que levantará una planta de 142.000 toneladas en el importante estado agrícola de Iowa.

Estas inversiones se dan en el marco de una legislación que establece el corte obligatorio de los combustibles fósiles con los biocombustibles. Y como Europa es más fuerte en la producción de colza (una oleaginosa invernal) que de maíz (de donde se extrae el etanol), ese corte se está satisfaciendo por medio del biodiésel. Las aceiteras, que producen la materia prima para la fabricación de este biocombustible, se encuentran en una situación privilegiada para capturar la demanda.

El papel que jugará el uso de los granos como proveedores de energía en el futuro inmediato, fue muy bien descripto por Erik Anderson, el CEO de Louis Dreyfus Commodities North America: “Creemos que los biocombustibles serán un traccionador clave y cada vez más importante en el mercado granario de los Estados Unidos”. A tal punto esto puede ser cierto, que en las reuniones de economistas agrarios y hombres de negocios se habla de que, en el futuro, el país del Norte podría disminuir sensiblemente sus saldos exportables, particularmente los de maíz, debido a su uso en las plantas de etanol.

Por su parte, el argentino Ciro Echesortu, líder de Louis Dreyfus Commodities Global Oilseeds, sostuvo que la planta de Indiana complementa el negocio del grupo en Sudamérica, tendiendo a unificar el flujo global de productos agrícolas y energéticos.

Para tener una dimensión de la magnitud de estos proyectos, se puede decir que si en la Argentina se establece un corte obligatorio de gasoil con 5% de biodiésel, la demanda del biocombustible llegaría a unas 600.000 toneladas. Bastarían dos plantas como la de Dreyfus en Indiana, para satisfacer esa demanda.

De hecho, la aceitera argentina Vicentín anunció un proyecto para instalar una planta en San Lorenzo, al norte de Rosario, con capacidad para 240.000 t de combustible, que en principio se destinaría a abastecer la creciente demanda europea.

Con alta capacidad

Según un informe de la BCR, para fines del 2006 el Grupo Bunge contará con una capacidad de molienda de 26.800 t/día, lo que lo colocará como líder en el rubro.

Después aparece Cargill con 25.600 y tras de él, Molinos Río con 21.700.

En cuarto lugar aparece Dreyfus (20.000 t/día), seguido por Vicentín (19.300) y AGD (17.800). De los 40 Mt de soja cosechados, unos 30 son molidos localmente.

Existe alto potencial aquí, en la Argentina

La industria del crushing (molienda) de oleaginosas en la Argentina tiene una capacidad instalada total superior a las 140.000 toneladas por día (50 Mt al año). El volumen individual de las plantas es superior al de sus pares en Brasil y los Estados Unidos, los otros grandes centros mundiales del procesamiento oleaginoso.

Por caso, la planta de Dreyfus en General Lagos (al sur de Rosario) tiene una capacidad de 12.000 toneladas, el triple de la recientemente anunciada a construir en Indiana por la misma compañía, y tiene una inversión anunciada de 8.000 t/día en Timbúes.

En estas circunstancias, si por ley se estableciera el corte obligatorio del gasoil con biodiésel (el proyecto recientemente aprobado en Diputados lo coloca en 5%), las aceiteras estarían en condiciones inmejorables de abastecer a las petroleras, que serán las usuarias del biocombustible, ya que deberán expender la mezcla final a los usuarios.

Las posibilidades son que:

a) Las aceiteras provean el aceite a terceras empresas que lo transformen en biodiésel.

b) Que las aceiteras armen sus plantas procesadoras y provean el biocombustible.

c) Que formen joint ventures con las petroleras para realizar el procesamiento.

En todos los casos, lo cierto es que contarán con un mercado interno para colocar un producto cuyo valor estará arbitrado por la paridad de importación del aceite, es decir de la materia prima puesta en puertos argentinos si las petroleras no quisieran abastecerse del aceite local.

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