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Liniers: un mercado con más de cien años de historia

La historia completa de la plaza más famosa del país. Por el historiador Juan Cruz Jaime.

La historia completa de la plaza más famosa del país. Por el historiador Juan Cruz Jaime.
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Por Infocampo

El abasto de carne para el consumo interno ha estado presente desde los tiempos más remotos de la Colonia.

A fines del siglo XVIII el auge de los saladeros generó una revolución comercial agropecuaria que preconfigurará los mercados concentradores para negociar los llamados ‘productos del país’.

En estos lugares se comercializaban desde cueros vacunos hasta plumas de avestruz, sin olvidar las cotizadas pieles de nutria.

Pasarán varias décadas hasta que el impulso dado a nuestro país por los presidentes de la segunda mitad del siglo XIX lleve a fundar centros de consignación, antecedentes directos del Mercado de Liniers.

La creación del Mercado Once de Septiembre en 1854, ubicado en la plaza del mismo nombre donde hoy miles de personas diariamente la utilizan como interconexión para llegar a sus lugares de trabajo, constituyó un salto cualitativo de gran envergadura.

Dos décadas más tarde le siguieron los ‘Corrales Viejos’, ubicados en el barrio de Parque Patricios.

Al poco tiempo se vieron desbordados por la cantidad de entradas recibidas, iniciándose una corriente de opinión destinada a buscar un nuevo emplazamiento para tal fin.

Lejos estaba de pensar Bernardino Rivadavia, primer presidente argentino, que en los terrenos que dejaba en hijuela sucesoria a su hijo Joaquín se levantaría el mayor mercado concentrador de ganado de América latina y único en el mundo de sus características.

Sin nombre oficial, se sabía que estaba en los fondos de Flores, media legua al sur de Liniers.

Y desde 1889, cuando se colocó la piedra fundamental, el barrio que creció a su alrededor se llamó indistintamente Liniers o Mataderos, aunque en los documentos oficiales se lo denominara Nueva Chicago, en orgullosa reminiscencia al primer gran mercado de los Estados Unidos.

Desde su inauguración en 1901, el Mercado de Liniers sufrió los vaivenes políticos y económicos de una Argentina a la que conoció en el puesto número siete del ránking mundial cuando comenzó a operar, y un siglo más tarde la observa, nostálgico, muy por abajo del top ten.

La importancia económica de este nuevo centro concentrador de hacienda vacuna ‘donde en diferentes épocas también hubo lanares y porcinos’ está simbólicamente representada por la sucursal del Banco Nación que, fundada en 1909, funcionara por largos años dentro de sus límites.

Hoy, reciclada por la actual administración, aún se erige dentro de los límites del predio.

Hasta mediados del siglo XX, junto al mercado funcionó el frigorífico Lisandro de la Torre, que en la actualidad se encuentra demolido.

La labor social de los consignatarios por el barrio que los alberga hace más de un siglo también tiene su historia.

Cuando murió Juan F. Salaberry sus herederos erigieron el hospital que llevaba su nombre y que fue, durante medio siglo, faro inexpugnable de la salud en el barrio.

Su demolición en la década del ochenta aún hoy es lamentada por los vecinos.

En ciento diez años el tradicional mercado ha visto ejercer sobre él todo tipo de presiones, llevadas a cabo por funcionarios que históricamente han negado su impotencia para controlar las leyes económicas más básicas y han echado sobre esta plaza ganadera el velo de la conspiración cada vez que la carne no valía lo que ellos querían.

En el aspecto edilicio relacionado con el Mercado existen dos puntos a destacar.

En primer lugar, la recova que se encuentra en la entrada, fue declarada Monumento Histórico Nacional.

Por su parte, el monumento al Resero fue considerado por distintos especialistas como uno de los mejores monumentos que reflejan a un equino en movimiento.El abasto de carne para el consumo interno ha estado presente desde los tiempos más remotos de la Colonia.

A fines del siglo XVIII el auge de los saladeros generó una revolución comercial agropecuaria que preconfigurará los mercados concentradores para negociar los llamados ‘productos del país’.

En estos lugares se comercializaban desde cueros vacunos hasta plumas de avestruz, sin olvidar las cotizadas pieles de nutria.

Pasarán varias décadas hasta que el impulso dado a nuestro país por los presidentes de la segunda mitad del siglo XIX lleve a fundar centros de consignación, antecedentes directos del Mercado de Liniers.

La creación del Mercado Once de Septiembre en 1854, ubicado en la plaza del mismo nombre donde hoy miles de personas diariamente la utilizan como interconexión para llegar a sus lugares de trabajo, constituyó un salto cualitativo de gran envergadura.

Dos décadas más tarde le siguieron los ‘Corrales Viejos’, ubicados en el barrio de Parque Patricios.

Al poco tiempo se vieron desbordados por la cantidad de entradas recibidas, iniciándose una corriente de opinión destinada a buscar un nuevo emplazamiento para tal fin.

Lejos estaba de pensar Bernardino Rivadavia, primer presidente argentino, que en los terrenos que dejaba en hijuela sucesoria a su hijo Joaquín se levantaría el mayor mercado concentrador de ganado de América latina y único en el mundo de sus características.

Sin nombre oficial, se sabía que estaba en los fondos de Flores, media legua al sur de Liniers.

Y desde 1889, cuando se colocó la piedra fundamental, el barrio que creció a su alrededor se llamó indistintamente Liniers o Mataderos, aunque en los documentos oficiales se lo denominara Nueva Chicago, en orgullosa reminiscencia al primer gran mercado de los Estados Unidos.

Desde su inauguración en 1901, el Mercado de Liniers sufrió los vaivenes políticos y económicos de una Argentina a la que conoció en el puesto número siete del ránking mundial cuando comenzó a operar, y un siglo más tarde la observa, nostálgico, muy por abajo del top ten.

La importancia económica de este nuevo centro concentrador de hacienda vacuna ‘donde en diferentes épocas también hubo lanares y porcinos’ está simbólicamente representada por la sucursal del Banco Nación que, fundada en 1909, funcionara por largos años dentro de sus límites.

Hoy, reciclada por la actual administración, aún se erige dentro de los límites del predio.

Hasta mediados del siglo XX, junto al mercado funcionó el frigorífico Lisandro de la Torre, que en la actualidad se encuentra demolido.

La labor social de los consignatarios por el barrio que los alberga hace más de un siglo también tiene su historia.

Cuando murió Juan F. Salaberry sus herederos erigieron el hospital que llevaba su nombre y que fue, durante medio siglo, faro inexpugnable de la salud en el barrio.

Su demolición en la década del ochenta aún hoy es lamentada por los vecinos.

En ciento diez años el tradicional mercado ha visto ejercer sobre él todo tipo de presiones, llevadas a cabo por funcionarios que históricamente han negado su impotencia para controlar las leyes económicas más básicas y han echado sobre esta plaza ganadera el velo de la conspiración cada vez que la carne no valía lo que ellos querían.

En el aspecto edilicio relacionado con el Mercado existen dos puntos a destacar.

En primer lugar, la recova que se encuentra en la entrada, fue declarada Monumento Histórico Nacional.

Por su parte, el monumento al Resero fue considerado por distintos especialistas como uno de los mejores monumentos que reflejan a un equino en movimiento.

Por Juan Cruz Jaime. Historiador y Politólogo.

Artículo publicado en la edición de esta semana de Infocampo Semanario.

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