Desde hace mucho es común en la Argentina la inquietud por saber “cómo nos ven desde afuera”. Desde hace no tanto, también es común mencionar a Chile como “un modelo de país ordenado y exportador a seguir”. Pues bien, parece que del otro lado de la Cordillera no se preocupan demasiado por los dos enunciados. Desde los años 90, los capitales chilenos se hicieron masivamente presente en nuestra tierra pese a cierto resquemor social que podían encontrar, y, ante los elogios, prefieren cambiar la vanidad por la realidad.
“Es cierto que Chile ha pasado a ser como una especie de niña bonita, un ejemplo más accesible a seguir que el de un país desarrollado. Pero si lo comparamos con la Argentina, por ejemplo, por una cuestión de escala del mercado interno a las empresas no les queda otra que exportar, incluso cuando recién empiezan. Por eso es una discusión que ya nosotros no nos planteamos”, admite Federico Gajardo, ministro consejero comercial del país trasandino. A cargo de ProChile, una de sus más novedosas visiones es seducir a las empresas argentinas a aprovechar la gimnasia y las ventajas de exportación que sus distintos Gobiernos han sabido conseguir sobre todo en la última década.
-¿En qué consiste esta nueva iniciativa chilena?
– Se trata básicamente de integrar a las empresas argentinas a los Tratados de Libre Comercio (TLC) que Chile tiene con casi 60 países, de distinto tipo: algunos simplemente arancelarios y otros de segunda generación, más integrales, que no incluyen sólo bienes, sino también servicios. En todos ellos se establecen calendarios que van reduciendo los aranceles para productos chilenos. Ese es el requisito. Los productos importados y después vendidos a otros países no son considerados chilenos y tienen que pagar el arancel general, porque no se admite la triangulación.
– Entonces los productos, en este caso, deberían “chilenizarse” para poder acceder a los beneficios…
– Qué buen término, nunca lo había usado. Hay que “chilenizarse”, ésa sería la palabra. Para ello, es necesario que un producto sufra cierta transformación, que algún proceso productivo se incorpore en su paso por Chile. De esa manera goza de todas las preferencias arancelarias, sino también del mismo tratamiento de un producto chileno. Por ejemplo, en aplicación de normas de disciplina comercial, como subsidios, dumping, etc, que son preferenciales. La idea de asociarse con las empresas argentinas tiene que ver con que no tenemos la capacidad productiva para aprovechar semejante beneficio. La Argentina tiene capacidad industrial de sobra y lo que le falta justamente en algunos mercados es problemas de competitividad.
– ¿Cuánta resistencia encontraron en empresarios argentinos en perder el privilegio de bandera?
– Para ser franco, me ha sorprendido. Hay gente que efectivamente considera importante que el producto siga siendo argentino. No digo que yo tenga la razón, pero en mi caso no importaría que el producto sea identificado como chileno. Pero diría el segundo grupo de gente, que no se inquieta tanto por esto, es más numeroso, pero acaso no siempre tiene la capacidad para llevar a cabo estas operaciones, porque en muchos casos se trata de Pymes, que trabajan muy al día, y que ven esto con mucho interés. Aquí no estamos pidiendo que las empresas se vayan a instalar a Chile. Pero lo que buscamos principalmente es de identificar empresas con productos altamente atractivos, que tengan problemas de competitividad y que al mismo tiempo haya empresas chilenas que tengan el recurso disponible y estén interesados en abastecer a los mercados que hago referencia. Hay casos complejos, como el de la carne. Como no pueden pasar animales vivos a Chile, es imposible que se cumpla la regla. Así fue que entonces Pérez Companc compró el frigorífico más grande y crió animales en Chile. La gente de Tucumán tenía mucho interés en desarrollar la idea, pero si quieren vender limón, no hay mucho que se pueda agregar. En esos casos, en el NOA, sí se aprovecha la cuestión logística, por los puertos chilenos. Próximamente además volverá a funcionar el ferrocarril entre Salta y Antofagasta, y así se abren un montón de oportunidades de negocios que estaban paralizadas.
– ¿Cómo es la práctica entonces para generar el mecanismo con los TLC?
– Hemos elaborado una base de datos que permite que el empresario coloca su producto con su código arancelario y el sistema le va diciendo qué arancel y qué regla se le aplican según el país. Además consultamos por teléfono o por e-mail las inquietudes especiales.
– ¿Se maneja la posibilidad de generar oportunidades de negocios en conjunto entre ambos países?
– Hubo una experiencia hace un par de años entre Mendoza y la Quinta Región, donde se encuentra Valparaíso. Fueron a Malasia con algún producto y se planteó con el tema de los vinos. Se da también que siete viñas mendocinas son de capital chileno, entonces tienen una pata en cada lado. A ese tipo de empresas les interesa realizar una acción conjunta de este tipo, como promover los Malbec argentinos con los Sauvignon Blanc o Carmenere chilenos. Existieron conversaciones preliminares con la Fundación Exportar. Lo principal es que las empresas de ambos países generen la confianza y bajen los recelos. Si seguimos mirándonos como competencia no nos va a ir bien, porque de manera separada no tenemos la capacidad para abastecer mercados como el asiático. En Chile es tan poco importante la nacionalidad del producto que, de hecho, estamos contentos que muchas empresas chilenas instaladas en la Argentina, produzcan acá y exporten a terceros mercados, incluso hacia Chile. Veo que aquí es como si las empresas de capital nacional tuvieran una categoría distinta que las de capital extranjero. Eso a veces escapa a mi comprensión.
– ¿Cuánto ha influido el crecimiento del poder adquisitivo chileno para los productos argentinos?
– El producto argentino siempre tuvo muy buena valoración en Chile. Hasta hace un años, la Argentina era el primer proveedor de Chile, ahora hubo un retroceso, a partir de que empezaron a ingresar más productos de otros orígenes, como Estados Unidos, China y Brasil. De hecho, la Argentina tiene superávit comercial con Chile, el equivalente al déficit que tiene la Argentina con Brasil. El desbalance es mucho mayor en el terreno de inversiones: Chile tiene casi 15.000 millones de dólares en la Argentina, mientras hay sólo 500 millones de dólares en Chile. Así y todo somos optimistas porque la inversión argentina está aumentando, como ocurre con Pérez Companc, Arcor y sobre todo en franquicias de helados, dulces, diseño…
– Ese optimismo contradice distintas opiniones que aparecieron últimamente, sobre todo de organismos financieros internacionales, sobre la supuesta debilidad económica argentina a futuro…
– ProChile es parte de la cancillería chilena y, por ende, parte del gobierno chileno. En ese sentido, no puedo opinar sobre lo que pueda pronunciarse otra autoridad de otro gobierno de otro país, pero la verdad que el gobierno nuestro no considera que sea adecuado pronunciarse políticamente acerca de la situación que está viviendo la Argentina. Yo puedo hablar de la realidad, en la que las empresas chilenas consideran a la Argentina un mercado atractivo, sobre todo para las Pymes, que lo tienen como tercer mercado de destino. Y las empresas grandes, en vez de exportar, deciden invertir. De hecho, el primer destino de inversión, del 90 a 2005, el 38 por ciento, es la Argentina. Tal vez en los últimos dos años el ritmo es menor, pero sigue siendo el destino preferido. Si me rijo por mi experiencia personal, me tocó llegar en marzo de 2004, cuando empezó a haber problemas de abastecimiento del gas a Chile. Mi visión desde esa época hasta ahora, desde el punto de vista del comercio exterior, es positiva, porque se ha crecido muchísimo. Incluso con la crisis del campo en el medio, uno no percibe efectos negativos, todo lo contrario.
(Entrevista publicada en la edición de hoy de El Federal)