Rodes destacó en InfobaeTV, en diálogo con Silvia Mercado y Ceferino Reato, que “entre el precio que recibe el productor y el que paga finalmente el consumidor pasan muchas cosas, en las que el productor no está involucrado, ya que lo hace eficientemente y saca su hacienda en menor tiempo”, según publicó Infobae.
“Se ha reducido el peso de faena, pero por una decisión de gobierno y de políticas desacertadas, y de eso no es partícipe el productor de ese precio desmesurado que hay en el mostrador. Allí siempre se asumen las subas, pero nunca las bajas”, explicó Rodes. De ahí que hoy el precio para el ganadero no guarda relación con las que reciben los de las economías vecinas, pese a que sus carnes son de menor calidad, como Uruguay, Brasil, Paraguay.
Ese cuadro derivó en que “hoy la Argentina no alcanza a capturar valores internacionales de la ganadería desde el momento que se está colocando apenas 5% de la producción, que es vergonzoso visto los antecedentes del país”. Se ubicaba entre 20% y 25% diez años antes.
“Con ese cinco por ciento el precio internacional no influye sobre el valor para el mercado interno. Por eso vemos como un dislate políticas que dicen que se cierra la exportación para que bajen los precios de la carne. Es muy difícil encontrar países en la historia que por privilegiar el precio interno de un producto dejen de exportar algo por lo que el mundo está dispuesto a pagar mucho más”, dijo.
Pérdidas de oportunidades
El director de CRA destacó que, en la Argentina, “la carne es muy fácil de sustituir por carne aviar o porcina”. “Pero además, pareciera que Dios es argentino, porque los cortes que nosotros privilegiamos en el consumo interno no son los más valorados por el negocio de exportación, es decir, son complementarios”, agregó.
El directivo concluyó: “Hoy la Argentina aparece en las estadísticas internacionales como exportador de carne en el rubro ‘otros’ y estamos en los niveles de México y Honduras, cuando en 2003 exportábamos entre el 20% y el 25% de la producción. Se han perdido 10 millones de cabezas y mucha tecnología que sería aplicable si hubiera incentivos que no se están utilizando. Esto lleva a que con la falacia de la mesa de los argentinos, con una producción para abastecer a 400 millones de argentinos, terminemos pagando los precios más caros del mundo, como pasó este año con el caso del trigo y el pan”.
