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Confirmado: reina la imprevisibilidad

La suba del novillo llevó a tomar la medida extrema: no se exporta más. ¿Y ahora?

La suba del novillo llevó a tomar la medida extrema: no se exporta más. ¿Y ahora?
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Por Infocampo

Justo en el semanario pasado reproducíamos la pregunta de un emprendedor agropecuario: “¿Vos invertirías un millón de dólares para producir carne en este país?”. Y ahora, con el increible cierre de los mercados externos por seis meses, no hay menos que darle la razón. Ninguna posibilidad de duda.

“Yo tenía un negocio abrochado para comprar 300 terneras y vaquillonas, a un muy buen precio, y con todo esto el vendedor se echó para atrás, algo pocas veces visto porque ya estaba acordado de palabra. A esto hemos llegado”, me decía un criador el día en que se anunciaba el cierre de las exportaciones.

En verdad, hasta ahora se había probado de todo. Se intentó primero con los acuerdos de precios. Luego, subiendo el peso mínimo de faena, con varias prórrogas para su entrada en vigencia porque en el corto plazo el efecto era que generaba subas.

Como el mercado parecía no responder a estas medidas se le quitaron los reintegros a las exportaciones. Y como esto tampoco alcanzó, enseguida se subieron las retenciones de 5 a 15%.

No debe haber muchos países que al mismo tiempo que crean un instituto para promocionar las exportaciones cárnicas, por el otro las restrinjan en forma prácticamente total.

En el ínterin volvió la aftosa, pero como quedó circunscripta a ocho departamentos de la provincia de Corrientes, y como el mundo quiere comer carne vacuna y la paga bien, el efecto sobre el precio interno fue nulo.

Ahora se llegó al extremo: prohibir exportar. Pero, ¿qué ocurrirá si, como sostienen algunos, el impulso del valor de la hacienda viene por el consumo interno que valida los precios?

De seguro que sería una muy mala noticia para el liderazgo político, porque ya no quedaría mucho para hacer. O no. Tal vez se pueda volver a la veda, como en los años 70.

Por otra parte, esta medida tiene dos aspectos: una es el impacto en la industria frigorífica orientada a la exportación y con la mano de obra que genera, y la otra es la judicialización de esta medida, que le podría costar al Estado sumas incalculables.

Entonces, ¿no hubiera sido más conveniente subsidiar el precio de determinados cortes (los más populares), que forman la canasta alimentaria del grueso de la población y así también evitar un impacto inflacionario?

En algún momento esta idea rondó los despachos de los asesores. Incluso liberando las ataduras se generan más ingresos (IVA, retenciones, etc.) para poder subsidiar estos cortes. Tal vez sería el mal menor.

Javier Preciado Patiño

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