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En una década Cristobal López montó un “imperio hípico” con 160 pura sangre

Ricardo Benedicto es el vicepresidente de Casino Club SA, la niña mimada del Grupo Indalo. Armó uno de los haras más grandes del país y pisa fuerte en los principales hipódromos.

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Por Infocampo

Ricardo Benedicto tiene 61 años, apenas dos más que su amigo y socio Cristóbal López, al que conoce desde sus años mozos en Comodoro Rivadavia. Hoy Benedicto es el vicepresidente de Casino Club SA, la empresa insignia del Grupo Indalo en el lucrativo negocio del juego. En tiempo récord, construyó un imperio hípico que ya tiene uno de los cinco haras más importantes del país y cerca de 160 “pura sangre” de los más carreras ganan, según indica un artículo publicado por Matías Longoni en el diario Clarín.

Diversas fuentes consultadas por ese diario coinciden en que el crecimiento de Benedicto ha sido al menos vertiginoso. Aunque compraba algunos caballos desde 2000, recién en 2005 creó una sociedad para dedicarse a la actividad, Sheet Type SRL. Diez años después, el socio de Cristóbal es dueño de uno de los haras mejor equipados del país, llamado “La piedad”, y de un stud, “Rubio B”, que está séptimo en los ranking generales del turf.

“La inversión que ha hecho Benedicto en el haras es increíble, sobre todo por la gran cantidad de padrillos que importó de Estados Unidos y Europa”, dice alguien que conoce de cerca este negocio. “La Piedad” se ubica cerca de San Antonio de Areco, junto a la estadounidense Kentucky, una de las zonas más cotizadas para la cría de pura sangre en todo el mundo. Allí el empresario tiene cerca de 300 hembras y una docena de padrillos reproductores. Además, construyó un tattersal (recinto para la venta de caballos) que espera inaugurar en 2016. “Queremos que se transforme en el centro de ventas más importante del país”, dijo Benedicto hace pocos días.

Los padrillos los comenzó a comprar recién hace unos cuatro años, en cifras que fácilmente superan el millón de dólares por cada animal. Los más reconocidos actualmente son Sydney’s Candy, que ganó más de 1 millón de dólares en premios en las pistas de EE.UU., Violence y Zensational. Este último es el primer caballo en la historia estadounidense que ganó tres carreras G1 consecutivas. En el haras, se venden los “servicios” de esos caballos. Cada inseminación puede llegar a valer 10.000 dólares.

Según el mismo Benedicto contó en una entrevista reciente que dio al sitio especializado turfdiario.com, la empresa es dueña de 160 caballos de carrera, distribuidos entre los hipódromos de San Isidro y Palermo, donde Casino Club SA explota el negocio de las máquinas tragamonedas. La casaca del stud tiene los colores amarillo y verde.

Cristóbal y Benedicto, que también son socios en un casino de Miami desde  2013, desembarcaron en Palermo en 2002, con solo 70 slots. Luego, ya en la gestión kirchnerista, ese negocio se multiplicó y actualmente funcionan en el lugar 4.500 de esas maquinitas. El dueño del Grupo Indalo, al que no se lo suele ver en los hipódromos, también tiene una participación clave en la explotación del Casino flotante de Puerto Madero.

“Estamos muy lejos de lo que queremos”, se quejó el socio de Cristóbal López al hablar de su participación en la hípica. La realidad es que sus caballos habían ganado entre enero y octubre de 2015 un total de 126 carreras y cosechaban premios por 15 millones de pesos. Tampoco el negocio de la venta de caballos a otros studs andaba mal. En alguno de ellos llegó a vender un potrillo a 2,5 millones de pesos, cuando el valor promedio de esos pura sangre rondaba los 300.000 pesos.

En esas subastas, el rematador siempre es el mismo, Antonio Bullrich, que a la vez se desempeña como presidente de la Comisión de Carreras del Hipódromo de Palermo. Bullrich es quien debería defender los intereses del turf frente a Benedicto, ya que uno de los principales soportes financieros de la actividad son las famosas tragamonedas del casino.

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