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Glifosato y fungicidas: claves para una aplicación eficiente

En aplicaciones combinadas de glifosato y fungicidas, además de la correcta elección de boquillas y el porcentaje de agua, la mezcla en el tanque debe seguir un orden.

En aplicaciones combinadas de glifosato y fungicidas, además de la correcta elección de boquillas y el porcentaje de agua, la mezcla en el tanque debe seguir un orden.
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En diálogo con Infocampo, el Ing. Agr. Daniel Leiva, del Inta Pergamino, explicó que en aquellos casos en donde se combinan productos líquidos y floables, como el glifosato y los fungicidas,  el ítem más importante a tener en cuenta es el  orden de mezclado que debe implementarse.

En primer lugar, debe ir el glifosato, y tras ser disuelto, se agrega el fungicida. ‘Luego de la mezcla, el aplicador debe realizar una prueba a pequeña escala, para comprobar la estabilidad de la mezcla’, explicó el profesional.

Estos dos aspectos -la mezcla y la prueba posterior- son los puntos más importantes a tener en cuenta.

En el resto del proceso, las recomendaciones son las habituales cuando estos productos se emplean por separado.

Por un lado, el tratamiento de barbechos, que para esta época del año todavía se encuentra muy ‘frío’, y no es recomendable, porque el producto necesita luz y temperatura, para que las malezas tengan un mejor crecimiento. La otra alternativa es cuando el cultivo de soja tiene tres hojas, ese es el momento límite para la aplicación.

En estos volúmenes de agua de las pulverizaciones terrestres, es fundamental revisar la calidad del agua utilizada, sobre todo en los contenidos en sales y también si se trata de aguas duras. ‘Este tipo de agua secuestra el glifosato y cuando el calcio o el magnesio, que son la causa de la dureza, se combinan con el herbicida, el producto no funciona’, sostuvo.

En este apartado, el profesional destacó que los mayores inconvenientes a la hora de la aplicación se presentan con malezas difíciles de controlar, como gramón y cuaresma.  En esos casos, el aplicador debe monitorear la calidad del agua, y en caso de presentarse un grado elevado de dureza, incluir en la mezcla, previo a la aplicación, un secuestrante, para corregir el agua.

Para una aplicación eficiente, el técnico señaló que es recomendable efectuarla con picos de abanico plano, con una presión de 30/50 libras.

Para ahorrar producto y asegurar el control, el profesional señaló la importancia de los análisis previos del agua, para detectar rastros de calcio y magnesio, que son medidos en partes por millón (PPM). ‘En el caso de usar 100 litros, el límite crítico es de 150-200 PPM, y hay zonas con agua en donde esta cifra es de 2.500’, afirmó.

En fungicidas para soja, Leiva señaló que es un producto que no responde a la calidad del agua.

A la hora de su aplicación, y para el caso de enfermedades como mancha de ojo de rana, destacó que se deben tener en cuenta dos items: a qué parte del cultivo llegará la aplicación, y no utilizar un volumen de agua demasiado alto, no mayor a 100 litros. Para este tipo de aplicación, es recomendable un pico de cono hueco y bajo volumen, de 50 a 70 l/ha.

En el caso de EFC, que se inician en la parte inferior del cultivo, deben emplearse picos de cono hueco y alta presión (120-150 l/ha), para favorecer la llegada apropiada del producto.

Artículo publicado en la edición de hoy de Infocampo Semanario

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