‘Las reservas no las juntó (Martín) Redrado; las juntó el gobierno con políticas pensadas por Néstor Kirchner y después ratificadas por la presidenta’. Así trataba de justificar ayer el jefe de Gabinete Aníbal Fernández la intención del gobierno de desplazar de su cargo al actual presidente del Banco Central (BCRA).
Fernández tiene razón: Redrado no juntó las reservas internacionales del BCRA., él sólo es el encargado de administrarlas sin estar sujeto ‘a órdenes, indicaciones o instrucciones del Poder Ejecutivo nacional’ (artículo 3 de la Carta Orgánica del Banco Central).
A partir de lo dispuesto a comienzos de 2002 por la Comunicación 3473/02 del BCRA, las reservas se van ‘juntando’ solitas a medida que se generan divisas por el cobro de exportaciones de bienes y servicios.
Es decir: todos los exportadores tienen la obligación de liquidar las divisas generadas por las operaciones de comercio exterior en el mercado de cambios local. Acreditan dólares o euros. Y reciben pesos argentinos. Uno de los pocos sectores que está exceptuado de tal obligación es la minería.
Por medio del decreto 753/04 (junio de 2004), firmado por Néstor Kirchner, Alberto Fernández y Roberto Lavagna, se dejó sin efecto la obligatoriedad de la liquidación de divisas provenientes de la exportación de productos correspondientes a compañías mineras (una actividad que opera con recursos no renovables).
En la Argentina la principal manera de ‘juntar’ divisas es a través de lo generado por las exportaciones. En segundo lugar ‘lejos, muy lejos’ se cuentan los ingresos provistos por las inversiones directas de compañías extranjeras.
Entre enero de 2003 y septiembre de 2009, según los últimos datos disponibles del BCRA, el ingreso neto de divisas (cobros por exportaciones – pagos por importaciones – utilidades giradas al exterior) generado por el sector ‘oleaginosos y cereales’ fue de 103.984 M/u$s, seguido por ‘alimentos, bebidas y tabaco’ con 28.913 M/u$s y petróleo con 25.626 M/u$s (este último, vale recordar, un recurso finito).
El resto de los grandes sectores de la economía realizaron en ese período un aporte poco significativo o directamente desfavorable (al consumir muchos más dólares de los que generaron) (ver cuadro).
El dato crucial es que la mayor parte de las reservas del BCRA, que no son otra cosa que el sustento del valor del peso argentino, están hechas de agua. Es decir: de productos que ‘más allá de las tierras, empuje y tecnología que pueda emplearse’ si no llueve en la justa medida, sencillamente, no existen.
Ezequiel Tambornini
