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Maíz: una investigación científica logró un paso clave contra el “Mal de Río Cuarto”

Entre el INTA y el Instituto Leloir consiguieron una información esencial para lograr desentrañar cómo funciona la proteína de este virus que es el mayor problema sanitario que enfrenta el cereal en Argentina.

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Por Infocampo

La enfermedad más importante para el maíz argentino es el “Mal de Río Cuarto”. Los productores agropecuarios de Córdoba y varias regiones del país la conocen bien: genera importantes pérdidas económicas, ya sea por la disminución de la producción de granos o por la reducción de la biomasa.

Y en la lucha contra esa problemática el INTA y el Instituto Leloir avanzaron en un paso clave.

“Logramos determinar con alta precisión la posición que ocupan en el espacio los distintos átomos que conforman a la proteína, lo que hizo posible establecer su estructura tridimensional. De esa manera, pudimos demostrar que adopta dos estados conformacionales en forma de anillo, uno constituido por el arreglo de 10 copias de la proteína (decamérico) y otro por 12 copias (dodecamérico)”, expresó Lisandro Otero, uno de los científicos que participó del estudio.

El Mal de Río Cuarto es la enfermedad virósica más importante del maíz (Zea mays L.) en Argentina. Este cereal es el único hospedante en el cual el virus del MRC ocasiona pérdidas económicas importantes.

LA “CHICHARRITA” QUE HACE RUIDO

En el área endémica, que es el departamento Río Cuarto, en Córdoba, la enfermedad se presenta en forma recurrente todos los años con distintos grados de severidad, según sea la densidad poblacional de su insecto-vector (Delphacodes kuscheli) conocido vulgarmente como “chicharrita”.

“El insecto-vector desarrolla sus poblaciones infectivas principalmente en las avenas y trigos de pastoreo, desde comienzos de agosto en adelante. Las formas juveniles (ninfas) y adultas de alas cortas (braquipteros) del insecto permanecen en los verdeos. Mientras que las formas adultas de alas largas (macropteros) migran hacia los cultivos de maíz”, expresaron desde el Senasa.

Las autoridades sanitarias explicaron que el insecto no vive ni se reproduce sobre el maíz, por lo que luego de alimentarse se dispersa a otros cultivos y malezas, donde ocurre la oviposición, cría, trasmisión y adquisición del virus, para luego retornar a los cereales de invierno.

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EL AVANCE CIENTÍFICO

“Este estudio básico de un patógeno de gran interés agropecuario nos permitirá contribuir al manejo de la enfermedad desde la biotecnología”, afirmaron los investigadores.

Luego de un trabajo multidisciplinario de más de cinco años, que sumó el aporte de otros equipos de la Argentina, España y Bélgica, determinaron a escala molecular la versatilidad estructural de la proteína P9-1 y avanzaron en el estudio de sus diferentes propiedades biológicas, necesarias para cumplir su rol durante el ciclo infectivo.

“Pudimos resolver la estructura atómica de P9-1 y determinamos que forma complejos multiméricos, formados por 5 o 6 dímeros, con un poro central”, expresó Gabriela Llauger –bióloga y especialista en virología vegetal– quien es la autora principal del trabajo publicado en la revista de la Sociedad Estadounidense de Microbiología.