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Por qué en la Argentina se castiga al sector agropecuario

En el planeta se están expandiendo las fronteras agropecuarias. Mientras acá se condena al agro, en Africa, por ejemplo, se lo favorece. Crecen nuestros competidores en el mundo.

En el planeta se están expandiendo las fronteras agropecuarias. Mientras acá se condena al agro, en Africa, por ejemplo, se lo favorece. Crecen nuestros competidores en el mundo.
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Por Infocampo

Cuando el año pasado los precios de las materias primas agrícolas se dispararon, el gobierno nacional decidió -por razones políticas- que era la oportunidad para tratar de ‘ordeñar’ al máximo a nuestro agro.

Lo hizo, efectivamente, hasta secarlo. Y, no solo eso, hasta enardecerlo, provocando un conflicto lamentable cuyas consecuencias aún se arrastran, impidiendo así que como país pudiéramos aprovechar las circunstancias externas que entonces nos eran claramente favorables para beneficiarnos, al máximo posible, de los nuevos requerimientos de nuestros mercados de exportación.

La situación, sin embargo, generó en otros el deseo de estar preparados para, en el futuro no quedar prisioneros de una oferta que luce limitada frente a una demanda firme de las naciones asiáticas y del Golfo que ha crecido al compás de la notable mejora de sus niveles de ingresos.

Conscientes de que en el período 2007-2008 los precios de las materias primas agrícolas aumentaron un 70%, en promedio, algunos inversores salieron a tratar de obtener, en lugares hasta ahora recónditos, tierra fértil que pueda dedicarse rápidamente a la producción. A pesar de los riesgos que pudieran enfrentar.

Entre ellos, Philippe Heilberg, que llegó hasta un rincón poco conocido de Sudán, en el Continente Negro. Me refiero al estado de Unidad, emplazado en el sur del país, bordeado por el llamado ‘Nilo blanco’, solitario, chato y con aspecto a pampa, cuyas tierras, incorporando riego, pueden ser puestas en producción con rapidez y compró allí nada menos que 400.000 hectáreas a través de un fondo que aglutinó a distintos inversores, incluyendo a uno de los ‘señores de la guerra’ locales, para asegurarse, quizás, algún grado de influencia y ‘estabilidad’.

Hasta ahora los inversores de los países del Golfo, tanto los de Qatar, como los de los Emiratos o Kuwait, prefirieron, como los sauditas, invertir en el norte del país, en tierras de fertilidad probada. Lo hicieron pagando casi cuatro mil dólares por hectárea por alquileres de 99 años de duración. Pese a que se trata de un país con una guerra civil en curso, en Darfur, que además enfrenta una posible secesión entre el norte y el sur, que puede no ser precisamente pacífica. Con alto riesgo político.

Esto es parte de un flujo de inversiones en el agro africano que está aumentando fuertemente, año tras año, expandiendo así la frontera agropecuaria del mundo e incorporando nuevas tierras que seguramente habrán de competir por la demanda de productos del agro con las más tradicionales, como las nuestras. No solo en Sudán, también en Angola y Mozambique.

Esto supone que tendremos pronto nuevos competidores, lo que nos obligará no solo a mejorar nuestra eficiencia, sino a no dejar pasar los momentos de bonanza, porque queda visto que siempre hay otros países e inversores que están dispuestos a ocupar el vacío que, por una razón u otra, nosotros dejamos. Una lección para no volver a repetir los errores que, inocultables, estimularon precisamente las inversiones en el agro, pero en el de otras latitudes y con acceso privilegiado a sus propios mercados nacionales.

Por Emilio Cardenas. Ex embajador de la Argentina ante las Naciones Unidas

(Artículo de opinión publicado en la edición de hoy de El Federal)

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