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De la mano de la soja

Lo hizo de nuevo. El poroto está empujando otra producción récord.

Lo hizo de nuevo. El poroto está empujando otra producción récord.
infocampo
Por Infocampo

Los analistas comenzaron a especular, esta semana, con que la producción para la campaña 2004/2005 de la Argentina podría ubicarse, clima mediante, en una cifra cercana a los 78 millones de toneladas.

De confirmarse, se estaría ante otro nuevo récord productivo.

Y una vez más, la soja sería parte fundamental para este logro.

De ese total, contribuiría con unos 32 a 38 millones de toneladas, demostrando por qué es el principal cultivo estratégico del país.

Como para que los funcionarios siempre preocupados por los vaivenes que puedan afectar la recaudación de los recursos que devienen de las retenciones a las exportaciones respiren un poco más tranquilos. Pero no por mucho tiempo.

En este número hacemos un repaso sobre las razones técnicas que permitieron el crecimiento explosivo del cultivo en el período 1996/2001 conocido como “el quinquenio de la soja”. Pero también analizamos las causas por las cuales la tecnología disponible que posibilitó estos logros ya fue superada. Nada para alarmarse. Sino como para ir pensando.

Las mentalidades primarias

La estabilidad local depende de los ingresos generados por las exportaciones del complejo oleaginoso.Pero no es sostenible si no mejora la competitividad.

Pensar que la soja es un producto primario, es propio de una mentalidad primaria. Y ambas cosas abundan en la Argentina, que habría desaparecido luego de la crisis de 2002 de no haber contado con los ingresos provenientes de las exportaciones de granos y sus subproductos. En 2003 las ventas externas del sector agrícola -lideradas por la soja- representaron el 42% del total de las divisas ingresadas en concepto de cobro por exportaciones de bienes. En los primeros nueve meses de 2004 esa proporción se ubicó en torno al 40%. Ningún otro sector de la economía nacional genera semejante cantidad de divisas. Y tal fenómeno no es culpa de la soja, sino más bien de la falta de competitividad de los demás sectores de la economía.

La biotecnología en todas sus formas (transgénesis, genómica, etcétera) combinada con un mercado de agroinsumos desregulado permite obtener cultivos a un costo cada vez menor. El empleo intensivo de los mercados de futuros posibilita comercializar la cosecha a un precio determinado para estabilizar los ingresos de la empresa agrícola. Por ejemplo: en abril de este año los productores podrían haber vendido buena parte de su cosecha de soja 2004/05 a un precio del orden de 187 dólares/tn. (valor promedio posición soja mayo 2005 del MATBA). Hoy el precio esperado no supera los 155 dólares/tn.

La Argentina llegó a ser el país productor de soja más competitivo del mundo gracias a una serie de hechos favorables. Felipe Solá, entonces secretario de Agricultura, decide aprobar en 1996 la soja tolerante a glifosato. Y el mercado de este herbicida, al estar desregulado, generó una gran diversidad de oferta que terminó licuando los precios internos del glifosato. El resultado fue una notable reducción de los costos de producción.

Pero esto ya es parte del pasado. Porque la tecnología disponible ya fue superada por las circunstancias (caso roya asiática de la soja). El dato es que la Argentina hoy no cuenta con grandes inversiones en biotecnología agrícola. Tampoco dispone de un mercado de futuros consolidado. Aunque nada de esto importa demasiado si no se entiende que la clave no es qué se produce, sino a qué costo se elabora y a qué precio se comercializa. Porque hoy somos la nación del orbe más competitiva en soja. Pero mañana quizás ya no. Y entonces no será más competitiva en nada. Será en ese momento, quizás, cuando comprendamos de qué estamos viviendo hoy todos los argentinos.

Ezequiel Tambornini | Especial para Infocampo

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