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Carola, la líder de la majada que les enseña a jóvenes los oficios del campo

Nació en el sur de Córdoba, pero hace años vive en Cañuelas, donde asesora a productores ovinos y dirige el Centro de Educación Agraria. Su historia, en una nueva entrega de la serie de podcasts ELLAS

Juan Martínez Dodda
Por Juan
Martínez Dodda

“Desde que mis hijos eran chicos que yo les decía que antes del bastón me iba a vivir a las sierras. Pasaron muchos años, ellos ya son grandes y un día en pandemia me preguntaron: ´¿Y ma, cuándo te vas a las sierras?´ Hoy tengo ese lugar en el mundo al que voy cada tanto y seguro me instalaré cuando me jubile. Faltan cuatro años”.

Quien suscribe es Carola Raspo, la protagonista de un nuevo capítulo de la serie de podcasts ELLAS, que abrió las tranqueras de su vida para conocer sus sueños, desafíos y pasiones. 

Ingeniera agrónoma, nació en Melo, en el sur de Córdoba, vivió en el campo hasta los 12 años, un campo que era de su abuelo con quien pudieron compartir buenas anécdotas y aprendizajesTiene una hermana, Clara; y dos hijos, Valentina -médica- y Nazareno -agrónomo-. 

Hace 30 años, las circunstancias de la vida la llevaron a Cañuelas, donde aún hoy vive y es directora del Centro de Educación Agraria (CEA). Allí ofrecen cursos y talleres para jóvenes próximos a terminar la escuela secundaria que les sirven como trampolín para salir a la vida profesional. Le faltan cuatro años para jubilarse. 

Además, reparte las horas de trabajo con la actividad privada, ya que sigue asesorando majadas en la zona de Cañuelas y también, en Córdoba, cerca de ese lugar de ensueño al que le gustaría instalarse “antes del bastón”, como ella bromea.

– ¿Qué recordás de aquellos años de niña en el campo? Sabores, colores, olores, anécdotas…
– Un montón de cosas. Mi mamá era telefonista, era una de las “Chicas del cable” (N de la R: alusión a la serie de TV española). Y cuando nació mi hermana nos fuimos al campo. Ese campo era de mi abuelo. En realidad, lo alquilaban, y después con el tiempo compraron una fracción de lo que alquilaban. Cuando falleció mi abuelo, ese campo se vendió y hoy tenemos con mi hermana uno en General Villegas. Pero volviendo a las vivencias, tengo todas, recuerdo juegos, risas, la casita que teníamos en un lugar recóndito entre enredaderas y ligustrines, los primos, las idas a la escuela. Ibamos a la Escuela Melo, y eran 25 kilómetros de tierra y pasara lo que pasara había que ir igual. A mi mamá le decíamos: “pero ni los del pueblo van”. Pero nosotros íbamos igual. 

Chiquita con la hermana y una prima

Carola, de niña junta a algunos primos en el campo.

– ¿Alguna comida rica de esa época?
– Mamá cocinaba un montón. Ravioles, el tuco, todo casero. Me acuerdo de estar en el patio. Mi abuelo era hijo de piamonteses, tenía un monte frutal, la quinta, y todo se elaboraba en casa. El zapallo, nos pasábamos horas y horas con mi hermana pinchando los cuadraditos para hacer el zapallo en almíbar. Y las carneadas, por supuesto, que duraban una semana. 

– ¿Aprendiste algo de esa época?
– Sí, claro. Las recetas de las carneadas de mi abuelo, que cuando falleció se hicieron un par de años más y se dejaron de hacer, deben estar guardadas por ahí. Pero después, de cocina, sí, me encanta cocinar, es uno de mis pasatiempos. 

– ¿Tu plato preferido? ¿O el que te sale mejor?
– La lasaña me sale muy bien. Nuestra cocina es un poco particular porque Valentina, mi hija, es celíaca, y yo desde hace unos 10 años también como sin gluten porque tengo intolerancia. Pero las tortas y la pastafrola dicen que me salen muy ricas. 

LA LÍDER DE LA MAJADA

– ¿Por qué agronomía? ¿Hubo algún plan b?
– Papá decía siempre que quería que fuera farmacéutica y mi hermana contadora, porque para él, desde su visión, que nosotros venimos de cuatro generaciones de productores agropecuarios, esas dos profesiones que dejaban plata.

No así la producción agropecuaria, parece…
– Claro. Él nunca tenía en sus planes la agronomía para nosotras. Y yo, en realidad, quería estudiar periodismo. Incluso fuimos con mamá a la facultad, en Río Cuarto, era el año 1984, estábamos recién entrando en democracia, imagínate Córdoba. Manifestaciones todo el tiempo, y no le gustó a mi mamá. Pero yo igual volví convencida que quería hacer periodismo. Sin embargo, en el medio de eso falleció mi abuelo paterno, el que vivía con nosotros, el del campo. Y a mi eso me marcó mucho. Incluso días previos él había estado unos días internado, charlábamos mucho y me hizo un clic. Y me dije ¿Qué estoy haciendo? Si a mí lo que me gusta es el campo, estar afuera, en la naturaleza. Entonces, sin que nadie supiera me fui a hablar con una hoy colega, que en ese momento ya estaba estudiando en Río Cuarto agronomía

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– ¿Y qué te dijo?
– Que no era fácil la carrera, pero que estaba fascinada, y que Río Cuarto era hermoso para estudiar. Asique volví a casa y les dije a mis padres que iba a estudiar agronomía. La respuesta de mi papá fue: “Es una carrera de hombres”. Pero me fui igual. 

– ¿Qué te sorprendió de la carrera de agronomía? Porque seguro entraste con una idea, pero luego descubriste cosas nuevas.
– A mí me gustaba mucho la química y la física. Descubrí este mundo de la naturaleza y la amplitud temática de la carrera, porque los primeros años cuando ibas a charlas de egresados y te planteaban que había un mundo que iba desde perito en la parte judicial, pasando por todas las actividades de la producción vegetal y animal, hasta parques y jardines. Ni te cuento cuando empezamos con el manejo de suelos de zona de sierras, con erosión hídrica y eólica. Y a mí me sorprendió mucho porque un día me encontré con un teodolito haciendo curvas de nivel. En ese momento hacíamos todo a mano en papel milimetrado y después lo llevábamos al campo. 

Ese fue, según has comentado, uno de los momentos más lindos de tu vida…
– Sí. Yo venía de un colegio de monjas, que éramos todas mujeres. Y en la facultad éramos sólo dos en el curso. Y fueron los mejores años de mi vida. Fueron años maravillosos. Marcela era mi compañera, somos como hermanas. Tengo hermosos recuerdos. 


– ¿Qué recordás de tu primer trabajo?
– Terminé la carrera y viví seis meses en Laboulaye, y con la colega, Ana María, esa que me había orientado al principio, para ingresar en la carrera, hacíamos monitoreos de alfalfa. Y otra cosa que hicimos fue ir a hacer voluntariado a un hogar de día, de ancianos. Les hacíamos la quinta. Al año siguiente me casé y nos vinimos a vivir a Buenos Aires. Y mi primer trabajo fue en un vivero, en Rivadavia y Medrano, cerca del Hospital Italiano. Trabajé hasta que me vine a Cañuelas. Y hacía voluntariado en un buffet que tenían el médico veterinario Mario Sirvén, con quien seguimos conectados mucho tiempo (falleció en la pandemia); Daniel Valerio y Armando López. Eran grosos de la lechería, tenían una oficina en Chacarita. 

– ¿Cómo llegaste a ellos?
– A través de un cura. Yo estaba medio deprimida, porque no me hallaba en Capital Federal. Casi te diría el peor año de mi vida. Y un cura de una parroquia me conectó con ellos y fue maravilloso. Aprendí computación, y como a mí siempre me gustó la parte ovina. Y ellos me motivaron mucho a seguir ese camino. 

– ¿Y cómo te fue siendo mujer en el ámbito rural?
– No fue fácil. Menos en un pueblo nuevo, donde nadie me conocía. Cuando yo me vine a Cañuelas, 30 años atrás, esto era un pueblo de campo cerca de capital. Hoy ha cambiado mucho. No era fácil entrar, que te contraten. Tenía todo en contra: era mujer, no era del pueblo, sociedades muy cerradas. A mí me costó mucho entrar. Pero me acordé de algo que dijo algún profesor en la facultad: “Cuando ustedes lleguen a un lugar donde nadie los conoce y tengan un proyecto, preséntense en la secretaria de producción o similar del municipio y para algo les va a servir”. Y yo hice eso. Cuando llegué se estaba armando la Secretaría de Producción. Me presenté, y eso me permitió empezar. Y en 2003, cuando se lanzó la primera Ley Ovina, fui a la charla más cerca que fue en Brandsen y sentí que iba a ser importante. Cuando volví, vine a la Rural de Cañuelas, impulsamos el tema y ahí empecé un camino importante. 

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– También estuviste muy involucrada en el conflicto de 2008…
– Si, ahí me conoció también mucha gente. Estaba al frente de la Asamblea. Pero estar como asesora de un grupo ovino me dio un empuje grande, me conocío mucha más gente. Pero la verdad que fue difícil. Hubo que remarla mucho. 

– Hoy sos docente, estas en la dirección del CEA, trabajás con jóvenes. ¿Cómo los ves?
– Lo que nosotros hacemos acá es educación no formal. Porque no es la estructura de escuela de grados y años con alumnos permanentes. Nosotros damos cursos cortos que para los chicos de séptimo año categorizan como prácticas profesionales. Articulamos con las escuelas. Y vemos cosas muy lindas que me dan esperanza. Vemos resultados con chicos que han podido amar sus empresas de esquila. Hemos fomentado eso. A mí me entusiasma mucho y me llena de esperanza. 

– ¿Qué es lo que más te gusta de lo que hacés hoy? ¿Qué te motiva?
– La parte burocrática de la escuela te cansa a veces. Y cada vez es más. Yo creí que me faltaban dos años para jubilarme, pero me faltan cuatro (se ríe). Pero lo voy mechando con mi actividad privada. Nunca dejé el asesoramiento de majadas, en Cañuelas y también alguna en Córdoba. Pero lo que me motiva es el permanente desafío y cursos diferentes que hacemos, además de ir a ver las majadas. Y entremedio, los viajecitos a Córdoba, a mi lugar en el mundo. 

Con los de la Escuela Agraria

¿Cuál es? Hay una historia y una frase tuya con la vejez, el bastón y las sierras…
– Desde que mis hijos eran chicos les decía que, antes del bastón, me iba a vivir a las sierras. Porque ese es mi lugar en el mundo. Después que estudié en Río Cuarto, los fines de semana, con mi amiga, Marcela, solíamos irnos a Alpa Corral que es un pueblo muy lindo cerca de Río Cuarto. Y cuando hice mi familia seguimos yendo, hemos pasado varios fines de año. Y mirá que lo he recorrido mucho, desde Achiras hasta Villa Cañada del Sauce, para el que conoce, es todo el camino de la costa. Y en la pandemia volvimos a convivir los tres, porque ellos estaban en La Plata y yo en Cañuelas. Se vinieron. Y en eso me preguntaron que cuándo me iba a las sierras. 

– ¿Y entonces?
– Empecé a buscar. Y encontré. Nos encontramos con ese lugar. Estaba muy abandonado. Nadie lo atendía, estaba completamente abrazado, literalmente, por la naturaleza. La empecé a limpiar y a darle amor. Y ahí está. Ese es mi lugar en el mundo. Es una casa en medio de un campo de 100 hectáreas, un campo agrícola muy bueno. Para el que conoce, de la ruta 23 no para el lado de la montaña sino para el otro. 

FUERA DEL SURCO

– ¿Algún hobbie o actividad por fuera del trabajo que permita despejarte?
– Muchas. Mi mayor cable a tierra desde chica es el tejido. Mi mamá me enseñó a tejer a los seis años en el campo. Y en la facultad, llegaba y a tejer. Tejía ropa, mantas. Tenemos un proyecto que todavía no salió y por eso no quiero hablar mucho, pero en esto estoy. Otra cosa que me hace muy bien es el coro vasco. Mi abuelo materno era Vasco. Hace 16 años que canto ahí y me ha acompañado en los momentos más difíciles. Alguien me dijo que no deje nunca de cantar y el coro siempre estuvo ahí. También me gusta mucho cocinar. 

– ¿Música? ¿Qué te gusta?
– El género que más me gusta es el folclore. Siempre. Desde chica. Íbamos a jineteadas, festivales, viene por ahí. Después, escucho de todo porque la música a mí me acompaña y canto de todo desde chica. 

– ¿Pelis? ¿Series?
– Las románticas. Una película que he visto miles de veces, y me cambia el chip es “La novicia rebelde”, mirá qué antigüedad. Pero después hay otra que la veo siempre que puedo, aunque sea empezada, o la busco, que es “Comer, rezar y amar” con Julia Roberts. Y series, de las españolas me las he visto todas: “Las chicas del cable”, “El gran hotel”. El estilo de época y romanticona. Aunque también las policiales me gustan. He visto una trilogía que la recomiendo, porque además es de las tierras de mi abuelo que se llama “La trilogía del Baztán”, policiales de suspenso, filmada en el valle del baztán, en Navarra, España. 

– ¿Algún lugar que no conozcas y te gustaría conocer?
– Mi próximo objetivo. Me puse un objetivo de conocer la tierra de mi abuelo vasco, porque teníamos comunicación fluida con mis parientes de allá. En 2018 fui y como la casa donde nació mi abuelo era albergue de peregrinos, hace muchos años que hacían el camino de Santiago de Compostela, yo cumplí el sueño de entrar al pueblo de mi abuelo como peregrina. Caminé todos esos días desde Francia hasta ahí. Pero ahora me queda la otra parte, la de los piamonteses. Ese es el próximo objetivo que tengo, recorrer pueblos, y eso. 

– ¿Alguna mujer que haya sido o sea tu inspiración?
– Mi mamá. Como mujer rural, ella. Manejaba en el barro, mi papá se iba al campamento con las máquinas, porque era contratista también, y pasábamos tormentas solas en el campo, nos han pasado cosas y ella siempre firme ahí. Sin dudas. Mi madre. 

Con la madre de chica

Carola, en un caballo de niña junto a su madre.

– ¿Una frase de cabecera o algo que repitas cada tanto y te sirva de motivación?
– Tengo una frase que digo mucho y la he vivido y vivo con mucha fe que es “Dios proveerá”. Y provee. Te puedo escribir un libro. Te juro que provee.

MUJERES EN CAMPAÑA

“ELLAS” es una serie de podcasts realizados por Infocampo con mujeres de campo que inspiran por su historia emprendedora, y que cuenta con el acompañamiento de “Mujeres en Campaña”, una iniciativa de New Holland Agriculture que ya tiene un camino recorrido y embajadoras de distintos lugares del país.

La Iniciativa Mujeres en Campaña (MEC) surgió cuando comenzamos a notar que existen muchas mujeres involucradas en el campo con grandes capacidades y que todas teníamos algo en común: la necesidad de compartir experiencias vinculadas al campo y al trabajo rural, nuestro principal objetivo es visibilizar el rol de la mujer rural en cualquiera de sus tareas sea como cliente o como una referente para el sector”, señaló Natalia Álvarez, referente de Marketing New Holland Argentina.

Desde “Mujeres en Campaña” desarrollaron el concepto de “embajadoras” que permite conocer un poco más de cada una en su rubro y, a su vez, difundir cómo trabajan y cómo se sienten.

El objetivo de este maridaje entre ELLAS y Mujeres en Campaña es llegar a mujeres de distintas edades y distintas zonas geográficas. “Nos enorgullece cuando un padre nos comenta que le recomendó a su hija inscribirse en nuestra plataforma para capacitarse y realizar algún curso de los que ofrecemos”, agregó Álvarez.

Desde la plataforma de MEC, se puede acceder a capacitaciones, foros, talleres, entrevistas y contenido de interés, además, cuenta con una Feria de Emprendedoras para dar a conocer los proyectos que lideran las seguidoras.

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